Hace unos años cayó en mis manos un libro: “Escribir. Manual de técnicas narrativas”, escrito por Enrique Páez.
Ese libro –bastante didáctico, por cierto– te guía en todo el proceso de creación literaria, desde la idea original hasta la publicación. Pese a no ser muy entusiasta de ese tipo de libros, tengo que decir que me enseñó ciertas cosas que hubiera tardado un tiempo en descubrir por mis propios medios, sobre todo la parte relacionada con la corrección (errores típicos…y no tan típicos).
Hubo una parte que me dejó decepcionado a la vez que indignado. Según el autor, es casi imposible que una persona se convierta en escritor por sus propios medios, es decir, que necesita recibir clases para aprender a escribir, al igual que un arquitecto necesita ir a la universidad para diseñar un edificio. Así, de primeras, el argumento parece demoledor; nadie lo puede negar: para dominar una disciplina necesitas formarte, y qué mejor manera que recibiendo clases de alguien que ya la domina.
Sinceramente, no tengo un argumento contundente para oponerme al suyo. Sin embargo, tengo la mala costumbre de no creerme las cosas hasta que las veo demostradas. Enrique Páez debería saber que la mayoría de los escritores lo son porque tienen talento, no porque hayan ido a unas clases de escritura en las que enseñan, no lo niego, ciertas técnicas que se pueden aprender en cualquier otro lugar.
Los talleres de creación literaria están de moda desde hace algunos años. Antes, los aficionados a la escritura se reunían en los cafés para leer sus textos, y, allí, entre todos, criticaban lo de unos y lo de otros, haciendo de aquellas reuniones algo más que un coloquio amistoso. Otros, la gran mayoría (supongo), escribían encerrados entre cuatro paredes, acompañados de maestros que, ya muertos, les orientaban cada vez que hacían algo mal. Y es que en los libros está la clave. Leyendo se aprende…aunque no nos demos cuenta.
No nos engañemos, los talleres de escritura son uno de los mayores negocios de la literatura. No es necesario pasar por ellos para aprender las reglas de la escritura. Son un negocio, y como tal, venden un producto que no tiene por qué adaptarse al comprador.
Si tienes talento, tranquilo, que en esas clases lo explotarás al máximo, pero con un tercio de lo que te cueste puedes comprar unos cuantos libros que te enseñen lo mismo. Si no lo tienes, está bien asistir, pero sabiendo que por mucho dinero que tengas no vas a poder comprar ese “algo” que solo algunos poseen. Quizá en esto último está la clave, o no.
El autor es escritor.
Fuente Contra-Escritura