El corazón late intensamente, todo el mundo grita y los carros empiezan a sonar con sus "pipas". Los aros brillan y la oscuridad predomina. De entrada, reina el misterio y la adrenalina invita a salir. Personas de todas las edades, se reúnen apostados a ambos lados de una calle recta, para ver quién será el próximo campeón de la fiebre.
Son carreras en las que se juega todo. Incluso, en numerosas ocasiones, jóvenes han perdido sus vidas luchando por ser número uno, por tener el mejor carro, por ser reconocido como el mejor y demostrar que es capaz de hacer lo que sea para llegar primero a la meta. Sin importar su alrededor, su enfoque principal es ganar.
Las carreras clandestinas se llevan acabo en las carreteras de Puerto Rico desde aproximadamente los años 1970, explicó a Diálogo Gaby Turbo, mecánico que hace más 20 años frecuenta e incluso llegó a correr en este tipo de carreras.
Algunos opinan que es imposible evitarlas porque se llevan a cabo en diferentes pueblos y casi siempre se van rotando los lugares.
Aunque, quienes participan en estos eventos clandestinos reconocen los peligros a los que se exponen, así como las penalizaciones por ley y ordenanzas que prohíben estas prácticas, no consideran que esto evitará que se pongan en práctica.
Incluso, hay quienes las ven como una tradición.
Más allá, la posibilidad de ganar prestigio, dinero o a hasta un auto nuevo los invita a montarse en sus carros y acelerar hasta sobrepasar los límites de millas por hora.
“La adrenalina corre bien fuerte y los latidos del corazón van a un cien por ciento. Es tanta que no sabes cómo va a reaccionar tu cuerpo. Cuando se enciende la adrenalina, lo que importa es ganar”, describió Gaby Turbo.
“Hacer algo que no debes, incrementa el nivel de adrenalina”, añadió por su parte Papo Caneca (seudónimo), quien lleva más de diez años "dando chambón" en las carreras clandestinas en Bayamón, Guaynabo, Caguas, Arecibo y Ponce.
“En una de las carreteras de Caguas, estaba listo para salir, cuando aceleré, me di cuenta que había una patrulla en el paseo que me seguía… llegué a mi casa en 10 minutos. No quería que me parara, sabía que me iban a multar, arrestar y quitarme el carro”, recordó en su entrevista con Diálogo.
Papo Caneca, indicó que actualmente continúa corriendo en algunas de estas carreras, porque “no hay variedad de pistas en Puerto Rico, quedan muy pocas y cerraron la más cercana al área metropolitana en Carolina”.
Según los entrevistados, en Puerto Rico sólo existen en la actualidad las pistas de Arecibo, Salinas y Ponce, en las que se debe pagar un costo de inscripción desde $5.00 en adelante, dependiendo del evento.
A pesar de ser fiel a este tipo de eventos, Gaby Turbo, reconoció que “muchos mueren al tomar riesgos porque no quieren perder”.
En efecto, la polémica que rodea a estas carreras gira en torno a los casos de muertes a causa de accidentes de tránsito que se han registrado en carreteras locales durante este tipo de carreras.
Por ejemplo, el mecánico recordó que en una ocasión dos conocidos fueron a probar un "nitro" y llegaron hasta las 130 millas por hora, al no esquivar un badén, el carro se descontroló y chocaron contra un muro de cemento. Uno de ellos murió.
Una fiebre difícil de controlar
La Policía y diferentes municipios han hecho esfuerzos para evitar las carreras clandestinas. Ese fue el caso de Bayamón, donde se creó la Ordenanza número 41 en la que se penalizan a todas las personas que participen en las carreras clandestinas con una multa de $3,000.
El agente Juan Tellado, de la División de Tránsito del Municipio de Bayamón, aclaró que “el problema no es generalmente para el que corre, sino para el público ajeno. Muchas veces, familias han sido impactadas por los carros en exceso de velocidad”.
Por esta razón, los agentes salen a las calles para monitorear los posibles puntos de encuentro y, de ser necesario, hacer bloqueos para verificar quién estuvo participando en una de estas carreras.
“En Bayamón estuvieron hace unos meses haciendo las carreras. Reforzamos la Policía de noche los martes y jueves para intervenir con los muchachos y los números han bajado”, explicó Tellado.
Según el agente, el mayor reto con el que se han topado a la hora de tratar de controlar estas prácticas, es que los corredores cambian de municipio una vez notan que los policías conocen los puntos de encuentro.
“Ellos se mueven, son nómadas”, expresó.
En este sentido, la Policía constantemente tiene que rediseñar sus estrategias y colaborar con otros municipios.
Y es que, según establece la Ley 22 en el Artículo 5.07 en Puerto Rico “se prohíbe terminantemente las carreras de competencia, los concursos de velocidad y los concursos de aceleración en las carreteras estatales y municipales de Puerto Rico cuando las mismas no sean autorizadas por el Secretario.”
La Ley destaca que las sanciones constituyen desde una multa de $250 hasta $5,000, suspensión de la licencia de conducir de un mes o de por vida, confiscación del auto que participa de la carrera o regateo.
Muchos de los corredores están al tanto de esta la Ley y escogen darse a la fuga antes que parar ante un policía. La noche les facilita esconderse en callejones y llegar hasta lugares donde se sienten seguros.
Pasatiempo que puede llegar a la obsesión
Varios de los participantes de las carreras clandestinas reconocen la adrenalina que sienten al montarse en un auto y acelerar. Además, reconocen el peligro que representa correr, sin embargo, pocos conocen las implicaciones sociales y psicológicas que podría conllevar participar en este tipo de acciones.
Según explicó el sociólogo José Rodríguez Gómez, “aquí quizás lo que uno debe tomar en consideración es en qué medida estas acciones hacen que no puedas vivir una vida normal y ahí es que está el problema más serio".
Cuando estas prácticas se convierten en una obsesión y pasan a ser una compulsión, podría llevar a tener "una disfuncionalidad en el ámbito social".
"Si tú estas pendiente de que tengo que salir de mi trabajo y tengo que estar listo con el carro y tengo que ganarle a mi compañero, puedes generar un estado de ansiedad marcada”, detalló el sociólogo.
Además, Rodríguez Gómez recomendó que se “debe tomar en consideración cómo se afecta a la familia y cómo se afecta a la comunidad. Muchas veces, puedes no estar preparado, que el carro se salga de control y pagar una vida inocente”.