Luego de ver ¿Y ahora a dónde vamos?, durante la cuarta noche del Festival Internacional de Cine de Fine Arts en Miramar, no queda duda del dicho popular que dice que en la actualidad las mujeres dominan el mundo. Y si no me creen, pregúntenle a los hombres de aquél pequeño pueblo en el Líbano en dónde se desarrolla el filme.
La hermosa puesta en escena es presentada directamente desde el seno imaginativo de Nadine Labaki, directora del filme y actriz principal. La película cuenta cómo las mujeres de un pequeño pueblo en Líbano, pueblo cuyos habitantes practican el Islam y el Cristianismo en armonía, hacen de todo para que los hombres del pueblo no se maten tras el avenimiento de una posible guerra civil entre ambas facciones religiosas.
El filme comienza con un Líbano post-guerra civil. Como antecedente histórico se nos presenta un cementerio que revela los estragos de la guera. Es aquí que Labaki, utilizando recursos de danza moderna y teatro, crea una hermosa imagen. Una procesión de mujeres, tanto cristianas como musulmanas, que van que van en conmemoración de sus muertos al ritmo de sus manos, sus pies y sus cuerpos.
De ahí pasamos a la presentación de personajes que sin duda es una muy particular. Cada uno de los habitantes del pueblo tiene una labor en específica. Desde el cura y el Imán del pueblo hasta el carpintero, el carnicero y un niño, el cual todo el pueblo cuida.
El filme comienza como una comedia. Escenas que te muestra la unión y hermandad que reina en el pueblo luego de la guerra. Pero todo cambia hasta que en las noticias reportan de enfrentamientos entre cristianos y musulmanes. Es aquí que las mujeres empiezan a quemar los periódicos y evitan que sus maridos vean las noticias para que no se creen animosidades entre ambas partes.
El filme, en mi opinión, es uno hermoso. Te llena de encantos. Conmueve a la vez que hace reír. Plantea una realidad completamente ajena a la que los medios de comunicación nos presentan a diarios de Líbano. Es decir, se muestra ese otro lado de la moneda de la zona que no tiene cabida en las coberturas mediáticas. El lado de las mujeres, de las madres, de las esposas, de las hijas y de las hermanas. Nos lleva a pensar en cómo nuestras ideas políticas o religiosas pueden causar más daño de lo que uno cree.
Labaki muy ingeniosamente utiliza metáforas e imágenes teatrales para envolverte en un sueño. Desde la procesión que mencioné anteriormente hasta la imagen de la virgen en la madre cristiana que ha perdido a su hijo por el altercado a las afuera del pueblo.
Al mimos tiempo, nos presenta un microcosmos de la ambición del hombre por obtener control y poder. Un microcosmos de lo que muy bien pudo haber sido la situación del Líbano durante la guerra civil. Lo único que con una historia un tanto graciosa que se desenvuelve en un drama.
El amor no podía faltar. Así que a través de un amor prohibido entre la cristiana dueña de la única taberna del pueblo y el musulmán pintor que está remodelando el establecimiento, Labaki nos incluye otra situación que muy bien se puede dar en Puerto Rico. En esta ocasión, en lugar de un amor prohibido entre razas o clase, entre religiones.
El uso de la música es fundamental en el filme. En instancias el mismo muta de género y se proyecta como un musical. La fotografía es excelente utilizando colores arenosa y cálidos que nos presentan el desierto de una manera casi perceptiva.
De hecho, los colores muy bien se utilizan para resaltar instancias en el filme. La edición es una muy ligera. Nada de cambios abruptos. Te permite ver todos los alrededores. Y la dirección y el guión nos regala una buena historia, rica en imágenes y contada desde la perspectiva de varias mujeres que por amor a lo que más quieren se salen con la suyas con el fin de evitar perderlo.