En la búsqueda de las razones que hay detrás de la supuesta ventaja de preservar la diversidad lingüística del mundo, como ya adelanté en la entrega anterior de esta serie de artículos, buceé en algunos libros sobre el asunto. Finalmente, tras varios días de lectura, mi conclusión es descorazonadora.
La conclusión es que nadie sabe si preservar la diversidad lingüística es positivo o negativo, y quien diga lo contrario está mintiendo o peca de ignorante. Los lingüistas no se ponen de acuerdo en semejante tema porque no hay suficiente evidencia científica al respecto, y las dos teorías fundamentales enfrentadas apenas están desarrolladas. Más adelante entraré más a fondo acerca de ellas.
Así pues, lo que más sorprende al documentar este artículo, es que los autores de los libros que consulté apenas mostraban vacilación en sus posturas. La mayoría de libros consultados, escritos por autores reputados, profesores universitarios, expertos lingüísticas con largas carreras a sus espaldas, sencillamente componían textos levantados sobre una mezcla de verdades, medias verdades, cuartos de verdad, falsedades, analogías forzadas, saltos lógicos, falacias de toda calaña (incluso tan obvias que me provocaron indignación), afirmaciones carentes de sentido, argumentos de autoridad, teorías puramente especulativas presentadas como ciencia establecida, subjetivismo recalcitrante y, sobre todo, retórica que suena bien pero cuyo significado es ambiguo.
En pocas palabras, la mayoría de libros que tratan el tema de la diversidad lingüística son esencialmente lírica y romanticismo, tanto de una parte como de la otra.
Lógicamente, estarán arqueando una ceja escéptica: probablemente, Sergio, no has escogido bien tus libros de consulta. Es posible, pero improbable. He consultado los libros que consumen docentes y expertos en lingüística. En cualquier caso, si tienen a bien indicarme un título que no tropiece en todo lo anterior, estaré encantado de consultarlo también.
Algunos de los títulos que consulté están escritos por Jesús Tusón (Una imatge no val més que mil paraules, Les llengües del món, Quinze lliçons sobre llenguatge), Carme Junyent (La diversitat llingüística), Sebastià Serrano (Comunicació, societat i llenguatge), Juan Carlos Moreno Cabrera (La dignidad e igualdad de las lenguas), Umberto Eco (La búsqueda de la lengua perfecta), David Crystal (La muerte de las lenguas)… Irónicamente, los mejor fundamentados fueron libros escritos por autores con menos crédito intelectual y académico: Aquí se habla de Mark Abley (periodista canadiense que defiende la diversidad lingüística) y Lenguas en guerra (Premio Espala de Ensayo 2005) de Irene Lozano (periodista española que critica la defensa de la diversidad lingüística).
A todas estos libros, ya había sumado lecturas aleatorias, que en general son las más científicamente fundamentadas (y las que menos introducen una carga ideológica). Noam Chomsky, Steven Pinker, Gary Markus, Joseph Heath y Steven Mithen fueron los más relevantes.
Entre ellos hay lingüistas, neurobiólogos, psicólogos cognitivos, filósofos, etc. Pero, como ya digo, en líneas generales, todos ellos plantean sus ideas en base a estudios científicos modernos o teniendo en cuenta las nuevas evidencias en campos como la sociología o la antropología.
Lo que defienden estos últimos autores, también generalmente, es la postura de Chomsky. La mayoría de defensores de la diversidad lingüística, sin embargo, defienden la postura la contraria, la defendida a principios del siglo XX por Benjamin Lee Whorf.
Ya debería irnos armando de prudencia descubrir que los propios expertos opinan cosas diametralmente opuestas a propósito de los basamentos cognitivos en los que basan sus postulados. Insisto: no es que haya lingüistas que adopten una postura y lingüistas que adopten una postura ligeramente distinta, sino que generalmente los lingüistas dan por sentado una u otra postura, aunque tales posturas sean diametralmente opuestas.
Ignoro si finalmente la verdad es una mezcla de ambas posturas, de lo que estoy bastante convencido es que académicos e intelectuales presentan una inmadurez flagrante a la hora de presentar sus postulados.
En la siguiente entrega de este artículo explicaré en qué consisten estas dos posturas y por qué, en puridad, son tan relevantes para responder a la pregunta que nos atañe: si la diversidad lingüística es un objetivo que debe alcanzarse a toda costa o no.
Fuente Papel en Blanco