Nota editorial: Segunda parte de un reportaje a profundidad que analiza las similitudes y diferencias entre las culturas político partidistas de Puerto Rico y México, usando como marco de referencia el reciente proceso eleccionario en tierra azteca.
Ayer, en la primera parte de este artículo, discutimos las elecciones a nivel federal que ocurrieron en México a principios de mes. Los entrevistados, además, compararon las similitudes que se dan entre la nación norteamericana y Puerto Rico: ambos países agobiados por un sistema bipartita de gobierno que, en convenio con las mayores empresas mediáticas, se afanan en mantener el “establishment”. Hoy, analizamos un tercer elemento que Borinquen y México comparten: el narcotráfico y la empresa criminal como fuente de financiamiento político, y las implicaciones de esta simbiosis en la ciudadanía.
Decíamos ayer que entre México y Puerto Rico había una relación que los unía más que las peleas de boxeo entre gladiadores de ambas naciones. De la mano de dos recursos que viven en México, la etnohistoriadora Yollolxochitl Mancillas López y la periodista Carolina Hernández, de Reporte Índigo, y del sociólogo José Luis ‘Pichy’ Méndez hablamos del bipartidimismo que gobierna en ambos lugares, y cómo este se nutre de las grandes empresas mediáticas y del impacto de las redes sociales. A eso tenemos que añadirle un tercer elemento: el crimen organizado como parte integral de los comicios electorales.
Sucede que tanto en México como Puerto Rico, la conducta criminal aparenta ser algo normal en el desarrollo de asuntos gubernamentales y en las acciones de la política partidista de dichos países. De hecho, es como si el factor crimen ya fuese parte íntegra de las culturas políticas de ambas naciones, aunque quizás sea una tendencia mundial del capitalismo. Una muestra de esto es el hecho de que los nueve gobernadores recién electos en México llegan con acusasiones de corrupción a flor de piel.
Por ejemplo, Carlos Mendoza, gobernador electo del estado de Baja California Sur y miembro del PAN, es investigado en estos momentos por la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), por supuestos vínculos con Avelino Montoya, involucrado en operaciones del cartel de Arellano Félix. En el estado de Guerrero está también Héctor Astudillo, del PRI, a quien se le señala por desvíar recursos de la Secretaría de Educación de Guerrero para financiar su campaña política en 2005.
Mientras, en Nuevo León, está el caso de Jaime ‘El Bronco’ Rodríguez, exmilitante del PRI, que ganó la gobernación corriendo como independiente, pero que no se salva del bochinche de corrupción, pues es acusado de haber desalojado por la fuerza a una comunidad pobre de campesinos en favor de la empresa Javer, dedicada al desarrollo de viviendas. Por si fuera poco, a la esposa de Rodríguez se le vincula con conspirar para asesinar a un general del Ejército Mexicano. Y así por el estilo, siguen los casos de los gobernadores electos en México, casos que puede ver pulsando aquí.
¿Le parece familiar? ¿Acaso el problema de la DEA con Mendoza en Baja California Sur no les hace recordar los casos donde se vinculaba al exnarcotraficante carolinense José ‘Coquito’ López con los exlegisladores penepés Héctor Martínez, Lornna Soto y Epifanio Jiménez? ¿O el arresto por narcotráfico de José ‘Chemito’ Soto, hijo del exalcalde de Canóvanas, José ‘Chemo’ Soto?
¿No se parecen los esquemas de Astudillo en Guerrero a los orquestrados por Jorge de Castro Font para robarle miles de dólares al pueblo de Puerto Rico y beneficiar a sus distintos compadres con contratos gubernamentales? ¿Y qué tal de las múltiples irregularidades que se han señalado en años recientes con respecto a los financiamientos de campaña, tanto en el PNP como en el PPD?
¿O de aquella vez que el alcalde de Caguas, William ‘Willito’ Miranda, dijo que hablaba frecuentemente con los “bichotes” de los puntos de droga del área para mantener la paz, algo que fue reiterado por su colega Soto en Canóvanas? O sea, parece como si hubiese poca diferencia entre ser un gánster y un candidato a elecciones dentro de la política partidista, ya sea en México o en Borinquen.
“Sin duda alguna, la cultura del crimen ha penetrado la forma de pensar y de actuar de ambas clases políticas, y esto se refleja en la corrupción y en el financiamiento de algunos líderes políticos. Y también, hay que señalar que en la política puertorriqueña hay una presencia grande del narcotráfico, aunque de una manera muy indirecta”, dijo el profesor Méndez.
“Claro, pudiésemos decir que es distinto a México, donde la presencia del narcotráfico en la política ya ha superado las tendencias que vimos en la Colombia de la década de los ochenta. Pero sí, aparentan haber similitudes con respecto a las conductas criminales de los políticos en Puerto Rico y México”.
La socióloga Mancillas López, incluso, señaló que “en la ciudad de México, donde vivo actualmente, los problemas derivados de fraudes y malas administraciones causan terribles consecuencias”, dando como ejemplo la pésima administración del transporte público, algo con lo que los puertorriqueños del área metro pueden identificarse.
“En el transporte público hay atascos en el metro, fallas, las personas nos enfrentamos entre nosotros por la desesperación y frustración ante un pésimo servicio. En este medio de transporte, el comercio informal eclosionó en los últimos años, parece ser el reflejo de la carencia de empleos formales y la corrupción dentro de todas las instituciones públicas. La violencia hacia las mujeres es la muestra más clara de impunidad, los feminicidios en México van en alza, lo cual nos pone en peligro inminente sólo por ser mujeres”, detalló.
Suena un tanto familiar ese ejemplo del transporte público. Más que nada, este grito de auxilio que recoge lo que en estos momentos vive la ciudadanía mexicana muy bien pudiese adaptarse al socorro que desde hace un tiempo busca la sociedad puertorriqueña. El profesor de geopolítica Julio Muriente, quien conoce muy bien a México por el tiempo que pasó en la UNAM, lo puso en perspectiva.
“En ambos países los partidos políticos están crecientemente desacreditados. En ambos países la izquierda está fragmentada, si bien en Puerto Rico no sufre del descrédito ético o moral que se va percibiendo en el caso mexicano. En materia de control político y económico, Puerto Rico es de alguna forma el México del Caribe y viceversa”, explicó el catedrático del Recinto de Río Piedras de la UPR.
La esperanza, en ambos países, parece alinearse en los partidos no tradicionales. La periodista Hernández citó el ejemplo del candidato independiente Pedro Kumamoto, quien alcanzó 51 mil votos para hacer historia en México como el primer diputado local independiente del estado de Jalisco.
“La recién creada figura de candidatos independientes dio una refrescada al sistema. Estamos concientes de que no son la panacea de todos los males y que de todos los que se postularon sin tener oficialmente un partido detrás, muchos sirven a ciertos intereses. Sin embargo, el hecho de que exista la opción de un independiente es esperanzador”, manifestó Hernández.
Lo mismo pudiese decirse de Puerto Rico si es que se mostrasen tendencias más allá del rojo y azul que domina cada cuatrienio. Bueno, al menos ya está comenzando a entenderse que no hay mucha diferencia entre la política partidista del PNP y del PPD, tal y como recientemente dijera la exsecretaria de la gobernación del actual gobernador Alejandro García Padilla, Ingrid Vila Biaggi.
“[Estos partidos] responden a unos intereses particulares de lucros de amistades, de lucros de familiares y no responden a una responsabilidad de bien común”, dijo Vila Biaggi en el foro¿Qué hacer por Puerto Rico?, impulsado por Enrique Cruz, analista político identificado con el PNP y quien labora en la estación radial NotiUno.
En años recientes han aparecido nuevas opciones que enfrenten al PPD y al PNP. Nuevos movimientos como el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), el partido Movimiento Unión Soberanista (MUS) y el partido Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR) han surgido con la aparente intención de hacerle frente a la política partidista tradicional, aunque sin muchos bríos que digamos. El PIP, mientras tanto, sigue en la competencia con el PNP y el PPD, estableciendo siempre la intención de buscar la independencia para Puerto Rico.
Asimismo, también se han visto varios esfuerzos de individuos en búsqueda de un escaño por nominación directa en el gobierno electo, en distintos niveles. Durante este cuatrienio, una candidatura que bastante exposición mediática lleva rumbo a las elecciones de 2016 ha sido la de la abogada Alexandra Lúgaro, quien hasta eventos de recaudación de fondos con Vico C en el micrófono ya ha realizado en su empeño por convertirse en la segunda mujer en llegar a La Fortaleza, y en la primera sin el respaldo público de partido político alguno. Cabe señalar el caso del ex alcalde de Cabo Rojo, Santos ‘El Negro’ Ortiz, quien en 1988 se convirtió en el primer funcionario político en ser electo sin el respaldo de un partido político tras diferencias con el alto mando del PPD, entidad a la que eventualmente regresó.
Pero, ¿hasta dónde pueden estas fuerzas pequeñas competir con la gran aceitada maquinaria del PNP o del PPD? Más aún, si ya hemos establecido que en Puerto Rico permea una cultura criminal dentro de su propia política partidista, ¿cómo librarse de eso?
Quizás habrá que mirar hacia España y el reciente logro de la política ciudadana con triunfos como el de la actvista Ada Colao en Barcelona, respaldada por la coalición electoral Barcelona en Comú (BC), que unió grupos como la Iniciativa per Catalunya Verds, Esquerra Unida i Alternativa, Equo, Procés Constituent, Podemos y la plataforma Guanyem.
Pero eso es otro tema para profundizar más adelante. Por ahora, Puerto Rico se mira en el espejo de México, con una política partidista en el que sus ciudadanos parecen seguir estando afuera, aparentemente conformados con llorar y llorar. Llorar y llorar. Ay Jalisco, ay Borinquen, no se rajen.
“En ambos países no basta con el descrédito de la institucionalidad vigente para que se generen cambios. Habría que pasar de la indignación al desarrollo de la conciencia y a la presentación de ideas y alternativas renovadoras, creíbles y confiables, para que entonces se den condiciones para generar cambios verdaderos, profundos y superiores. Mientras tanto, tanto en México como en Puerto Rico los sectores conservadores y antinacionales prevalecerán. Ese es el gran reto que tienen ambos pueblos, si quieren salir del atolladero en que se encuentran”, destacó Muriente.
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