Eran las cinco de la tarde del lunes, que iniciaba la semana del ya famoso ‘Back To School’ en el Residencial Luis Llorens Torres, en la colindancia entre Santurce e Isla Verde, y el barbero Misael Ayala no paraba de sonreír.
“¡Sube, sube esa música!”, exclamó jubiloso en medio del bullicio de reguetón que proponía un pegajoso tema de Jowell y Randy.
Hay gozo. Pero hay gozo porque hay paz. Misael sabe que ahora recorta gratis a los nenes de su caserío, pero eso no se podía hacer hace unos cinco años, cuando andar armado por el caserío era la norma, cuando incluso dentro del mismo residencial había división de territorios por la guerra entre gangas. Por eso hay razón de sobra para estar contento.
“¿Que cuántos nenes han venido hoy? Mano, ya perdí la cuenta”, manifestó durante una plática con Diálogo, interrumpiendo brevemente sus labores.
“Si supieras que este es uno de los días que más yo disfruto, porque puedo ver el caserío bien unido. Ya este caserío lleva un par de años en paz, pero en estos días es que uno de verdad nota lo que es la familia de Llorens Torres”, apuntó sobre la comunidad de vivienda pública más grande del Caribe.
Misael trajo una escuadra de barberos para atender a los chicos de todas las edades que ese día se dieron cita “en la glorieta del medio del caserío”. Días antes, habían regalado recortes a niños en las Parcelas Falú, en Río Piedras. Esta iniciativa también ha sido adoptada por otros residenciales públicos, como el Residencial Manuel A. Pérez de Río Piedras y otros en el área este de Puerto Rico.
En Llorens Torres, sin embargo, el significado es peculiar pues fue un sitio donde hubo batallas de crimen organizado durante más de dos décadas, antes de que las pandillas se pusieran de acuerdo para una tregua masiva. Claro, sucedieron otras cosas, como arrestos y muertes de algunos hampones que, sin querer queriendo, ayudaron a una paz permanente. Pero en general, fue tan sencillo como entrar en conciencia.
“Al fin y al cabo, todos somos seres humanos”, resaltó Misael.
Quizás usted recuerde a Misael. Fue él quien llamó a capítulo a los líderes de las gangas en aquel entonces, para las Navidades de 2012. Los sentó, pues era su barbero y los conocía a todos, y logró lo que ningún programa comunitario municipal o estatal había podido, alcanzó lo que la mano dura nunca pudo, concordó una tregua en Llorens Torres.
“En aquella ocasión, entendimos que era necesario que eso pasara. Recuerdo que la tregua sucedió y que la prensa estuvo pendiente. Pero luego no le dieron seguimiento a lo que se volvió una historia de bien en Llorens. El caserío en paz, imagínate. Claro, que si pasa algo malo, son los primeros en llegar. Pero los que estamos aquí sabemos cómo ha cambiado la cosa. En Llorens hay paz y es por los mismos residentes. Hemos demostrado que los buenos somos más”, articuló.
No crea tampoco que Misael pretende tapar el sol con la mano. Dijo que, “aún falta bastante por hacer en nuestra comunidad y seguimos pa’ lante”, e incluso lamentó incidentes aleatorios, “como cuando supimos que el violador de Santurce estaba escondido en el caserío, eso para nosotros fue un foul grande”, en alusión al reciente caso del agresor sexual que hace unas semanas cautivó titulares hasta finalmente ser atrapado por la Policía.
“Si los muchachos de aquí hubiésemos sabido que ese tipo andaba acá escondido, lo hubiésemos sacado prendío pa’ rápido. Este caserío se respeta. Las mujeres, las jóvenes y las niñas se respetan. A Puerto Rico, aquí se respeta”, expresó, con su ceño fruncido y sus puños cerrados.
‘Puruco’, un coach hecho en el ‘case’
A pasos de la glorieta donde Misael y su equipo de barberos recortaba a los nenes, había otro joven dándole lo mejor de sí al caserío que lo crió. Se trata de un exdelantero de la selección nacional de baloncesto, que mide 6´8” y ha ganado varios campeonatos en el Baloncesto Superior Nacional (BSN) y que, realmente, no come muchos cuentos a la hora de atacar debajo del canasto.
“Yo salí de aquí y estoy aquí por ustedes”, le dijo Antonio ‘Puruco’ Látimer a la docena de jóvenes que entrenaba en esos momentos en la cancha bajo techo del residencial.
“¡Tienen que ser serios! ¡Tienen que portarse decente! ¡Qué es esa malhablaera en los juegos! ¡Lo que pasó en el último juego no puede volver a pasar! ¿Ustedes creen que no hay gente esperando que ustedes resbalen para decir: ‘Ven, es que son del caserío’? ¡No se les puede dar ese gusto, porque aquí lo que hay es gente buena y la mejor forma de pelear con ese discrimen es con acciones!”, les gritó ‘Puruco’ a sus muchachos.
Ya más calmado, en un aparte con Diálogo, comentó ‘Puruco’: “Yo no quiero que ellos sean buenos jugadores de baloncesto. Bueno, sí, quiero eso, pero lo principal para mí es que sean buenos seres humanos”.
‘Puruco’ regresó a las prácticas y les hizo hincapié de cuando él recibió sus primeras oportunidades en el baloncesto. “Yo tenía que batallar mucho más que el resto. Yo no vengo de Guaynabo, ni de un colegio. Ni tuve muchos privilegios. Yo tuve que ganarme todo lo que me dieron”, les dijo.
Sí, ‘Puruco’ Látimer, uno de los jugadores más fogosos que tuvo la selección nacional durante finales de los noventa y la primera década del siglo 21. El mismo que le metió un barrecampos al argentino Andrés Nocioni en el comedor de la Villa Panamericana durante los Juegos de Winnipeg 1999. El mismo que a sus 36 años de edad aún consigue ser contratado en el BSN temporada tras temporada, gracias a su intimidante presencia física en la pintura. Ese mismo ‘Puruco’ debutó hace unas semana como coach en el baloncesto juvenil al frente del equipo del residencial Llorens Torres.
“Yo les tengo que decir esto, sin que se me quede nada por dentro, pero es la realidad, la que me tocó vivir, la que les toca a ustedes. Tenemos este equipo aquí, pero allá afuera, en los otros equipos, no hay mucha gente que los quiera. Así que vamos a echar pa’ lante y demostrar de qué estamos hechos lo de Llorens”, les dijo a sus muchachos, tratando de mirarlos uno a uno a los ojos. Entonces, rompió a hablar de baloncesto.
“Yo siempre metí mucha pelota. Todo el mundo sabe que ‘Puruco’ metía bola, por eso es que pude llegar donde llegué en el baloncesto. Pero, ¿por qué sigo jugando en el BSN? ¿Por qué me siguen contratando, a mi edad? ¡Porque yo me dediqué a mejorar mi defensa! Y usted, si no defiende, no va para ningún lado en el baloncesto. ¡Hay que defender, hay que defender!”, le recalcó ‘Puruco’ a sus muchachos, quienes asentían con la cabeza, reconociendo su sapiencia en estas cosas del básquet y, ¿por qué no?, de la calle.
El planteamiento de ‘Puruco’, no obstante, va más allá del baloncesto. Si usted no defiende, no va para ningún lado en la vida. ‘Puruco’ y Misael defienden su caserío todos los días. Lo llevan defendiendo hacen años, con unas tijeras, una máquina de hacer cerquillos y con una bola de baloncesto. Por eso en Llorens Torres ahora se respira paz, sosiego, comunidad. Al fin y al cabo, los buenos siempre han sido más.