Escribió Tomás Moro en su ensayo Utopía: "Si dejáis que sean mal educados y corrompidos en sus costumbres desde niños para castigarlos ya de hombres, por sus delitos que ya desde su infancia se preveía tendrían lugar, ¿qué otra cosa hacéis mas que engendrar ladrones para después castigarlos?”
Cinco siglos después, sus razones aún prevalecen, pues la criminalidad aflora no sólo por dificultades económicas, sino por influjos sociales y psicológicos. Observación con la que está de acuerdo el psicólogo clínico Daniel Aguilar-Aes, la raíz de la criminalidad es más profunda de lo que pensamos.
Desde muy temprana edad, estamos propensos a delinquir. Aguilar-Aes explica que hasta el primer año de vida, la madre y el hijo forman un ente. A partir del año, el niño comienza a tomar las cosas como propias, creando una diferenciación con la madre.
“Cuando la persona se empieza a desarrollar después del primer año, el niño empieza a chantajear y manipular a los papás para pedir cosas y hacerlas suyas, que es la base de cualquier pensamiento delictivo. Todo delincuente es chantajista”, indicó.
También el sociólogo César Rey advierte que buscar las causas de la criminalidad obliga a tener múltiples miradas. Explica que todo ejercicio que implique exclusión, como la xenofobia, la homofobia, el machismo y todo sentido de superioridad es territorio fértil para la actividad delictiva.
La polarización y estratificación de clases crean un desnivel social y una degradación del individuo que puede tener como consecuencia la proliferación de subculturas delictivas. Estas subculturas están, pero no necesariamente siempre, enmarcadas en los márgenes de la pobreza. Rey ejemplificó que en la Isla hay un índice de 57 por ciento de pobreza en sus niños y jóvenes menores de 18 años, tres veces más alto que el de Mississippi, el estado más pobre de los Estados Unidos.
“Eso va demarcando una estratificación muy particular, esa violencia está enmarcada en clases, se genera en todos los sectores, no en uno sólo.
La pobreza, la polarización y estratificación social de por sí es suficientemente violento y genera violencia”, afirmó.
Ambos profesionales concuerdan en que en los cimientos de nuestra sociedad consumista yacen otros detonantes de la criminalidad.
Para Rey, estamos bombardeados por una cultura de violencia sinónimo de éxito, donde se premia la violencia como un aliciente para llegar a obtener posiciones, dinero, poder. “Esta sociedad ha forjado sus valores en el tener. Le es más rentable a esa cultura tener 250 dólares diarios trabajando en un punto, que estar en una escuela”, observó.
Por su parte, Aguilar-Aes sostiene que la noción de propiedad privada está latente en el desarrollo del ser humano desde la diferenciación con la madre.
“Por naturaleza, todos los seres humanos tienen ese deseo de tener algo suyo; la manipulación nace de ahí, ya sea desde los juegos entre pareja hasta los actos delictivos. Lo que tiene una base positiva y natural, después se descontrola y no hay límites”, dijo.
Rey sugirió el ejemplo más dramático de esta violencia: “en Puerto Rico hay 1,500 planteles escolares con un presupuesto de 4,000 millones de dólares y hay 1,500 puntos de drogas que están generando 4,000 millones de dólares. Yo creo que esa es la esquizofrenia más grande en la que vive sumergida este País, que tal vez evidencia cuán grave está el estado de deterioro social consecuente de la violencia”.
Un buen modelaje
Estudiosos sobre la causa del comportamiento delictivo bajo el espectro de la sociología y la psicología apuntan a las rupturas en el núcleo familiar durante la niñez como detonantes de la criminalidad.
Durante su término como Secretario de Educación, Rey pudo constatar que el denominador común entre los incidentes más violentos protagonizados por desertores escolares era el abandono y la falta de cariño. Ese rechazo por parte de las instituciones familiares desembocaba inevitablemente en actos delictivos, según Rey. “A pesar que la definición del concepto de la familia ha ido cambiando, lo importante es que existan estructuras de apoyo en sus múltiples modalidades; los apoyos societales son indispensables”, observó.
Sin embargo, para Aguilar- Aes, quien funge como psicólogo clínico en el Hospital San Juan Capestrano, todo individuo necesita una figura de autoridad durante el transcurso de su vida. Es mediante esta figura autoritaria que el niño puede ser introducido al plano social. La figura de autoridad equivale entonces a una guía de las normas del contrato social, un apoyo para la adaptación y referencia de conductas.
No obstante, aunque se tenga una figura autoritaria constante, esto no exime a que se pueda incurrir en conductas criminales. “El ser humano es como un volcán que puede estallar en cualquier momento. En cualquier instante uno se puede convertir en un asesino. Uno vive el vértigo, las presiones fuertes de la vida”, anotó.
Mencionó como ejemplo los incidentes de violencia escolar que desembocan en matanzas en Estados Unidos –conocidos como school shootings- donde se evidencia la diferencia entre correcto e incorrecto en el ámbito legal, que trabaja en el plano social, y en el moral, que funciona en un plano psicosocial.
Explicó que estos jóvenes, que quizás no habían cometido delitos con anterioridad, como robar o usar drogas, de repente cometen asesinatos. Aguilar arguye que el humano no se puede convertir en criminal de la noche a la mañana.
“Hay signos de mala adaptación. Probablemente ésta era gente que cumplía regla legal, pero había un nivel de insatisfacción interior, como lo tenemos todos”, concluyó.
Diálogo también conversó sobre el tema de la criminalidad con la conocida socióloga Lina Torres. A continuación ofrecemos un adelanto de la entrevista que aparecerá íntegra en nuestra plataforma digital.
Diálogo: ¿Dónde se origina la actividad delictiva, en causas exógenas a la persona o en factores biológicos?
LT: La criminalidad no denota cualidad natural sino cultural en el sentido de que resulta de procesos de definiciones que se desarrollan en el interior del mecanismo ideológico por el cual tiene lugar la reproducción de la realidad social. Esto significa que quien estudia lo criminal debe prestar atención especial a los procesos de criminalización; cómo éstos se generan y se reproducen socialmente y las acciones derivadas de los mismos. […] Por otro lado, hay que examinar las estrategias desarrolladas para encarar el asunto criminal pues muchas veces en vez de prevenir, reproducen la criminalidad.
Diálogo: ¿Cuáles son las causas de la criminalidad desde el prisma de la Sociología?
LT: La criminalidad es esencialmente un producto social en dos sentidos: Primero, desde el punto de vista de lo que se entiende por "criminalidad" en un espacio y momento histórico determinado […] Segundo, hay ciertos aspectos del sistema social que mantienen una estrecha vinculación con el asunto de la criminalidad y que han sido señalados desde hace décadas. Por ejemplo: 1) Se percibe una situación social en donde no se crean las condiciones básicas que fomenten el desarrollo de una sociedad en la cual todos sus miembros tengan las mismas oportunidades para desarrollarse. 2) Se le inculca a las personas la meta del éxito mediatizado por la adquisición de bienes materiales superfluos. 3) Se promueven ideologías y prácticas deshumanizantes: consumismo, individualismo y exclusión social basado en criterios sexistas, racistas y homofóbicos entre otros.
Diálogo: ¿Existe una asociación entre los niveles de clase y la actividad criminal?
LT: La conducta delictiva se da en todos niveles sociales. Pero hay una aplicación selectiva de la ley y por lo general, se suele entender que las personas de los sectores marginales y en donde abunda la pobreza, son los sectores de mayor incidencia criminal [ …]Poco se tocan lo que Frank Pearce llamó los crímenes de los poderosos.