No se sabe con certeza, si realmente estamos teniendo el placer de asistir a un salto evolutivo del hombre caracterizado por una sociedad puramente consumista, que tiene ventajas y desventajas. Por ejemplo, el poder transmitir esta información desde la denominada “era de la información”, ya supone unas destrezas intelectuales del hombre por desarrollar sus ideas y hacer que este documento digital, en cuestión de horas, esté en comunicación a la luz de cualquier persona a nivel de todo el globo terráqueo. Eso sí, para poder llegar a esta información, se necesita que el consumismo esté integrado en ese lugar remoto y se disponga de los medios necesarios. Pero sería dudoso que hoy en día no se disponga de un teléfono móvil con acceso a Internet incluso en mitad del desierto del Sahara.
Cuando se dice que esta vida es un negocio, nos estamos refiriendo a que se ha creado un mundo puramente capitalista y donde nadie puede escapar de hacer uso del consumo del mismo. La idea que se crea es “vivir mejor”, y donde a través de inventos sofisticados el hombre tenga una mejor calidad de vida: medicina de laboratorio, formas de viviendas construidas, acceso a la corriente de agua, luz, telefonía, etc., y además, todos los objetos materiales que nos rodean en nuestro nuevo espacio público y privado que caracteriza homogéneamente al mundo que habitamos. Pero este consumo masivo, frenético y del que parece no tener límites, está cada vez más deteriorado de lo que creemos. No nos damos cuenta y tampoco queremos hacerlo, porque nos hemos acostumbrado a vivir consumiendo compulsivamente y cambiar esta forma de vida sería inviable; “nadie estaría dispuesto a dejar de tener un teléfono móvil cuando se queda antiguo”.
Hay quienes dicen que la vida de antes era mucho mejor, cuando se vivía menos estresado por las cosas y las preocupaciones eran otras más personales. Sin embargo, existe otra dicotomía que defiende el consumismo como una forma de vida más cómoda y que todo es cuestión de mantener un equilibrio personal y social. Algo que parece ser sencillo, pero que en realidad llevarlo a la práctica es casi imposible.
Los expertos en marketing comerciales de las grandes corporaciones saben perfectamente cómo se comporta la sociedad, y para ello utilizan técnicas publicitarias para que se fomente el consumismo en masas. Consumir ha pasado a ser una necesidad psicológica de los seres humanos. Comprar por comprar, hacer por hacer y tirar por tirar, es la nueva forma de comportarse del hombre que es absorbido por las grandes campañas que utilizan los espaciosos almacenes que se concentran en polígonos industriales o comerciales. Y es imposible transformar esta nueva cultura que nos une a todos los seres humanos del planeta tierra: consumir.
La desventaja que presenta el consumismo, es que estamos alterando los ciclos de la naturaleza, de tal manera, que a pesar del cambio climático cada vez más y más latente en nuestro mundo, le estamos haciendo caso omiso. De nada nos vale que una, dos o tres veces al año apaguemos las luces por unos minutos de nuestros hogares, de nuestras ciudades y lugares emblemáticos a modo consciencia colectiva, si después salimos a consumir impulsivamente. Otras de las desventajas son las consecuencias trágicas que están sufriendo países de África, India, etc., debido al calentamiento global y las repercusiones que supone en la agricultura, ganadería y los efectos climáticos que afectan a animales y plantas, entre otros entornos geográficos.
El control de este consumo acelerado es una responsabilidad de todos, pero también de las élites sociales que a sabiendas del poder que ejercen sobre la sociedad consumista, no hacen nada para cambiar las cosas. Es decir, un consumidor compra lo que encuentra en el mercado. Esta nueva era del homo sapiens consumis, podría ser objeto de un estudio más exhaustivo junto con la ecología cultural, en virtud de que a largo plazo el futuro de las nuevas generaciones que habiten la tierra, puedan hacerlo en mejores condiciones de las que actualmente estamos viviendo nosotros. Pero esto supone una utopía más para los grandes pensadores antropólogos por sus desafíos socio-culturales y querer reinventar un mundo más equilibrado y mucho más humanamente habitable. Ya que esta vida social y material se mira desde el presente, se solucionan los problemas desde el presente, y el presente lo es todo. Y si pensamos hacia el futuro, se hace con la intención de consumir más compulsivamente.
Pero, ¿a qué precio estamos pagando estas consecuencias?, ¿demasiado pronto para darnos cuenta?, ¿queda todavía mucho más consumo para poner medidas? Quizás deberíamos de plantearnos de qué forma hacer las cosas bien. Pero sea lo que sea, necesitamos consumir porque es nuestra nueva forma de vida social y personal, y como dice el dicho: “donde fueres haz lo que vieres”.
El autor es un antropólogo español que colabora en diversas publicaciones digitales. Fue estudiante de la Universidad de Puerto Rico en Cayey.