Por: Alexandra Mulero Ortiz
En días recientes se compartió una foto en las redes sociales que evidencia el deterioro y maltrato al que ha sido sujeto un manantial en Vega Baja que solía ser un “spot” secreto. En los últimos tres años, más o menos, los medios locales y diversas páginas en las redes sociales han convidado al público a visitar localidades de atractivo turístico poco conocidas. El resultado, indudablemente, ha sido nefasto para estas ubicaciones. Tenemos el caso de Gozalandia en San Sebastián y un sinnúmero de ríos y charcas cuya condición luego del incremento en visitas ha sido lamentable. Además, eventos ocasionales, como la noche de San Juan u otras festividades, dejan las playas en pésimas condiciones.
Ante estas situaciones, la reacción generalizada es la de criminalizar a ciertos sectores de la población y lamentar la falta de educación ambiental. Resulta irónico que ningún puertorriqueño tiene la culpa, ya que de forma abrupta comienzan a señalarse entre todos utilizando adjetivos como cochinos, puercos, morones o delincuentes. Es decir, la culpa la tienen “los otros” y esa distinción muchas veces va cargada con un clasismo arrogante de parte de aquellos que, en algún momento, se autodenominaron únicos dueños y conocedores de nuestros recursos naturales.
Si bien es cierto que es necesaria la educación ambiental en Puerto Rico también debemos reconocer que no es la fórmula mágica para resolver nuestros problemas ambientales. No es correcto tampoco adjudicarle la falta de educación ambiental a ciertos grupos de personas puesto que muy pocos de nosotros estamos o estuvimos expuestos a este tipo de educación. Por esta misma razón, es absurdo pensar que mayores medidas punitivas pondrán fin a nuestros problemas ambientales. Tampoco es razonable exigir que se privaticen nuestros espacios de recreación dado que esto no equivale a una mayor protección e incluso puede implicar una mayor explotación de los mismos. Sin mencionar que con esto internalizamos que somos incapaces de cuidar nuestros recursos.
El comportamiento pro-ambiental, como todo fenómeno social e individual, no se debe a una sola causa. Son muchos los factores que inciden sobre el que una persona sea responsable y consciente con el medio ambiente. Muchas investigaciones han intentado encontrar cuál sería la receta perfecta para fomentar un mayor comportamiento pro-ambiental en las personas. R. Gifford y A. Nillson, en “Personal and social factors that influence pro-environmental concern and behaviour: A review”, señalan que algunos de los factores sociales que inciden sobre el comportamiento pro-ambiental son el lugar de vivienda (rural o urbano), la proximidad a escenarios con problemas ambientales y las normas (ya sean sociales, morales o jurídicas). Estos autores describen, a grandes rasgos, un perfil personal particular del individuo que, con mayor certeza, se preocupará por el ambiente y actuará a favor del mismo.
Una persona responsable con el medio ambiente probablemente tuvo una relación cercana con la naturaleza cuando niño, tiene un conocimiento preciso sobre el ambiente, sus problemas y potenciales soluciones, considera las consecuencias futuras de sus acciones, se siente en control de su comportamiento, sostiene valores biosféricos, así como una responsabilidad por los problemas ambientales, mantiene normas personales y descriptivas sobre acciones pro-ambientales y pasa tiempo en actividades de no-consumo al aire libre o en espacios naturales. Por otro lado, una persona que lleva a cabo comportamientos pro-ambientales puede hacerlo sin necesariamente importarle el medio ambiente (eg. reduce el consumo de energía en el hogar por pagar menos, no por una preocupación ambiental genuina). Este perfil permite visualizar la complejidad del comportamiento pro-ambiental.
Exigir un castigo para los que tiran basura o maltratan animales, por ejemplo, es solo una ínfima manifestación de preocupación ambiental. Sin embargo, cuando las emociones nos conducen a este tipo de reclamos, obviamos que, cada uno de nosotros, tiene también una responsabilidad mayor con el medio ambiente. Ponemos a un lado la magnitud de problemas ambientales que tenemos en la Isla y en el mundo y muchos olvidamos reflexionar sobre nuestra propia huella ecológica.
Tirar basura en espacios públicos tiene un efecto negativo y considerable sobre el ambiente pero hay muchos otros problemas que también debemos atender. Las farmacéuticas, petroquímicas, individuos y sociedad en general, a diario, llevan a cabo actividades que perjudican muchísimo más al medioambiente. El deterioro ambiental tiene una faceta individual muy importante, pero hay ciertas instituciones gubernamentales que tienen una responsabilidad mayor sobre el mismo. En el tema que aquí respecta de los “secret spots”, deberíamos preguntarnos qué cosas podrían estar provocando el rápido deterioro de estas localidades. Más allá de nuestra responsabilidad individual, ¿qué más debemos considerar?, ¿quién más debe garantizar la protección de estos espacios? Explorar un poco este terreno, quizás, nos aleje de una vez y por todas del ciclo vicioso de preguntarnos por qué somos tan cochinos.
Organismos gubernamentales
Los ciudadanos no somos los únicos con la responsabilidad de cuidar el ambiente, varias agencias y compañías tienen también un papel sumamente importante. Tenemos por ejemplo, los Vigilantes de Recursos Naturales y Ambientales del DRNA, la Compañía de Turismo y la Junta de Calidad Ambiental. Estos grupos y agencias tienen la responsabilidad de velar por nuestros recursos naturales y educar al público general sobre el uso adecuado de los mismos.
El cuerpo de Vigilantes de Recursos Naturales y Ambientales, se supone, “ejerce su responsabilidad como guardián y custodio de los recursos naturales” y “tiene la responsabilidad de hacer cumplir las leyes y reglamentos de la Junta de Calidad Ambiental y las leyes ambientales federales” (DRNA). Por su parte, la Junta de Calidad Ambiental “tiene la función principal de proteger y conservar el medioambiente, utilizando…los recursos necesarios para impedir y eliminar daños que puedan afectarlo…”(www.jca.pr.gov).
Como tercer ejemplo, tenemos la Compañía de Turismo que se responsabiliza del desarrollo de infraestructura adecuada para acomodar negocios y visitantes turísticos. La infraestructura desarrollada debería ir acorde a las leyes de protección ambiental existentes. Esta compañía inauguró recientemente el programa de Ecoturismo en Puerto Rico, como una modalidad de turismo sostenible. En las guías que han desarrollado, entre otras características, resalta la conservación de los recursos naturales y culturales. Esto demuestra un cierto interés de minimizar el impacto ambiental del turismo tradicional, pero debemos preguntarnos ¿cuán efectivas han sido estas iniciativas?
La Sociedad Internacional del Ecoturismo (www.ecotourism.org) define el ecoturismo como “el viaje responsable a las áreas naturales para conservar el medio ambiente y mejorar el bienestar de las personas locales”. En Puerto Rico, el ecoturismo se encuentra aún en proceso de desarrollo. Para que este tipo de turismo se produzca de manera adecuada, sus lineamientos, reglas o guías deben estar sumamente claros, no solo para quien ofrece el servicio sino para todas las personas que hacen uso del mismo. Fuera de las guías de ecoturismo desarrolladas por la Compañía de Turismo, no parecen haber más regulaciones. Si hay ciertas localidades a las que se les hace propaganda por su potencial turístico, entonces le compete a esta Compañía, entre otras agencias, velar por el buen uso y bienestar de las mismas.
Por otro lado, los organismos gubernamentales tienen la responsabilidad de generar política pública que redunde en el cuidado y protección del ambiente. Hasta el momento, existen leyes que penalizan actos nocivos hacia el ambiente y otras medidas relacionadas a la protección ambiental. De hecho, los organismos gubernamentales suelen trabajar más en medidas punitivas que en medidas preventivas, cuando ni siquiera esos mismos cuerpos cumplen con su responsabilidad de prevenir daños ambientales. El individuo entonces se criminaliza y se castiga sin antes haberle ofrecido las herramientas para prevenir su comportamiento nocivo hacia el ambiente. Consideramos entonces un tema que ha quedado completamente desatendido por estos mismos organismos: la educación ambiental en las escuelas del País.
Educación Ambiental
Cuando surgen situaciones y problemas ambientales que nos impactan, como mencionamos, la queja principal es que hace falta educación ambiental. Las escuelas públicas en la Isla aparte de cursos optativos y actividades que se desprenden de las clases de ciencias, no tienen educación ambiental como parte de su currículo regular. Sin esta herramienta, difícilmente podemos ponernos al día con los problemas ambientales que nos aquejan.
Diversas organizaciones y grupos de ciudadanos han tomado un rol activo ante esta problemática y se han integrado a las escuelas del país. Hay grupos que ofrecen talleres, charlas o actividades relacionadas al medio ambiente y su conservación. Sin embargo, falta un largo camino por recorrer para lograr que las escuelas se conviertan en productoras de personas conscientes de su lugar en el espacio, de los problemas que generamos los seres humanos y de sus diversas soluciones. Sin una educación ambiental adecuada, que impacte a los niños desde edades tempranas no esperemos que en el futuro recojan su basura en espacios públicos o sepan la importancia de reciclar, etc.
Medios de comunicación
En los últimos años, los periódicos y muchísimas páginas de Internet se han dado a la tarea de compartir listas sobre playas y otros cuerpos de agua dignos de visitar en P.R. En estas listas, muchas veces se incluyen lugares que no están preparados para recibir a grandes cantidades de personas o simplemente se desconoce su capacidad de acarreo. Esta situación puede parecer insignificante pero tiene un peso muy significativo sobre los efectos que sufre el ambiente. Por ejemplo, la imagen aquí expuesta del manantial de Vega Baja se compartió el día 11 de abril y tan pronto como el 13 de abril el periódico Primera Hora publicó un artículo titulado “5 lugares en la Isla para darte un chapuzón en la Isla” donde se invita al público general a visitar el manantial. Este corto reportaje fue elaborado por el equipo de GFR Media Brand Share para la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA); se ha publicado también en endi.com y en indicepr.com.
Primero, deberíamos preguntarnos qué facultad tiene la AAA para llevar a cabo este tipo de propaganda. Más aún cuando sus acciones están generando problemas en los cuerpos de agua, cuerpos que les corresponde a ellos proteger también. El hecho de escribir al final de sus artículos “llévese su basura” luego de visitar estos lugares, no es suficiente. No quiere decir que esto no es relevante, pero la basura no es el único aspecto nocivo ni la única huella que dejamos al visitar estos lugares.
Los medios de comunicación han abusado en la promoción de estos lugares. De otra forma, las actividades recreativas que se comienzan a llevar acabo acaban por rezagar completamente los recursos naturales, deteriorándolos gravemente. Muchos de estos lugares no han pasado por un debido proceso de investigación que permita delimitar la cantidad de personas que pueden visitar el lugar de modo que el impacto ambiental sea mínimo. Los medios de comunicación deberían promover lugares de atractivo turístico en coordinación con agencias, como las ya mencionadas, que puedan certificar que estos están preparados para recibir grandes cantidades de visitantes. De lo contrario, es un acto de completa irresponsabilidad a la ética ambiental.
Responsabilidad individual
Ahora bien, el que hayamos recibido una invitación a una casa no significa que tenemos que entrar y dejarla hecha un desastre. Son muchísimas las personas que han tenido la dicha de visitar los “secret spots”, algunos compartiendo la ubicación y otros escondiéndolas. Así compartan o no su ubicación, es insensato asistir a estos lugar sin conocer de antemano las condiciones a las que estamos exponiendo los recursos naturales. Es importante que conozcamos todos los tesoros naturales que guarda Puerto Rico pero para disfrutarlos y cuidarlos, no destruirlos.
Para que una persona cuide y se sienta responsable del ambiente natural, como se mencionó, son diversas las experiencias que lo van formando. Además, es necesario que estemos expuestos a ciertas enseñanzas sobre los diversos problemas ambientales y sus soluciones. Una persona que no conoce las implicaciones de tirar una bolsa plástica al suelo no tiene por qué preocuparse por el ambiente. Ahora, la que sí reconoce las consecuencias de estas acciones, como menos, tiene la responsabilidad de comunicarlo a los demás. Nadie nace sabiendo y por eso debemos ser más sensibles ante estos comportamientos y no señalar e insultar, como solemos hacer. Generar una actitud más proactiva e informativa sobre diversas problemáticas ambientales puede ser un acercamiento más efectivo. Por otro lado, las acusaciones de lo que ‘el otro’ hace o deja de hacer, nos eximen, de forma ilusoria, de una responsabilidad compartida.
Por lo que se ha observado, muchas personas que tenían conocimiento previo de ciertas localidades, se reservaban su ubicación a modo de evitar la entrada de más personas al lugar. Esta actitud absurda genera la impresión de que quien visita sin decir en dónde está es más responsable con el ambiente que el resto de la población. El mero hecho de poner pie en un cuerpo de agua, por dar un ejemplo, altera y deteriora el estado del mismo (eg. con productos contaminantes como productos de piel y pelo). Claro que hay otros daños que nos parecen más obvios como dejar basura tirada por todo el lugar, pero para esto tenemos precisamente las agencias mencionadas anteriormente y otros grupos de voluntarios.
Como un primer paso, se podrían generar querellas con las agencias pertinentes, pero no debemos limitarnos. Son muchas las personas que se dedican, voluntariamente, a limpiar o recoger la basura de cuerpos de agua y otros espacios. Esta labor merece mención y mayor atención, puesto que son muchas las personas que se preocupan e intentan cuidar, en la medida posible, nuestros recursos naturales. Podemos, por tanto, unirnos a reclamos de grupos que ya están trabajando sobre problemas ambientales particulares o podemos comenzar trabajos propios. Esto nos lleva a contemplar el siguiente punto, escalar nuestra responsabilidad como individuo y convertirla en una de activismo ambiental.
Activismo ambiental
Ya es tiempo de superar todas las connotaciones despectivas que lleva el ser un activista ambiental (hippie, tree hugger, etc.). Tenemos personas en el País que han dedicado su vida a proteger el ambiente y nuestros recursos, su trabajo es digno de reconocimiento y emulación. El activismo ambiental es una de las manifestaciones más importantes del comportamiento pro-ambiental. Es mediante el mismo que resaltamos la importancia del medio ambiente y priorizamos un mayor número de problemáticas ambientales ¿Realmente importa? Bueno, por citar un ejemplo, son muchas las personas que se enaltecen resaltando lo mucho que reciclan en su hogar e intentan instruir a los demás sobre lo importante que es esto. Esto es necesario, pero no suficiente, mucho menos cuando la meta establecida de reciclaje en Puerto Rico, por ley, es del 35% y, hasta el momento, solo reciclamos el 14% de los residuos sólidos. Tampoco tenemos la infraestructura necesaria para cumplir con el porciento de reciclaje establecido. Es decir, si no exigimos a las entidades pertinentes que se diseñe un sistema de manejo de residuos que nos permita reciclar y reusar debidamente ¿de qué sirve que reciclemos en nuestros hogares?
Es nuestra responsabilidad organizarnos y participar activamente en torno a las diferentes problemáticas ambientales. Esta es una de las formas más efectivas para llevar un mensaje claro y realmente oponerse o favorecer medidas que incidan sobre el medio ambiente. Tal ha sido el caso del Corredor Ecológico del Noreste, Playas pal’ Pueblo y el gasoducto, entre otros. La participación ciudadana es necesaria cuando los organismos gubernamentales pertinentes no responden adecuadamente a los problemas ambientales.
Existe un acuerdo generalizado en la necesidad urgente de la educación ambiental en Puerto Rico, entonces ¿qué esperamos para exigir, con más contundencia, que se implemente de una vez y por todas? Lo mismo sucede con el tema aquí contemplado. Si visitamos lo “secret spots”, y eventualmente nos percatamos de que se están deteriorando ¿Qué necesitamos hacer? ¿A qué autoridades debemos referirnos para que se controle la entrada a esos lugares? Hacernos estas preguntas es mucho más productivo que la generalizada actitud derrotista; nos hace partícipes del cuidado ambiental y nos ayuda a entender un poco más el por qué de nuestra apatía hacia temas relacionados con el ambiente.
En fin, el comportamiento pro-ambiental no es producto de una sola cosa, muchas experiencias, eventos, enseñanzas, entre otros, influyen en el que una persona desarrolle una consciencia y un comportamiento pro-ambiental. Pero, definitivamente, estos últimos no nacen de comentarios clasistas o insultos publicados en redes sociales. Lo que sí sabemos es que hacen falta personas que denuncien el abandono y maltrato de nuestros espacios naturales, hace falta gente que sepa reconocer la raíz de los problemas ambientales y de la falta de conciencia ambiental. Pero no podemos limitarnos a quejarnos únicamente por los medios sociales de casos que nos impactan, que se ponen de moda o están “trending”. Antes de culpar a ‘los otros’ preguntémonos primero qué medidas están tomando quienes gobiernan para promover una mayor preservación de nuestros recursos. Cuestionemos toda manifestación de daño a nuestro ambiente y mantengamos presente que desde el hogar, el trabajo, etc. son muchos los comportamientos que nos parecen ‘normales’ pero son perjudiciales para el ambiente.
Evaluemos qué cosas podemos hacer y cómo podemos participar más activamente en el cuidado ambiental. Y en cuanto a los “secret spots”, comencemos a denunciar la irresponsabilidad de los medios y de las autoridades. Nuestros recursos naturales son nuestra fuente de vida. Por esto, nos corresponde a todos dar muchísimo más para cuidarlo.
La autora es estudiante de Maestría en Psicología Ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México.