La competencia con librerías multinacionales y el mundo digital sumado a los altos costos de producción en la Isla y el pago de impuestos mantiene a la insipiente industria del libro puertorriqueña con una perspectiva de futuro poco halagüeña, según un grupo reconocido de autores, editores y libreros de Puerto Rico entrevistados por Diálogo.
Uno de los aspectos que sin duda ha afectado al mercado del libro en los últimos años ha sido la aplicación del Impuesto sobre Ventas y Uso (IVU) a dicho producto cultural.
“Tu no puedes agravar una industria que no es sólida porque la vas a destruir. No es como si fuera el alcohol. El alcohol aguanta cualquier impuesto porque la gente va a seguir bebiendo porque es un vicio. No debe haber impuesto al libro”, afirmó Rafael Acevedo, director de la editorial La Secta de los Perros.
Su opinión, cónsona con la de la Asociación Puertorriqueña de la Industria del Libro (APRIL) presidida por Alfredo Torres Otero, parece haber sido escuchada por la alta jerarquía política del País, que decidió finalmente excluir al libro de la imposición de ese tributo a partir del 1 de julio de este año. Para esa fecha entrarán en vigor las nuevas enmiendas a esa ley contributiva. Su aplicación a los libros hubiera sido nefasta pues el impuesto que actualmente paga 7% por cada dólar implicado en una transacción de compra y venta, se elevará a 11.5%.
Torres declaró que lograr la exclusión del libro fue una gran victoria para la industria. Asimismo, aseguró que confía que ese producto cultural se mantenga exento de nuevos impuestos en el futuro.
“Se logró la exclusión. Con Aníbal [Acevedo Vilá], todo caía bajo el IVU. Con [Luis] Fortuño, eran días de gracia, ahora es exclusión”, observó Torres. “Es un gran avance para el libro. Es una medida de justicia y están las cosas donde debieron estar en un principio: el libro sin IVU”, resaltó.
Aunque, ciertamente, la exención contributiva conquistada representa un gran alivio para una industria que lucha por abrirse paso en el mercado local, existen otras batallas importantes por lidiar.
Acevedo, denunció que la situación precaria que atraviesa la industria del libro en Puerto Rico actualmente se debe en gran medida a los costos de producción.
“Los costos de producción de un libro son altos. Si lo piensas como negocio, el margen de ganancia es mínimo, a menos que vendas mil o dos mil libros”, sostuvo el también escritor y profesor universitario.
Por su parte, Samuel Medina, dueño de Librería AC, Café y Bistro en Santurce, explicó que el tipo de imprenta disponible en Puerto Rico, encarece los costos de impresión. Las imprentas no están diseñadas para libros, sino periódicos o material publicitario.
Producción con obstáculos
Los tropiezos que ha confrontado la industria del libro puertorriqueña durante su desarrollo ha llevado a algunos de sus integrantes a cuestionarse si en Puerto Rico tal industria existe.
La escritora Mayra Santos-Febres, por ejemplo, opinó que Puerto Rico tiene elementos que compondrían una industria del libro, pero aún no ha logrado configurarse del todo.
“Una industria del libro tendría que ser considerada como tal, reunir al gremio de la industria, tener puntos de venta que estén activos alrededor de la Isla, que eso no lo tenemos, y también tener actividades que promuevan esa industria y aquí hay pocas, indicó la fundadora y organizadora del Festival de la Palabra, feria del libro que reúne anualmente en San Juan escritores de toda Hispanoamérica.
“La producción de libros es pequeña y es difícil de mover. Por lo tanto lo que yo veo son ciertas piezas de una cosa que podría ser una industria pero todavía no lo es”, sostuvo.
Contrario a la percepción de Santos-Febres, tanto Torres así como Medina y Acevedo concuerdan que Puerto Rico sí tiene una industria del libro, aunque con obstáculos y dificultades para seguir progresando.
Medina, por su parte, entiende que Puerto Rico cuenta con una industria del libro a una menor escala de lo que existía en el pasado y por eso se encuentra en una etapa crucial. Destacó entre otros señalamientos la disminuida cantidad en librerías y oferta de publicaciones extranjeras.
Con estas inquietudes en mente, en enero de este año Medina difundió digitalmente el Informe sobre la industria del libro puertorriqueña 2013-2014, donde identificó los obstáculos más comunes del crecimiento de la industria, además de incluir datos sobre ventas y preferencias del público lector respecto a su librería. Los datos reflejan muchos de los aspectos mencionados por el grupo de entrevistados:
- Pocos puntos de ventas
- Falta de difusión en los medios
- Anacronismo en las formas de mercadeo y publicidad
- Costos de impresión y distribución
- Reproducción ilegal de propiedad intelectual
- Avances tecnológicos
- Librerías de grandes cadenas
- Tiendas virtuales
- Escasa población de lectores
- Pobre apoyo gubernamental e institucional
Otras dificultades
Entre los señalamientos del informe de Medina, los puntos más perjudiciales según el grupo de entrevistados son la disminuida cantidad en librerías, poco apoyo gubernamental y poca oferta de publicaciones extranjeras.
“A nivel local afectan los puntos de venta”, aseguró Neeltje van Marissing Méndez, directora de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, aludiendo a las pocas librerías que existen en el País.
“No es un secreto que hay menos librerías ahora que hace 15 años y es una pena porque por un lado, la producción ha aumentado”, señaló. Explicó que han surgido muchas editoriales independientes con libros excelentes y de temas variados, pero los espacios para mercadearlos son menos.
En cuanto al poco apoyo gubernamental, Santos-Febres señaló que es lamentable que el Gobierno no se involucre más a través de sus instrumentalidades educativas y culturales en el fomento de la literatura como medio de enseñanza a los niños y jóvenes.
“Creo que es un error garrafal que el Departamento de Educación de Puerto Rico [por ejemplo], no compre libros puertorriqueños ni integre a los escritores puertorriqueños en los currículos, no como únicos pero integrados, ni que no tengan un programa en el que escritores visiten escuelas. Eso lo tienen todos los países que se respetan en el mundo”, planteó la escritora.
Torres, por su parte, resaltó el hecho de que no se cuenta con representación de casas editoras extranjeras y, aquellas que existían en la Isla, cerraron a causa del surgimiento de Borders. Por su carácter de megatienda, Borders tenía la habilidad de asignarle grandes descuentos a libros nuevos, algo con lo que las librerías locales no pudieron competir.
“Las librerías perdieron entre un 30, 40, 50, 60 por ciento de sus ventas inmediatamente [tras la llegada de Borders]). Por lo tanto, en un periodo de un año, cerraron. Se quedaron fundamentalmente las que estaban en los cascos urbanos. En los shopping no quedó nada”, anotó. Destacó que las que quedaron sobrevivieron gracias a que también se dedicaron a hacer otras cosas.
Comentó por otro lado que “ahora mismo en Puerto Rico hay muy pocos distribuidores de libros y eso ha redundado en una pobreza en las librerías existentes porque no hay de dónde surtirse”.
Asimismo, denunció que el auge de los libros electrónicos conseguidos a través de Amazon, por ejemplo, y la piratería de libros en las universidades también afectan a este mercado.
Mañana en el segundo reportaje de esta serie de tres artículos sobre la industria del libro en Puerto Rico: Los espacios privilegiados del libro.