Por Ivonne del C. Díaz Rodríguez Ph.D.,
Catedrática en el Departamento de Economía del RUM
Desde la llegada de la Revolución Industrial, el mundo se ha transformado y se ha hecho más próspero, aumentando dramáticamente la producción y el consumo de bienes y servicios, así como los estándares de vida a nivel mundial. Los países persiguieron el progreso económico a través del crecimiento económico, usando como medida de bienestar el producto interno bruto (PIB). El crecimiento fue visto universalmente como la panacea de los males económicos del mundo, creando empleos, eliminando deudas y elevando los niveles de vida, convirtiéndose así en el mantra de la economía.
El modelo tradicional de crecimiento considera a la economía como un todo y al sistema ecológico como un subsistema de ésta, el cual se utiliza para extraer recursos y para enviar los desperdicios de la actividad económica. Además, como podemos ver en la gráfica 1, éste supone que la economía puede crecer y expandirse de forma infinita desde todos sus ángulos, a costa de una base de recursos que es finita. Ante estas contradicciones, era de esperarse que el sistema económico comenzara a resquebrajarse en algún momento, junto con la explotación y el aumento en los problemas económicos, sociales y ambientales.
Sin embargo, esos aumentos en producción y un mayor crecimiento económico, no se traducen necesariamente en una mejor calidad de vida. Esto ha sido demostrado en un sin número de estudios a nivel mundial, sobre todo a través del Índice de Bienestar Económico Sustentable (IBES), desarrollado inicialmente en Estados Unidos por Herman Daly y Clifford Cobb a finales de los 1980’s y en Puerto Rico por José Alameda e Ivonne del C. Díaz en el 2007. Estas investigaciones además comprueban la hipótesis del economista chileno Manfred Max-Neef: “para cada sociedad parece haber un periodo en el cual el crecimiento económico, medido convencionalmente, mejora la calidad de vida, pero sólo hasta cierto punto, el punto crítico, más allá del cual, si hay más crecimiento económico, la calidad de vida puede comenzar a deteriorarse”.
El boom de la economía china es un ejemplo relevante de los efectos que pueden tener sobre la calidad de vida de un país el aumentar el producto interno bruto, más allá de cierto punto. Después de la liberalización económica de 1978, el PIB de la China ha crecido un promedio de 10%, convirtiéndose en una de las economías más grandes del mundo. Aunque las reformas económicas han transformado grandemente su economía, la calidad de vida de los habitantes ha sido puesta en peligro debido a severos problemas ambientales y de salud; convirtiendo las nuevas riquezas de la China en sus “dolores del crecimiento”. Asimismo, de acuerdo al Planet Living Report 2014 del Global Footprint Network, en la actualidad la demanda por recursos ecológicos y sus servicios es equivalente a 1.5 planetas. Además, si continuamos con la trayectoria actual de consumo y generación de desperdicios, en el 2050 necesitaríamos cinco planetas para satisfacer esa demanda.
¿Puede el mundo seguir creciendo eternamente?
Aunque muchos argumentan que los avances tecnológicos podrían remediar los problemas del crecimiento, la realidad es que desde el punto de vista económico, existe un punto óptimo o crucial, que nos indica hasta dónde podemos crecer, más allá del cual los costos del crecimiento sobrepasarían a sus beneficios, lo que no tendría sentido económico. Gráfica 2.
De acuerdo Tom Murphy, profesor de física de la Universidad de California, también es imposible crecer indefinidamente.
“Desde un punto de vista físico, si crecemos a un 3% anual, en cerca de 400 años estaremos hirviendo los océanos, no sólo por el calentamiento global y la producción de CO2, sino por el calor que se produce naturalmente con el uso de energía. Esas limitaciones físicas empezarán a tener un impacto, creando ciclos de bonanza y caída, y hará que a largo plazo el crecimiento sea imposible.”
La economía ecológica
Ante las contradicciones en el modelo convencional de crecimiento económico, sus impactos adversos sobre el sistema ecológico que sustenta nuestras vidas, surge una nueva visión que reconoce que estos modelos tradicionales no tienen la capacidad para tratar problemas ecológicos globales y que, por lo tanto, pueden tener secuelas desastrosas para las generaciones presentes y futuras. Como resultado, la nueva visión de la economía ecológica promueve una transformación profunda entre las actividades económicas y el sistema ecológico. Ésta considera la sustentabilidad del sistema, adopta una visión a largo plazo y considera a la economía como un subsistema de un sistema ecológico más amplio, vital para la calidad de vida de la generación presente y el florecimiento de las generaciones futuras.
La economía ecológica es una disciplina de la economía que acepta como punto de partida que el sistema económico es un sistema abierto que se interrelaciona con los sistemas ecológicos y sociales, influyéndose mutuamente. Por lo tanto, ésta reconoce que el ser humano es parte integral del sistema ecológico y no una entidad separada. Igualmente, la economía ecológica reconoce que la economía no podrá ser sustentable mientras permanezca desconectada de la realidad biofísica. En consecuencia, la salud de la economía depende de la salud del ecosistema y de sus servicios ambientales. La economía ecológica propone además nuevas medidas de bienestar, más allá del producto interno bruto, como el Índice de Bienestar Económico Sustentable o el Índice de Progreso Genuino, donde se incorporan variables ambientales y sociales, además de las variables económicas.
El estudio de la economía ecológica comenzó a propagarse en los 1970’s y 1980’s con las investigaciones de los economistas Nicholas Georgescu-Roegen y Herman Daly. En 1971, Georgescu-Roegen escribió “La ley de la entropía y el proceso económico”. Para Georgescu-Roegen:
“La segunda ley de la termodinámica, la ley de la entropía, determina lo que es posible en la economía. Los materiales y la energía con baja entropía se disipan a través de las transformaciones que ocurren en los procesos económicos, y éstos regresan al ambiente como desperdicios de alta entropía. Por lo tanto, la economía funciona como un conductor para convertir los recursos naturales en bienes, servicios, satisfacción humana y desperdicios de productos. El aumento de la entropía en la economía establece el límite en la escala que ésta puede alcanzar y mantener.”
Para los 1980’s, Herman Daly comenzó a desarrollar las ideas de Georgescu-Roegen, así como los argumentos sobre los límites del crecimiento, los principios ecológicos y la filosofía del desarrollo sustentable. Dentro de su modelo, él incorpora los principios de la escala sustentable, la distribución justa y la asignación eficiente, siempre y cuando la escala sea sustentable y la distribución de la riqueza sea justa. Según Herman Daly (2004),
“La economía ecológica se introduce como una evolución necesaria del pensamiento económico convencional (neoclásico) que ha dominado la academia durante el último siglo. Los economistas ecológicos no llaman al fin de los mercados. Los mercados son necesarios. Lo que debe ser cuestionado es la creencia dominante de que los mercados revelan todos nuestros deseos; que éstos son el sistema ideal no sólo para la asignación eficiente de todos los recursos sino también para la distribución justa de los recursos entre las personas; y que los mercados automáticamente limitan la macroeconomía a una escala física que es sustentable dentro de la biosfera.”
La economía ecológica es un área de estudio transdisciplinaria que trata de manera amplia la relación entre el sistema económico y los ecosistemas, y va más allá de la concepción convencional de las disciplinas científicas tratando de integrar y simplificar muchas de las diferentes perspectivas disciplinarias. Además, la economía ecológica es pluralista, integrativa, presenta una visión más amplia en términos de espacio y tiempo y está más enfocada en los problemas. En general, la economía ecológica reconoce que la economía humana está insertada dentro de la naturaleza y que los procesos económicos son realmente procesos y transformaciones biológicas, físicas y químicas; y que, por lo tanto, requiere trabajos trans-disciplinarios para describir los procesos económicos en relación a la realidad biofísica.
Hacia una Economía Ecológica y del Bienestar
Aunque la economía ecológica es un área de estudio desarrollada hace más de 20 años, a la par con el discurso de desarrollo sustentable de los 1990’s, la realidad es que ese discurso contradice muchas estrategias y decisiones reales. Todavía nos preguntamos si el mundo puede crecer eternamente. Todavía se utiliza el producto interno bruto como medida de bienestar, a sabiendas de que esta medida no incorpora variables ambientales y sociales, y mucho menos los costos de ese crecimiento. Todavía se discuten los modelos tradicionales de crecimiento en los cursos de economía de la mayoría de las universidades del mundo. Todavía falta desarrollar conciencia de que la economía no podrá ser sustentable si se maltrata y se explota al sistema ecológico que la sustenta.
La transformación hacia la economía ecológica requiere el desarrollo de una conciencia social y ambiental en todos los sectores, desde el individuo hasta los sectores públicos y privados. Ésta requiere el entendimiento y el esfuerzo en todas las áreas, desde la economía, la biología, la agricultura, la sociología, la antropología hasta la ingeniería y el empresarismo; el entendimiento de las consecuencias de sobrepasar los límites del crecimiento y su impacto sobre las generaciones presentes y futuras; que se valoren los servicios del ecosistema para los cuales no existen mercados; que se transforme la política pública para medir el bienestar e incorporar variables ambientales y sociales dentro de sus indicadores; que se impulse la agricultura y el empresarismo ecológico el cual provea no sólo beneficios económicos, sino también beneficios sociales y ambientales; y que se incorpore esa nueva visión de la economía ecológica y la sustentabilidad dentro de los currículos escolares y universitarios.
Esa transformación ya está ocurriendo, a través del impulso de individuos, organizaciones y entidades en todos los rincones del Planeta. Por ejemplo, la Sociedad Internacional de Economía Ecológica fundada en 1990 por los economistas Herman Daly, Robert Costanza y Joan Martínez-Alier, entre otros, está dedicada a adelantar el entendimiento sobre las relaciones entre los sistemas ecológicos, sociales y económicos, para el bienestar muto de la naturaleza y la gente. En América Latina existen organizaciones académicas y sin fines de lucro como la Fundación Neutrópica en Costa Rica, que contribuyen al desarrollo sustentable, promueven la valoración económica y ambiental de los recursos naturales, la concertación y la autogestión social para la conservación y la distribución justa de los beneficios generados por los recursos naturales. En Asia, el Reino de Bután abandonó el uso del producto interno bruto y, en lugar de medir el crecimiento en la producción, ahora mide el crecimiento en la felicidad de sus ciudadanos, utilizando indicadores psicológicos, sociales y ambientales. Este índice de felicidad bruta (GNH, por sus siglas en inglés) fue reconocido por la Organización de las Naciones Unidas como una forma holística de promover el desarrollo integral de la sociedad.
La economía está íntimamente ligada a la conducta humana y así lo entendieron Adam Smith y Carlos Marx, dos de los pensadores más influentes de la economía. Nuevas investigaciones y descubrimientos en las áreas de la economía conductual, la neurociencia, la conciencia o la física cuántica revelan que el pluralismo tiene el efecto de aumentar la conciencia sobre nuevos paradigmas. Según evoluciona la conciencia colectiva, así mismo evoluciona la economía, usualmente como resultado de la visión pionera de unos pocos, de nuestra propia evolución o de las crisis que marcan nuestras vidas. Asimismo, las crisis económicas y otras experiencias transformadoras nos ayudan a desarrollar nuestra conciencia. Cuando vimos por primera vez la primera imagen del Planeta Tierra desde el espacio ésta nos reveló su belleza, pero también nuestra ignorancia sobre nuestra conexión con la naturaleza. Nuevos paradigmas multidimensionales, centrados en la conexión con la naturaleza y en el potencial humano, sin duda alguna, resultarán en sistemas económicos diferentes que aporten al bienestar de la naturaleza y de la gente.
En Puerto Rico apenas se ha comenzado esa discusión. Por lo tanto, es imperativo que este diálogo se lleve más allá de las discusiones académicas. Es absolutamente necesario que desarrollemos una conciencia social y ambiental, que transformemos nuestras actividades económicas y nuestra política pública, que miremos al Planeta desde el espacio y que nos demos cuenta de que no estamos desconectados, y que esa conexión es necesaria para la supervivencia de las sociedades actuales y del florecimiento de las sociedades futuras.
Primer Congreso Internacional de Economía Ecológica en Puerto Rico
A través de la organización del Primer Congreso Internacional de Economía Ecológica en Puerto Rico (CONECEC 2015), reconocemos la urgencia de movernos hacia un sistema que considere esa relación armoniosa entre las actividades económicas y el ambiente, no solamente en la discusión académica, sino también en la práctica diaria de nuestras actividades y de las políticas económicas y empresariales de nuestra sociedad. El Congreso se llevará a cabo durante los días 24 al 27 de junio de 2015, en el Anfiteatro Ramón Figueroa Chapel del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. Este Congreso ha sido organizado gracias a la colaboración del Centro Hemisférico de Cooperación en Investigación y Educación en Ingeniería y Ciencia Aplicada (CoHemis), de profesores y personal no docente del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico.
Dentro de los objetivos de CONECEC se encuentran el promover la discusión transdisciplinaria sobre los diversos temas relacionados a la economía ecológica; identificar y analizar soluciones a los problemas dentro del contexto puertorriqueño y latinoamericano; presentar los resultados de investigaciones a través de América Latina y Rico y hacer recomendaciones de política pública; presentar propuestas concretas que apoyen la transformación hacia la economía ecológica y el desarrollo sustentable; y crear lazos de colaboración internacional entre los sectores académicos, públicos y privados. Dentro de los temas del congreso se encuentran la sustentabilidad, el uso de los recursos de agua, la agricultura, la energía y la pesca, la valoración económica y ambiental, medidas innovadoras de bienestar económico, social y ambiental, la política pública y la gestión ambiental.
En el mismo tendremos la participación de conferenciantes invitados de Chile, Argentina, Costa Rica y Estados Unidos, incluyendo al Dr. Manfred Max-Neef, al Dr. Joshua Farley del Gund Institute for Ecological Economics en Vermont y al Dr. Bernardo Aguilar, presidente de la Fundación Neotrópica en Costa Rica. Además, participarán ponentes de Puerto Rico, América Latina y España. Para obtener más información sobre el registro y las actividades del Congreso pueden ir a www.cohemis.uprm.edu/conecec