Hace poco más de un año, el 10 de julio de 2014, el secretario de Estado y en aquel entonces gobernador interino, David Bernier, firmó la orden ejecutiva 31 en la que se declaraba un estado de emergencia en la Isla debido a una sequía moderada. Las lluvias de la tormenta tropical Bertha, seguidas de una fuerte onda tropical disiparon el estado de emergencia, pero la realidad es que la sequía nunca terminó.
“Estamos en la misma sequía, el mismo periodo que sigue expresándose de forma continua. Este periodo fue interrumpido parcialmente por una fuerte lluvia y Carraízo y La Plata recuperaron sus niveles de operación, pero los demás lagos no recuperaron y la realidad es que la inmensa mayoría de los ríos en Puerto Rico tampoco recuperaron sus estados de flujo promedio ordinario”, aseguró el planificador Félix Aponte, profesor de la Escuela de Planificación de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras y miembro del Comité Técnico de Sequía del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA).
Ese comité, del que también forman parte el profesor Rafael Méndez Tejeda, director del Laboratorio de Investigación en Ciencias Atmosféricas de la UPR en Carolina; el doctor Pablo Méndez Lázaro, catedrático auxiliar de la Escuela Graduada de Salud Pública del Recinto de Ciencias Médicas; el doctor Eric W. Harmsen, catedrático asociado del Departamento de Ingeniería Agrícola y Biosistemas del Recinto de Mayagüez y; Franklyn Román, agrónomo de Extensión Agrícola del Recinto de Mayagüez, se organizó a principios del año 2014 con la intención en primer lugar de cumplir con la Ley 136 de julio de 1976 o Ley de Agua.
Ese mandato requiere al secretario del DRNA que custodie todas las aguas de Puerto Rico y considere la declaración de estado de emergencia en caso de sequía. Lo cierto es que hasta el pasado año no se había cumplido con ese requerimiento y fue durante el verano de 2014 que por primera vez, el DRNA recomendó declarar estado de emergencia por sequía, tras un informe del comité.
De hecho, la orden ejecutiva que declaró estado de emergencia por sequía jamás perdió vigencia ni fue retirada, de modo que Puerto Rico continúa bajo los mismos efectos de la orden. Hacia finales del mes de julio del pasado año, el nivel en el Lago Carraízo estaba en 38.49 metros, mientras que el embalse La Plata marcaba 41.71metros. Los niveles de ambos cuerpos de agua al día hoy marcan 35.44 y 38.15 respectivamente, ya por debajo de los niveles de ajustes. Pero, ¿por qué se dejó de alertar a la ciudadanía durante los últimos meses del 2014 y los primeros de este año respecto al periodo seco que continuaba en efecto?
Para Aponte, la crisis económica por la que atraviesa el País capturó la mayor atención no solo de las agencias de gobierno, también de los ciudadanos. Las urgencias económicas y sociales que se disiparon le restaron prioridad a la mirada sobre la naturaleza, en este caso la sequía.
“Pero la sequía también pasa factura, como proceso natural es uno lento, acumulativo y sostenido en el tiempo que va desarrollándose hasta que llega al nivel que hace una expresión física, como la que tenemos en los lagos y ríos que no hay agua almacenada y muy poco agua está fluyendo por los cauces de ríos primarios especialmente la mitad de los lagos y ríos hacia el este”, indicó Aponte.
La escasez de agua y falta de precipitación ha provocado un intenso racionamiento de agua en varias regiones de Puerto Rico, decisión con la cual no todos los miembros del Comité de Sequía están de acuerdo. Para Méndez Tejeda, el racionamiento según se ha establecido y llevado a cabo no genera una merma en el consumo de agua de los clientes de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) ni ayuda a mantener significativamente a mantener los niveles de agua de los embalses y lagos de la Isla.
“Que le quites el agua hoy y se la devuelves mañana a la gente lo que hacen es que llena sus cisternas otra vez, lo que se debe es reducir la presión al máximo, que la gente pase trabajo para conseguir el agua, si antes llenabas la cubeta en 10 minutos pues que te tardes 20 y entonces vas a apreciar el valor del agua”, explicó Méndez Tejeda. Al asunto de que no existe realmente una reducción en el consumo, es preciso añadir el histórico problema de infraestructura de la AAA.
Tuberías obsoletas
Desde la década de 1980, aseguró Aponte, él y varios colegas han hecho informes y reclamos profesionales a la AAA para que enfoque esfuerzos en reemplazar tuberías que, por su tiempo de construcción, están obsoletas. Asimismo, el planificador explicó que un estudio llevado a cabo en el 2011 reveló que la AAA perdía un 65 por ciento del agua que filtraba por hurto del líquido, lecturas y estimados mal hechos y en mayor medida, por filtraciones y tuberías rotas de la propia Autoridad. El desparrame de agua no sólo implica pérdidas en términos del líquido, sino también en términos económicos.
“Un 50% representa 300 millones de galones diarios de agua, 300 millones de galones de agua es lo que produce en tiempos normales de lluvia Carraízo, el Superacueducto, La Plata y el lago de Cidra y Juncos, entonces es como decir que todos los días que sale el sol, cuando hay lluvia nosotros derrochamos toda la producción que equivaldría a esas cuatro represas que generan costos de operación, bombeo, tratamiento, infraestructura, personal quetiene esa infraestructura y la energía para bombear todo eso. No hay manera de que el sistema funcione, así que si eso no se resuelve nunca estaremos preparados para una sequía”, puntualizó Aponte.
De hecho, el Senado aprobó a mediados del mes de julio el proyecto 1047, que crearía la Ley de Embalses de Puerto Rico. Esta ley, según Aponte, permitiría asignar fondos públicos específicamente para el manejo de los embalses, asunto que no se contempla en la Ley de Agua.
El planificador abogó, además, por la reconexión de tuberías a los acuíferos del corredor del carso del norte, pozos de agua subterránea que eran utilizados por la AAA antes de la construcción del Superacueducto a finales de la década del 1990 y que suplían agua a los municipios del corredor, pero con la instalación del Supertubo decidieron utilizar solamente la planta de filtración ubicada en Arecibo.
Según Aponte, los acuíferos tienen la particularidad de que responden de forma más lenta a la merma en precipitación. Es decir, tan pronto deja de llover unos meses, los ríos se quedan con poca agua, pero durante ese mismo periodo los acuíferos mantienen reservas subterráneas que aunque también disminuyen, la razón de reducción es mucho menor que la que acurre en el flujo superficial en las quebradas y embalses.
Por otro lado, Méndez Tejeda aseguró que una mayoría del comité de Sequía se opuso enérgicamente al proyecto de siembra de nubes por varias razones. Una de ellas es que el proyecto, que implica rosear las nubes con yoduro de plata y cloruro de calcio para provocar que el hielo en las nubes se derrita y se precipite el agua en forma de lluvia, sólo había sido probado en extensiones de terreno mucho mayor al territorio de la Isla, como en el estado de Texas y California. Solamente Cuba, que experimentó la siembra de nubes en el año 2004, se asemeja relativamente en tamaño a Puerto Rico, y en esa ocasión la vecina isla sólo logró aumentar alrededor del 22 por ciento la cantidad de precipitación.
“Al ser Puerto Rico un territorio pequeño, ¿qué garantías hay de que la nube se ubique exactamente en donde tiene que llover? Obviamente la Autoridad de Acueductos quiere tratar, pero yo desde el punto de vista científico no veo bien la siembra de nubes para Puerto Rico”, puntualizó el profesor de la UPR en Carolina. Además, miembros del Comité temen por los efectos que puedan tener los químicos sobre el ambiente y la salud.
De cara al futuro y como parte de un plan de preparación y acción no sólo ante la sequía, sino también por el mero buen uso del agua, Méndez Tejeda abogó por la necesidad de que al menos en las nuevas construcciones, en especial edificios grandes, se instalen recolectores de agua de lluvia conectados a las tuberías para uso sanitario y jardinería. Esto también ayudaría a evitar las inundaciones repentinas en las áreas urbanas.
“En la ciudad de que caigan 3 pulgadas de agua se inunda y la mayoría de las inundaciones repentinas que hay se debe a que no hay mucha superficie de percolación”, indicó el experto en ciencias atmosféricas. Esta propuesta, de hecho, forma parte de un proyecto que será presentado próximamente en el Senado de Puerto Rico, que busca promover acción gubernamental ante el cambio climático.