El pueblo puertorriqueño está convocado a las urnas este martes 6 de noviembre de 2012. Estas elecciones, como cada cuatro años, son “generales” pues en un mismo día se deciden todas las posiciones que están sujetas al voto popular en las ramas ejecutiva y legislativa, el comisionado residente en Washington, y los municipios. Estas elecciones también son “plebiscitarias” en distintos niveles vitales para nuestro país, y no me refiero a la consulta de estatus.
Los seis partidos políticos debidamente inscritos nos plantean que estas elecciones son oportunidad para decidir qué rumbo lleva nuestra sociedad, seleccionar las mejores propuestas para resolver apremiantes problemas de educación, seguridad, desarrollo económico, gestión política, vida en comunidad, y validar el rol de nuevas organizaciones políticas y de la sociedad civil en la vida pública del país, en contraposición a los partidos políticos “tradicionales”. Este es en resumen la naturaleza “plebiscitaria” de las elecciones del 2012.
La campaña política ilustra claramente la tendencia “plebiscitaria” de esta elección. La administración del gobernador Luis Fortuño sabe que en noviembre corre contra su propio “récord”, reflejado en diversas encuestas de opinión que indican que muchos votantes podrían pasarle factura por promesas incumplidas y decisiones que han generado amplia antipatía en diversos sectores. Es el lastre inevitable del “desgaste político”, agravado por el estancamiento económico y males sociales presentes, de nueva o vieja cuña. Atenta a ello, la campaña del Gobernador destacó los temas de “carácter, experiencia y capacidad”, acentuando que él sabe tomar decisiones impostergables, por más dolorosas que sean a corto plazo, por más costo político que acarreen.
Pero ya sus anuncios alardean de toda la “obra” de infraestructura inaugurada en su mandato y otros proyectos específicos que es común presentar en campaña de forma que el votante, al preguntarse “¿vale la pena reelegir este gobierno?” (que es lo mismo que decir “¿me quedo con este Gobernador o no?”), le favorezca en el balance de lo bueno y lo malo que ha habido en –o se le achaca a— la Gobernación este cuatrienio. Clara admisión de que aptitud o carisma podrán ser pertinentes pero, más que nada, esta elección es un referendo sobre todo lo que el Gobernador, incumbente al fin, ya ha hecho en el cargo, no cuáles promesas pueda representar él a estas alturas del juego (esa “luna de miel” hace tiempo que pasó). Y este es el verdadero flanco débil de la administración presente de cara a los comicios.
La vulnerabilidad del Gobernador, como es de esperarse, la ha aprovechado ampliamente su retador principal, senador Alejandro García Padilla, con anuncios que confrontan al incumbente con sus propias promesas del pasado y hasta increpándole directamente, ante el país, en el primer debate de candidatos a la Gobernación en septiembre, ocasión que unos aplaudieron, otros censuraron pero que, fríamente vista, mostró a un Gobernador que no estaba preparado para ser más enérgico en la riposta pues, después de todo, quién mejor que él mismo para defender con argumentos de sustancia las decisiones por las que es fácil criticarle, como los despidos de Ley 7 y el abortado “gasoducto”, por mencionar dos ejemplos .
Y si fácil ha sido criticar al Gobernador, también ha sido efectivo llamar a capítulo al principal retador en el renglón de hacer propuestas concretas que justifiquen llevarle a La Fortaleza. Hay un clamor en “la calle” por conocer, en concreto, con qué ideas resolverá, con rapidez y efectividad, los muchos males que se supone quedarán atendidos si hay cambio de gobierno. Ese vacío vemos llenándolo a los partidos políticos emergentes: el PPT, PPR y MUS. Estos grupos han enfocado su campaña en hacer responsables a los “partidos tradicionales” de los serios problemas que Puerto Rico enfrenta hoy e invitan al elector a considerar una nueva forma de gestión política que trascienda las tres organizaciones políticas principales e incluya grupos adicionales.
Aunque no logren elegir candidatos, ya las encuestas indican que el PPR, MUS y PPT podrían generar una dinámica que haga esta elección mucho más cerrada entre el PPD y el PNP de lo que la gente piensa, particularmente restando votos que de ordinario irían al retador. Y en un sistema electoral como el nuestro en que quien gana prácticamente “se lleva todo”, sin distribución de escaños y posiciones de forma proporcional a los votos emitidos, un voto por una de las agrupaciones con poca fuerza electoral se torna en un voto menos con el cual el principal retador pudiera vencer al incumbente.
Esto nos trae de vuelta al carácter “plebiscitario” de estas elecciones generales. La consulta de estatus pudiera generar mayor movimiento hacia los colegios de votación en un año en que hay mucho descontento con el rumbo que lleva el País. O, como parece haber ocurrido con el referendo de enmiendas constitucionales de agosto pasado, ser un “show” al margen de la verdadera lucha por capturar los votos necesarios para llegar unos –o quedarse otros—en La Fortaleza. Eso lo sabremos cuando todas las papeletas queden adjudicadas y contadas.
Estas elecciones ilustran con vitalidad componentes importantes de nuestra vida democrática: participación, competitividad, libertades civiles, política programática y rendición de cuentas. Cómo termine esta elección y cómo juzgarla, dependerá de cómo transcurra el proceso de votación y, con igual importancia, cuán efectivo sea el gobierno que tome posesión en enero en promover justicia social, igualdad, desarrollo, paz para los puertorriqueños y participación amplia, en pensar y crear país, de los sectores que componen nuestra sociedad, no solamente la mayoría política del momento.
El autor es abogado y profesor en la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Además, funge como analista para Univisión Puerto Rico y tiene un blog donde discute sobre política local e internacional (www.phillipescoriaza.blogspot.com).