Por: Fabiola Ortiz
El Océano Atlántico es la última frontera al este de Brasil, pero todavía resulta una incógnita la dimensión total de su biodiversidad, y la investigación científica y la protección de esta camina rezagada respecto a la explotación de recursos como el petróleo.
La Amazonia Azul, nombre con el que las autoridades lusas han identificado la zona biodiversa y rica en recursos energéticos de su mar patrimonial, cuenta con un tamaño muy similar al Amazonas, la selva tropical brasileña y en torno a la mitad del territorio continental del país.
Por esa costa salen además 95% de las exportaciones de la potencia latinoamericana, según datos oficiales.
La plataforma marítima de Brasil guarda 90% de las reservas petrolíferas probadas y 77% de las gasíferas. Sin embargo, el gran reto es proteger las riquezas de la Amazonia Azul a lo largo de los 8,500 kilómetros de costa.
“No nos fijamos en la grandiosidad de ese territorio. Para hacernos una idea, la Amazonia Azul se compara al tamaño de India”, dijo el director del Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidad Federal Fluminense, Eurico de Lima Figueiredo.
Para este politólogo, “no estamos preparados para cuidarla, (porque) aún no se considera una prioridad política y económica del país”.
El investigador, quien presidió la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa entre 2008 y 2010, aseguró que “Amazonia Azul” pretende servir como referente o expresión para la denominación de territorios vinculados a los nuevos tratados del derecho marítimo internacional.
Brasil está entre los 10 países del mundo con mayor plataforma continental, en un océano que -como el Atlántico- mantiene oculta una incalculable riqueza marina, con grandes potencialidades económicas, científicas y tecnológicas.
Según la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de cada país abarca su mar territorial, que consta de 12 millas náuticas desde la línea de base; la zona contigua, que llega hasta las 24 millas; y el mar patrimonial, que alcanza hasta las 200 millas náuticas.
En el caso de Brasil, la ZEE superaba originalmente los 3.5 millones de kilómetros cuadrados (km2).
A ese territorio, el país solicitó añadir otros 963 mil km2. La petición fue respaldada por diferentes instituciones -incluidas las científicas- bajo el argumento de que esos kilómetros adicionales representaban el seguimiento natural del talud de su plataforma continental.
La Comisión de Límites de la Plataforma Continental, organismo adscrito a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y conformado por 148 países, dio hasta ahora la razón a Brasil en la incorporación a su ZEE de 771 mil km2, mientras permanece pendiente la decisión sobre el resto de los 192 mil km2.
La reivindicación brasileña, al menos en la expansión de la plataforma concedida hasta ahora, cumple con los requisitos de la Convención de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y le da al país potestad para explotar los recursos existentes en el área ampliada y le obliga a mantener responsabilidades en su manejo.
El reconocimiento a favor de Brasil -aun cuando no haya sido total- no ha dejado de levantar suspicacias entre algunos vecinos, sobre todo por los inmensos intereses económicos en la plataforma continental adicional concedida.
Figueiredo indicó que el gran reto en la actualidad es monitorear y proteger la plataforma marítima. “No tenemos plena soberanía en relación a los territorios marítimos. La sociedad brasileña no sabe de la necesidad y la importancia de proteger la Amazonia Azul. Hay una gran carencia, en relación a nuestras necesidades”, argumentó.
En 2005 se aprobó un plan de modernización de la Armada (el ejército de Brasil) con una inversión estimada de 30 mil millones de dólares hasta 2025. La defensa de un país es compleja, evaluó Figueiredo, pues reúne dimensiones militares, económicas, técnicas y científicas.
Actualmente, la velocidad con que se explotan los recursos marinos -como los hidrocarburos situados bajo una capa de sal de más de 2 mil metros, a 250 kilómetros de la costa y a 7 mil metros de profundidad- es mucho más rápido que el ritmo de las investigaciones científicas.
Los depósitos de petróleo presal, descubiertos hace una década, colocarían a Brasil entre los 10 países con mayores reservas de hidrocarburos del mundo. Actualmente, la nación produce diariamente el 27% de los más de tres millones de barriles equivalentes de petróleo y gas.
“Esa región pertenece a Brasil, el país ha asumido compromisos frente a la ONU para monitorear y estudiar los recursos vivos y no vivos, como el petróleo, el gas y la minería. Si no la preservamos, vamos a perder esta gran riqueza”, alertó el oceanógrafo David Zee, de la Universidad Estadual de Río de Janeiro.
En su opinión, Brasil está lejos de cumplir los compromisos asumidos frente a la comunidad internacional. “La ONU nos impone deberes e investigación científica. Tenemos que tratar con más cuidado a nuestros recursos marinos”, sostuvo.
Aparte de la riqueza hidrocarburífera, en gran parte de la ZEE se sobrepone el bioma de la Mata Atlántica, que se extiende por 17 estados brasileños, 14 de ellos costeros.
La organización ambiental SOS Mata Atlántica precisa que las zonas costeras y marinas representan la transición ecológica entre ecosistemas terrestres y marinos, como manglares, dunas, acantilados, bahías, estuarios, arrecifes, corales y playas. La riqueza biológica de estos ecosistemas convierte a las áreas marinas en grandes “viveros” naturales.
El litoral, además, se compone de aguas frías al Sur y calientes al Noreste, lo que contribuye a la diversidad biológica y da abrigo a numerosas especies de fauna y flora.
Sin embargo, solo 1.5% de la zona marítima brasileña está bajo alguna figura legal de protección, asegura la organización.
Con ese contexto, asegurar la soberanía nacional sobre las aguas jurisdiccionales es aún un gran desafío político y militar. En marzo, unos 15 mil militares y 250 naves y aeronaves de la Armada brasileña participaron en la Operación Amazonia Azul, la mayor realizada hasta ahora en sus aguas patrimoniales.
“Esta fue una oportunidad para capacitarnos y garantizar la seguridad de la navegación, la represión a ilícitos y hacer patrullas en el mar. La misión implicó toda la extensión territorial de Brasil”, dijo a IPS el capitán de corbeta Thales da Silva Barroso Alves, comandante de uno de los tres patrulleros oceánicos que tiene Brasil para monitorear la Amazonia Azul.
Esas embarcaciones fiscalizan la muy extensa costa en “áreas de gran interés económico, explotación y accidentes. La pesca ilegal es también recurrente”, comentó Thales.
El militar argumentó que la extracción de los recursos del mar debe realizarse de forma “consciente y sostenible”, con la finalidad de preservar la biodiversidad.
El politólogo Figueiredo comparte ese punto de vista. “Defender la Amazonia Azul pasa por nuestra capacidad de desarrollar medios técnico-científicos para proteger la biodiversidad en esta área tan extensa”, resaltó.
(Publicado originalmente por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.)