En los últimos años, la cartelera cinematográfica ha sido dominada por ciertos tipos de películas. Marvel y DC se han dado la tarea de apabullarnos con una lista interminable de películas de superhéroes. Mientras, las adaptaciones fílmicas de libros del género young adult son igualmente populares. Series como The Hunger Games y Divergent aseguran un dinero que solo ha engendrado más producciones del mismo género.
De esta manera, Hollywood nos entregó Maze Runner: The Scorch Trials, dirigida por Wes Ball, como secuela a The Maze Runner. La película de ciencia ficción, escrita por T.S. Nowlin, se diferencia de su predecesora al no ofrecer mucho nuevo o interesante. Sin embargo, el largometraje (junto con su predecesora) siempre encuentra formas de destacarse entre estos filmes dirigidos a jóvenes.
La secuela comienza momentos después del final de The Maze Runner. El grupo de adolescentes compuesto por Thomas (Dylan O’Brien), Teresa (Kaya Scodelario), Newt (Thomas Brodie-Sangster), Minho (Ki Hong Lee), Winston (Alexander Flores) y Frypan (Dexter Darden) llega a unas facilidades cuyos operantes suponen cuidar a los sobrevivientes del gran laberinto experimental del cual escaparon.
Janson (Aidan Gillen) recibe al grupo con la promesa de que supuestamente los salvarán de los males que existen en el scorch, palabra que le otorgan al desierto mundial que se creó luego de que una erupción solar aniquilara una gran mayoría del mundo. El hangar también protege a estos jóvenes inmunes del virus llamado The Flare cuyos portadores violentos merodean el scorch.
No obstante, cuando las acciones de Janson y sus colegas se vuelven dudosas, el grupo tendrá que escapar de su “salvación” y enfrentarse a los males del gran desierto. Desde allá afuera, tratarán de sobrevivir los infectados, buscarán ayuda y escaparán de las manos de WCKD, compañía que busca la cura al virus de cualquier forma imaginable.
La historia que presenta The Scorch Trials acentúa el núcleo verdadero de la serie, podemos decir que basicamente Maze Runner es una narrativa de zombis. Aquellas personas infectadas con el Flare muestran síntomas caníbales como los monstruos de filmes como 28 Days Later y World War Z.
The Scorch Trials no peca como película de zombis. Ball logra filmar varias secuencias desesperantes que mantienen el interés de los fanáticos tanto del horror como de las películas young adult. El problema del lado zombi de la secuela es que no busca ser original y arriesgarse con su material a pesar de estar muy bien logrado.
De esta manera, las virtudes que carga el filme de Ball también se convierten en sus debilidades. escenas como la de los cadáveres violentos ayudan a que la serie de Maze Runner se diferencie de sus acompañantes distópicos. The Hunger Games, Divergent y The Giver, entre otras,se tornan repetitivas por tener diseños de producción extremadamente (y quizás accidentalmente) similares.
The Scorch Trials prescinde de una estética impecable y cromada para enmarcar un mundo sucio y descuidado. Esto resulta refrescante para su género fílmico. Sin embargo, el tipo de mundo demacrado que refleja la película ya lo hemos visto anteriormente en series como Resident Evil.
Otro aspecto interesante de esta serie de películas se encuentra en su repudio a las compañías farmacéuticas. El empeño que mantiene Thomas junto a sus compañeros de evitar la muerte de personas a cambio de una cura es digno de admirar en una película dirigida a la juventud. Claramente, un velo de ciencia ficción enmascara estos fines críticos de la historia para que sea algo más llamativo, pero crea el diálogo con éxito.
Ball también le da paso a sus actores para brillar profesionalmente. O’brien y Scodelario conocen del mundo fílmico dirigido a la juventud ya que han participado de Teen Wolf y Skins respectivamente. A pesar de que escalan tierras conocidas en The Scorch Trials, ellos y todos sus compañeros contemporáneos en escena prueban que tienen la habilidad de crecer dentro su arte.
The Scorch Trials no logra mantener la originalidad que presenta la primera mitad de su predecesora. Lo predecible del tercer acto de The Maze Runner es lo que se explora y, lamentablemente, sobresale en su secuela. El filme de Ball no resulta ser una experiencia cinematográfica negativa, sino que es un rato de cine tímido, sin retos y sin momentos memorables.