¿Te asusta pensar que alguien te siga sin que tú lo sepas? Escalofriante, ¿cierto? Antes, esa posibilidad era muy remota, a menos que tuvieras negocios turbios o algún admirador secreto, entre otras razones demasiado peculiares.
Tal vez, lo vimos en algun guion hollywedense y nunca conocimos un caso real de este tipo de asecho.
Ese era el pasado, que en realidad no es muy distante, hoy, cualquiera puede mirarnos a través de esa vitrina llamada el espacio cibernético.
Ahora, el que así lo desea nos rastrea, nos encuentra y nos observa cuantas veces quiera.
Estamos al alcance de un barra de un metabuscador, y la vuelta de la esquina de un simple tecleo de nuestro nombre. Esas huellas que dejamos dispersas en la tan transitada avenida supersónica de la información, conforman nuestra identidad digital.
La doctora Aury Curbelo , profesora de Administración de Empresas (ADEM) del Recinto Universitario de Mayagüez (R UM) y certificada como investigadora forense de delitos cibernéticos (entre otras certificaciones de seguridad en la red) define la identidad digital como: El conjunto de rasgos que caracterizan a un individuo o colectivo en un medio de transmisión digital.
Allí, en ese mundo virtual que acumula millones de piezas de información, también estamos nosotros, y los demás nos miran. ¿Quién nos busca? Nuestros amigos y enemigos; nuestros familiares y desconocidos; nuestros jefes y compañeros de trabajo; el gobierno y los patronos; nuestros supervisados y estudiantes; nuestros ex (lo que sea) y nuestros futuros (lo que se espera). En fin, estamos tan accesibles que las posibilidades son infinitas. ¿Qué implicaciones tiene esto?
Más de las que aquel -que publicó en una red social una foto con una bebida en mano mientras vestía una camisa con el logo oficial de su compañía- se puede imaginar. Más de lo que la otra – que publicó comentarios ofensivos sobre su patrono anterior- puede pensar. Más de lo que todos aquellos que no tienen filtro y el teclado es una extensión de sus pensamientos, puedan sospechar.
Las consecuencias son tan infinitas como la cantidad de gente que puede mirarnos.
Y es que allí, según añade Curbelo, está nuestra reputación digital que es: El reflejo del prestigio o estima de una persona o marca en internet. Todo lo que publicamos y los que otros publican sobre nosotros incide en esa imagen que en antaño se manejaba por el ”qué dirán” y hoy se maneja por el “qué verán”.
Son múltiples las implicaciones en la vida diaria de nuestra imagen digital, desde relaciones personales mancilladas hasta en el entorno laboral. Si todos nos miran, ¿pueden también los patronos en los que solicitamos empleo buscarnos?
Por supuesto, y es una práctica ya documentada en estudios. Una encuesta realizada por Career Builder en el 2009 encontró que el 45% de los patronos encuestados utilizaron las redes sociales como criterio para evaluar el trasfondo de los candidatos a empleo.
¿Y qué buscan?
Si el candidato ha publicado fotos provocativas e inapropiadas. 53%
Si el candidato publicó contenido sobre el uso de alcohol o drogas, 43 %
Si el candidato publicó algo negativo de sus previos patronos, compañeros de trabajo o clientes. 35%
Si el candidato mostró pobres habilidades de comunicación. 29%
Si el candidato hizo comentarios discriminatorios. 26%
Si el candidato mintió sobre sus cualificaciones 24% Si el candidato compartió información confidencia de su pasado patrono. 20%
¿Piensas que atentan contra tu intimidad y tu derecho de expresión?
Lo cierto es que simplemente estas allí -de la forma en que quieras proyectarte- y ellos también te miran.
Además, recientemente la Federal Trade Commission, le dio el visto bueno a una compañía llamada Social Intelligence Corp. para hacer investigaciones del historial de los candidatos (background checks) a través de las redes sociales.
No tan sólo eso, sino que acumulan la información por siete años. Sí, esas fotos comprometedoras que le regalas a Facebook, también las ubican allí. Es así, alguien nos mira. Debes ser cauteloso con lo que publicas, que finalmente es lo que te representa. Sí, ellos nos miran. Y por supuesto, yo también te observo a ti.
Fuente Blog Colisión Generacional