Presentado durante el recién terminado Festival Internacional de Cine en Fine Arts de Miramar, el filme antológico 7 días en La Habana—compuesto por siete cortometrajes que más o menos se relacionan entre sí—me recordó dos proyectos similares: Paris, je t’aime, proyecto internacional del 2006 y el gran documental Loin du Vietnam (1967), co-dirigido por varios cineastas asociados al rive gauche. Como sugieren sus títulos, su conexión con 7 días en La Habana es que ambos presentan visiones diferentes sobre ciudades icónicas. De Loin du Vietnam, la relación me parece más interesante, ya que ambas utilizan la misma técnica: varios directores trabajando con un único guionista para enlazar los cortos-documentales sobre Vietnam (Chris Marker) y desarrollar un sentido de comunidad netamente habanero (Leonardo Padura).
Las tres películas comparten otro elemento, tal vez una consecuencia natural de toda antología, y es que la efectividad de cada corto varía según el esfuerzo y talento envuelto en cada producción. En ese aspecto, 7 días en La Habana, en su totalidad, está en un punto medio entre las otras dos películas. Si bien no podemos decir que alcanza la ambición y maestría artística del documental francés, tampoco se torna redundante, e inconsistente, como Paris, je t’aime. De hecho, la “semana habanera” sólo tuvo dos percances, los días dirigidos por Julio Medém y Gaspar Noé; uno por su melodrama innecesario y el otro por su apabullante inconsecuencia. A lo menos, el resto de la semana, compuesta por la dirección de Benicio del Toro, Pablo Trapero, Elia Suleiman, Juan Carlos Tabío y Laurent Cantent, me mantuvo atento.
Algo que funciona magistralmente es la organización cronológica de los cortos, comenzando y terminando con igual efectividad. Los cortometrajes que componen el largo trabajan mediante días; cada director esta encargado de desarrollar cada día de la semana. Muy acertado poner la pieza de Benicio del Toro al comienzo, ya que, además de ser el más convencionalmente entretenido, nos da un buen punto de entrada a La Habana que se explorará durante el resto de la película; esta historia nos muestra la primera noche en Cuba de un joven estadounidense. Es un otro, al igual que el público, que poco a poco va conociendo su nuevo entorno. No abundaré mucho sobre la trama, pero me agrada que aun cuando la conclusión no es del todo sorpresiva, incluso se podría considerar hasta un cliché, se siente como el resultado natural de la historia.
La intervención del día martes, que también se concentra en la experiencia de un extranjero, fue mi predilecto. El corto de Pablo Trapero persigue a un cineasta, Emir Kusturica (haciendo de sí mismo), quien llegaría a la Habana para recibir un premio por su trayectoria. En el entretanto, entabla una amistad con su chófer. De bebida en bebida, la noche los llevará por un recorrido de “jangueo” y música. Trapero demuestra que, bien utilizada, la sencillez narrativa no es impedimento en sí mismo.
Dos días después, nos encontramos con el otro extranjero protagonista, interpretado por su director, Elia Suleiman. En la trama, éste llega en la embajada palestina para una reunión con la oficialidad cubana. Sin embargo, permanece siempre en la espera, sujeto a la culminación de uno de los maratónicos discursos de Fidel Castro. Dictado por la sensación, más que el raciocinio del sujeto, Suleiman nos mantiene en un estado surrealista y divertido.
De pronto, la semana está terminando. La efectividad de los últimos dos cortos varía. El penúltimo, de Juan Carlos Tabío, está interesante pero no satisface del todo. A modo de secuela (no diré de cuál), es el único que tiene una conexión expresa con otro. Las actuaciones son buenas y, por lo general, la estética visual también, pero tiene un destiempo en el ritmo, tanto de montaje cómo de lo narrativo, que me distrajo demasiado. El próximo fue consistente; ante el colectivo, Laurent Cantet logra producir una exitosa conclusión temática, que sirve de contraste con el primero, esta vez siguiendo a una comunidad particular más que a un individuo.
Al final, no puedo decir que lo vería todo de nuevo, pero sí creo que mi tiempo no fue descuidado o desatendido. No es que debamos conformarnos con poco, pero, en ocasiones, el mero entretenimiento me deja abastecido.