Para muchos de los dramaturgos puertorriqueños, son más las obras de sus repertorios que no han visto puesta en escena que las que sí. Por otro lado, la mayoría de los estrenos en la Isla nos pueden dar una nueva visión teatral, que en las manos equivocadas, puede resultar negativo (véase El evangelio apócrifo de las mujeres). Es decir, los remontajes tanto como los estrenos son navajas de doble filo.
El Quincuagésimo Sexto Festival de Teatro Puertorriqueño terminará con un remontaje de Tere Marichal, quien es víctima de esos repertorios olvidados. El adiestramiento, pieza estrenada para el 1998 bajo la dirección de Israel Lugo, vuelve sin bombos ni platillos a escena, bajo el mando de Yeimyl Rivera y las actuaciones de Ernesto Concepción y Kisha Tikina Burgos.
El texto teatralmente absurdo nos presenta a Ostic (Burgos) y a Ticos (Concepción), dos personajes eléctricos que habitan una tienda por departamento llamada Praymark. Una vez las puertas cierran y las luces se apagan, Ostic sale por entre los anaqueles para entrenar profesionalmente a Ticos y, de paso, a todos los miembros del público presente, para ser empleados idóneos de una sociedad capitalista.
Para esta pieza, Marichal propuso una vanguardia cuya presencia benefició al teatro puertorriqueño, cuando se estrenó en el Festival de Teatro de Vanguardia del Ateneo Puertorriqueño. La mera presencia del texto en nuestra cultura es un respiro en una sociedad que suele ignorar las influencias de Samuel Beckett y Eugene Ionesco en su mayoría.
El género no le da ni tan siquiera un empujón al texto para llegar a la gloria, tampoco le da un visto bueno a su profundidad y creatividad como tal.
El adiestramiento es un banquete de crítica social hacia los poderes del capitalismo y como esos se entrelazan con lo que nos quiere inculcar la iglesia de forma obligatoria. Praymark, en su nombre solamente, sugiere una sátira a las corporaciones multinacionales de la envergadura de Wal-Mart así como a los cargos de conciencia del feligrés habitual con el prefijo Pray.
El teatro del absurdo siempre ha sido escenario para criticas sociales, comenzando con Esperando a Godot donde la falta de una trama común y corriente refleja el presente humano de depresión, desolación e irracionalismo. Sesenta años después en este mundo que adopta un ritmo acelerado, estos mismos temas se deben escenificar bajo más creatividad y, quizás, simbolismo.
Este es el gran fallo de Marichal. Mientras escribe dos personajes excelentes que le ofrecen un prisma actoral inmenso a quienes los interpreten, la temática junto a las herramientas para entregarla es muy obvia y clichosa para tener una profundidad seria.
Seguramente, el montaje trata de contemporizar algunos aspectos del texto. Referencias al IVU, al IVA y a diferentes eventos de la sociedad puertorriqueña inmediata eran necesarios dentro del remontaje para cuestiones de crítica. No obstante, algunas referencias resultan torpes, incomodas y forzadas como el amor incesante que le tiene Ostic a los “selfies”.
Habrá a quienes los elementos dramatúrgicos de Marichal les trabaje por ser igual de absurdos que el mundo que habitan Ostic y Ticos. Sin embargo, los 17 años que han pasado desde su estreno, han moldeado al teatro en general para que acople mejor los discursos absurdistas de una manera más natural. Precisamente, uno de los argumentos del teatro absurdo es que dicta un mundo más real y cercano a nosotros que el que el mismo realismo retrata.
Asimismo, la dirección de Rivera no usa los componentes contemporáneos de la pieza para impresionar al público con un montaje fresco del texto de Marichal. Praymark, que puede ser tan protagonista del espectáculo como Ostic y Ticos, se echa (literalmente) a un lado, despejando el espacio de grandes posibilidades para esta pieza.
Si bien el cariño estético a la pieza de parte de la directora se ha descartado, su trabajo sí está presente en las interpretaciones de Burgos y Concepción. Lo que se puede salvar de la pieza y lo que el público se llevará en sus mentes una vez se acabe la función recae en los hombros de esta pareja que no decepciona.
El humor fársico que hemos conocido de Concepción en piezas anteriores como Fabuloso, brilla enormemente en su personaje de Ticos a beneficio de la pieza de Marichal. Su personaje atrae magistralmente la concepción absurda de “reír para no llorar”, mientras brinca, salta e interactúa con el público con una confianza muy bien recibida.
Al igual, Burgos interpretando a Ostic entrega un buen trabajo. La patrona omnipotente que adiestra al pobre Ticos llega a brotes de comedia agradables. Sin embargo, la energía de Burgos toma vuelo aprovechándose de la de Concepción, quien se encuentra en una cima actoral y energética durante toda la obra.
En fin, El adiestramiento no es una noche completamente perdida en el teatro. Las incidencias de esta pareja vagabunda dentro de las situaciones de un Puerto Rico de hoy día provocan carcajadas como cariño en algunos momentos. Lo que se pierde en este montaje es la posibilidad de una creatividad exorbitante para un texto que lo amerita y se beneficiaría de ello.
Es más bien solo una noche divertida con los personajes de Marichal en vez de serlo junto a un impacto socio-teatral magnífico que deje a las personas perplejas y pensativas en un futuro lleno de Praymarks.
El adiestramiento continúa este fin de semana en el Teatro Victoria Espinosa con funciones el viernes y sábado a las 8:00 p.m. y el domingo a las 6:00 p.m.