La experiencia de tres escritores que han reunido lo mejor de la literatura para el público, fue la protagonista ayer del debate Los ecos del mundo: encuentros literarios que buscó indagar en la esencia del Festival de Literatura de Berlín, La Feria del libro del Pacífico en la ciudad de Cali, Colombia, y el Festival de la Palabra de Puerto Rico.
Surgen estos festivales principalmente por dos razones. Primero, la necesidad de crear un espacio donde el público, especialmente niños y jóvenes, desarrollen amor hacia el arte de las letras. Y segundo, reunir la mejor calidad literaria mundial dando espacio a escritores noveles a presentar sus trabajos sin importar “cuántas veces haya sido traducido o editado”, como narró Ulrich Schreiber, director del Festival de Literatura de Berlín. Schreiber añadió en un principio que los críticos fueron apáticos con esta idea y que incluso “le sacó risas”.
Hoy, el festival de literatura en la capital alemana es uno de los más prestigiosos e internacionales reuniendo a un aproximado de 80 por ciento de literatos extranjeros.
Y es que darle vida a estos espacios donde se pueda reunir la producción literaria y el público no resulta sencillo. En cambio, representa un reto para todo aquel que se de a la tarea realizarlo. Sobre todo, y en esto coincidieron los tres panelistas, en hallar los recursos necesarios.
La Feria del Libro del Pacífico, dirigida por el profesor Darío Henao Restrepo y en la que se presentará a Puerto Rico como país invitado en su decimonovena edición, es acogida por la Universidad del Valle que aporta más de la mitad del presupuesto y de sus espacios. Aún así, resulta un reto, ya que, cada vez crece más, llega más público y las expectativas son más altas. Distinto no es el caso de los otros dos festivales. No sólo en la concepción de los recursos financieros del evento, sino también en los recursos culturales, pues, según explicaron, cada cual intenta reunir y promover lo mejor de la producción cultural del mundo.
Pero no todo es acerca de vicisitudes (de ser así no se realizarían). Es la libertad de darle forma a un proyecto, de concebir un lugar para ser y hacer cultura lo que satisface a estos creadores. José Manuel Fajardo, director de programación del Festival de la Palabra, en su tercera edición, manifestó su satisfacción “cuando pasa algo hermoso, cuando escuchas que se manifiesta la belleza de la inteligencia en directo”.
Se unen dos factores, el proceso de ver crecer un proyecto y sus resultados. Más aún cuando se concibe la cultura como protagonista, como “herramienta de cohesión y recuperación social de la dignidad” como expresó Fajardo con una sonrisa de complacencia.
Por otra parte, interesa destacar la labor internacional de estos proyectos. Juntar voces de autores de todos los rincones, con diferentes lenguas y visiones distintas del mundo es, sin duda, una manera de creación social, una forma de cultivar la curiosidad hacia otras culturas y de enriquecer al individuo.
Es entre retos y libertades que se pasean estos gestores, no muy diferente a la vida misma. Vida y cultura, vivir en cultura, cultivar la vida propia, la de otro, la de otros. Buscar herramientas para hacerlo y hacerlo bien, con complicaciones, con resultados. Pasearse entre libertades y retos para hacer que las voces que no se escuchan a menudo se escuchen a través de la literatura.
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