A los cinco años de edad, Marién Torres López ya había tenido su primer encuentro con el género de la bomba. Como de costumbre, su madre la llevaba a las Fiestas Tradicionales de Santiago Apóstol en Loíza, con el propósito de disfrutar de las actividades y exponer a su hija a las increíbles sensaciones que el género evoca.
En aquel momento, Torres desconocía el vocabulario adecuado para referirse a cada persona que participaba de la ceremonia, pero la visión de una mujer o “mujerona”, como recuerda, que sacudía la falda con el mismo ahínco de un escritor que desahoga sus pesares en un papel, fue suficiente para que la imagen perdurara en su cabeza hasta muchos años después que retomó el género como oficio y vocación.
Para quien se convertiría en la fundadora del Taller Tambuyé, esa experiencia marcó su vida y sentó las bases para su desarrollo profesional como trabajadora de la cultura.
La incursión de Torres en la bomba surgió a sus 18 años, edad en la que comenzó a tomar clases del género por el que desde el comienzo sintió una profunda conexión. En el transcurso de los años optó por continuar desarrollando sus destrezas, hasta eventualmente cimentar su pasión y conocimiento en el grupo que bautizó como Tambuyé, que significa “tocador de tambor” en creole antillano.
“Fundé Tambuyé en el 2003. Yo estaba compartiendo lo que conocía (del género) desde antes, cuando me puse a trabajar en el proyecto CreARTE en el Barrio San José, por lo que ya yo me estaba ‘foguiando’ como maestra con los muchachos. Además, iba compartiendo lo que sabía con mis amistades sin cobrar nada, eso era para compartir, hasta que finalmente en el 2003, surge una oportunidad. Abrió el Taller C (ahora El Taller) en la Calle Robles y me ofrecieron un espacio para dar clases de bomba. Así que mudé mis compartires espontáneos a ese local”, explicó la propietaria del colectivo Tambuyé, quien empezó dando clases una vez en semana.
Cuando la trabajadora de la cultura comenzó la inmersión en la bomba, “era bien raro ver a gente joven envuelta en el trabajo cultural”. La bailadora, de madre peruana y padre puertorriqueño, atribuye el auge de la participación de la juventud en el género al traslado de la bomba a puntos claves de encuentro como barras y pubs.
“Nosotros (Tambuyé), nos presentábamos todos los jueves en El Boricua y eso ayudó mucho a que siguieran llegando estudiantes interesados al taller de baile, por lo que fue una cosa que se retroalimentó. Mientras nos presentábamos en el ‘Bori’, llegaban clientes del taller de baile a vernos y eso hizo que El Boricua se siguiera llenando. Así se comenzó a ver en la bomba un jangueo de jóvenes que hasta el momento no se había visto”, expresó Torres, quien además ofrece talleres de bomba para niños.
A pesar de crear Tambuyé con un enfoque dirigido a la bomba, Torres ha ampliado la oferta de talleres en su localización para que sirva como una sombrilla de diferentes manifestaciones artísticas y físicas. Entre estas, se encuentran el yoga y algunas de sus disciplinas como Kundalini, Hatha y Ashtanga Vinyasa; la salsa, la rueda de casino, la danza aérea, la sevillana y flamenco; y talleres de barro y de mosaicos, entre otros.
“Este espacio debe ser uno abierto a todas las artes, no exclusivamente a la música o el baile. Queremos alentar las exposiciones de libros, presentaciones de documentales, de pintura, de fotografía y más”, abundó la bailadora, quien cariñosamente apoda al Taller como su “bebé”.
La batalla racial
El desarrollo profesional de Torres y el éxito del Taller no se logró sin percances y obstaculizaciones, pues su participación provocó desconfianza en muchos, quienes dudaban de sus habilidades y conocimientos por ser de tez clara.
“La bomba es puertorriqueña, y el ser puertorriqueño y ser caribeño es una cultura mixta. No hay nada puro. Nadie es africano puro aquí, nadie es europeo puro aquí y nadie es indígena puro. Tenemos muchísimas etnias mezcladas que se ven en el sabor de nuestra comida, en la personalidad, la música y la bomba es eso también, una diversidad de culturas mezcladas donde predomina la africana, por los elementos que predominan en el género, pero la expresión es completamente caribeña, muy real a nuestra realidad cotidiana”, expresó Torres quien insiste que la bomba se debe atemperar a las condiciones y las vivencias del diario vivir.
Según la también integrante del colectivo femenino de bomba Ausuba, a pesar de tener el mismo fundamento, la bomba que se practicaba cuando comenzó a bailar no es la misma que se baila en la actualidad, pues ambas difieren en expresiones que resultan de sucesos del presente. De igual forma, “la bomba que yo empecé a ver hace 18 años jamás va a ser la misma que veinte años antes de eso, ni la bomba que bailaban las personas que fueron esclavizadas”, acertó Torres.
Por otro lado, la bailarina recuerda algunas concepciones populares que enfrentó en el trascurso de su formación en la bomba, en manos de personas que desconocían ejemplos de representantes no negros que tuviesen un rol sobresaliente en algunos colectivos del género.
“Hubo par de batallas, si tú no eras negra o del barrio no podías aprender eso (refiriéndose a técnicas de baile). De repente me contrataban para ser bailadora de tal grupo porque me había recomendado alguien, Norma Salazar o Tite Curet Alonso, y cuando llego se encuentran que yo soy blanca. Aunque en Puerto Rico no hay gente blanca, soy de tez clara y era chocante cómo subestimaban mis habilidades o mi conocimiento del género por mi color de piel”, recordó la también percusionista, quien acepta y entiende los orígenes de estos prejuicios en manos de una población que busca defender unos rasgos culturales que los identifica.
Para Torres, el tiempo ha demostrado que personas de tez clara pueden ser igualmente hábiles y conocedores de la bomba. “A veces llegamos a un lugar y creen que yo soy la estudiante”, puntualizó liberando una carcajada, como quien recuerda alguna experiencia graciosa.
Además de bombera, Torres es una luchadora incansable que busca inmortalizar el rol de las mujeres en un ambiente predominantemente masculino.
“Somos muy pocas las mujeres líderes en el género. Yo te diría que solamente hay dos grupos de bomba que las líderes son mujeres”, expresó.
Torres desea inspirar a sus alumnas mujeres a, si así lo desean, aventurarse en otras facetas de la bomba además del baile, como la percusión y el canto.
El futuro de Tambuyé se vislumbra fuerte y dedicado con el quehacer cultural de Puerto Rico, pues Marién Torres continuará “haciendo lo que me gusta hacer con mucho respeto a mis mayores, a los que me enseñaron. Continuaré exhortando a mis estudiantes a ponerle el sazón de sus propias vivencias a la bomba y que escriban letras de canciones que denuncien los problemas y las realidades de nuestro presente”, concluyó.
Para más información sobre clases, costos y horarios pueden acceder a la página de Facebook, Taller Tambuyé o llamar al 787-765-6559.
[cincopa AQBA6eMi2vBu]