El doctor Edison Viera Calderón, profesor del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (UPR), presentó en junio su más reciente libro, El mercado de Santurce, ante una audiencia que abarrotó Casa Aboy en Miramar.
Con el sugestivo subtítulo de Las pasiones del corazón y la memoria en el barrio San Mateo de Cangrejos, este libro marca el décimo aniversario de la Editorial Tiempo Nuevo. Además, es el segundo libro de Viera Calderón basado en testimonio oral, campo en el que es uno de los especialistas más respetados del País.
Ante tal acontecimiento cultural, conversamos con el psicólogo social acerca de El mercado de Santurce: Las pasiones del corazón y la memoria en el barrio San Mateo de Cangrejos.
Carlos Esteban Cana: ¿Qué encontrarán los lectores en su nuevo libro?
Edison Viera Calderón: La historia de nueve placeros y una paca de clientes que dieron el todo por el todo para que Cangrejos fuese lo que hoy es: ¡un barrio de grandes hombres y mujeres extraordinarios! Estoy seguro que al leer el libro, al reflexionar acerca de lo que expresan los cangrejeros, el lector ya no será el mismo, porque se cuestionará un sinfín de aspectos de su vida y de la de pobladores de San Mateo de Cangrejos.
CEC: ¿Qué hace única esta barriada?
EVC: La historia de este barrio cangrejero y sanjuanero está muy unida o enlazada con la negritud y la población de los negros cimarrones, aunque algunos historiadores consideran que en Puerto Rico los negros no huyeron a los montes. Tampoco podemos olvidar que muchos de los primeros negros que poblaron Cangrejos vinieron desde las Islas Occidentales, dedicándose a resguardar las murallas de la ciudad capital, a sembrar, cuidar el ganado, etcétera. El barrio de San Mateo de Cangrejos es un mosaico de etnias –fue, es y será un poblado multicolor– pero mayormente se nutre de la negritud y los empobrecidos.
CEC: Hablemos ahora de la Plaza de Mercado. ¿Cómo ha ido transformándose a través del tiempo?
EVC: Lo que vemos ahora alrededor de la Plaza del Mercado es otra cosa de lo que originalmente fue: un centro de abastos que nutría de variedades de frutas, vegetales, carne y pescado a los pobladores de la urbe metropolitana, por no decir capitalina, y su diversidad de barrios. Allí se reunía una variedad de gente: marinos estadounidenses que provenían de la Base Naval en la Parada 8, prostitutas, estudiantes, criadas, libaneses, enriquecidos de Miramar y Condado, y empobrecidos de la Parada 21. Aquello era un caleidoscopio de gente, casi todos apretujados alrededor del gusto y el paladar: las pasiones de la vida.
CEC: A base de lo explorado en su libro, ¿cómo compara el Santurce actual con el de antaño? ¿Son diferentes? ¿En qué, si en algo, guardan similitudes?
EVC: La Plaza del Mercado continúa situado en un barrio empobrecido, Campo Alegre. Hoy día, como también en el pasado, la llamada “gentrificación” permea. Los enriquecidos tratan de quedarse con Cangrejos, tal como lo hizo en el pasado don Pablo Ubarri, el Conde de Santurce. La Plaza del Mercado continúa siendo un espacio de encuentro de clases sociales diferentes, aunque cada vez más lo acaparan los enriquecidos.
CEC: ¿Cómo contrasta la experiencia de su primer libro, De boca en boca: las memorias de un pueblo brujo, Guayama (escrito junto al psicólogo Ricardo Jiménez), con este acerca de Santurce?
EVC: No es lo mismo escribir a cuatro manos que uno solo. Además, este libro me tomó más tiempo y conllevó investigar más; especialmente, me adentré en los archivos históricos y entrevisté a 38 personas, muchos de ellos empobrecidos y enriquecidos. Sí creo que ambos libros tienen algo en común: el color de la piel. Trabajan la negritud, los seres invisibles y anónimos en general. Aunque indico lo antes mencionado, estoy claro que una mujer enriquecida, por poner un ejemplo, por el hecho de ser mujer, aunque tenga dinero y quizás a manos llenas –y algunos podían considerar que no es anónima e invisible– en una sociedad machista y patriarcal como la nuestra, sigue estando oprimida y pisoteada.
CEC: ¿Qué valor tiene la historia para un pueblo?
EVC: Permite atesorar la memoria de un colectivo, de los otros, de nosotros, de la gente que suda la patria todos los días: el pueblo trabajador y los obreros. Claro, te hablo de la historia con h minúscula. Es importante rescatar los chistes, acertijos, leyendas, rituales. Hoy día muchos jóvenes la están recogiendo a través de los murales urbanos y los cómics.
No puedo dejar sin mencionar que también los jóvenes están recuperando su historia de vida mediante la fotografía y videos: solo hay que ver, por no decir disfrutar, sus documentales y cortometrajes. El joven de ahora es muy visual y sonoro, a través de su lírica musical recoge la historia vivencial suya y la de un pueblo, tal como lo hizo Tite Curet Alonso años atrás y los que escribían la lírica de la bomba y plena, entre ellos, la mamá de Ismael Rivera.
CEC: Ya para finalizar, ¿qué permite el testimonio oral? ¿Qué rol tiene en la sociedad contemporánea?
Edison: El testimonio oral permite reconstruir la vida de los seres anónimos e invisibles, de aquellos que regularmente no aparecen en los libros de textos. Estos precisamente no son tomados en consideración por su color de piel, su procedencia, su educación formal e ingresos económicos. La historia oral les da voz –aunque hoy día suene trillado ese término–, les permite estar presente en la historia con H mayúscula, la llamada historia oficial. En definitiva, este es un pueblo oral, aunque su memoria muchas veces esté entrecortada, rota, como muy bien recordaba Arcadio Díaz Quiñones en su laureado libro. La historia oral es importante para hacer visible a los menesterosos.