La República Dominicana tiene una sociedad mestiza, anclada desde los tiempos de la colonización, sin embargo, la cuestión racial y el color de la piel está sumamente marcada en todos los sectores de la sociedad sobre todo en las esferas más dominantes. Tanto así, que todavía existen lugares donde a las personas de color se les prohíbe el paso a menos que “por encima de la ropa” se le note un estatus social dominante o sea adinerado. A una gran parte de la población dominicana le molesta ser llamado negro. Hasta la última remodelación de la cédula de identidad, en el renglón de color de piel se solía colocar la palabra “indio”.
Durante los siglos XIX y XX predominó una cultura antihaitiana, que se fue desarrollando y consolidando a partir del gobierno de Jean Pierre Boyer en el año 1822.
En esta segunda parte de la entrevista con el doctor Amín Pérez, sociólogo y profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), abundamos al respecto.
KV: ¿Usted entiende que el antihaitianismo se ha promulgado totalmente por el estado dominicano?
AP: No completamente, pero sin dudas el Estado es el que ha jugado ahí un rol primordial, al nivel que es el que más se ha beneficiado de esa relación y de ahí la paradoja. Hoy día la gran exportación económica es hacia Haití y el Estado fue quien reguló a todos esos braceros y jornaleros que vinieron desde allá a través de los contratos que se hacían entre ambos gobiernos. Al parecer no bastaba con explotar esa mano de obra y sacrificar sus vidas, hoy día se busca por igual expulsarla del país.
KV: Según publicó hace unos años en 80grados ese hecho “engendró una sociedad nacional contradictoria, impregnada de fuertes prejuicios en su construcción interior, donde el resentimiento hacia lo negro ha sido un leitmotiv”. Este resentimiento al que usted se refiere ¿es solo para el negro haitiano o la negritud dominicana también tiene cabida en este aspecto?
AP: Sí, tal cual, aquí se está recriminando principalmente algo totalmente contradictorio. Somos una sociedad mestiza que censura lo que somos, mostramos más lo que no queremos ser que lo que somos. Entonces, esta reprensión viene con lo “negro”. Pero hay otro elemento que va de la mano, y es la condición socio-económica. El racismo en República Dominicana es social y racial. Fíjese la composición de nuestros obreros, jornaleros, pequeños empleados, chiriperos… compárelos a quienes ocupan una posición social y laboral mayor y verá la articulación de esa desigualdad.
KV: ¿Considera usted entonces que el nacionalismo que ha florecido en el dominicano no es genuino?
AP: Está ahí presente. El hecho de que la relación nacionalismo-racismo sea una construcción, no necesariamente quiere decir que sea una ilusión. Es algo que está cimentado y que tiene un efecto muy concreto. Pero lo principal es mostrar cómo nace y cómo se impone. Y, a la vez, cómo la gente se lo apropia, no se le impone solamente por la fuerza, por la socialización misma, en la escuela, en los medios de comunicación … se van empapando de todo eso. Lo importante es romper con ese tipo de reflejos y prejuicios que tenemos.
KV: ¿Y qué hay del rechazo que existe del haitiano hacia el dominicano y de lo que casi no se habla? ¿Es esto una ideología? ¿Cómo surge?
AP: Efectivamente, hay algo que en la literatura dominicana como en la haitiana se ha obviado completamente y es la cuestión de analizar y entender sistemáticamente los dos lados. Indudablemente del lado haitiano también, el sentimiento de rechazo reactiva un resentimiento, pero esa animosidad viene también manipulada por el estado haitiano. Ese andamiaje nacionalista ha estado manejado de ambos lados.
KV: ¿En qué momento comenzaron a surgir los conflictos raciales entre dominicanos y haitianos?
AP: Esto data mucho más del periodo de la independencia y actualmente se ha reactivado con el Partido de la Liberación Dominicana. Está la muestra de cómo la cuestión racial ha sido una constante, siempre se pensaba que había que blanquear un poco la población dominicana y eso era con relación a los negros “de al lado”. Lo interesante de esto es no tratar de homogenizar la situación diciendo que esto viene de antes si no, ver cómo se va reavivando y cómo va cambiando esa hostilidad. Efectivamente con la inmigración del 1920 para acá, al momento de la intervención norteamericana, sí se fue reavivando más eso, la era de Trujillo fue un periodo muy importante en ese ámbito, y en los años de Balaguer, también se despertó este conflicto.
KV: ¿Comparte usted la opinión de Aníbal de Castro, cónsul dominicano en Estados Unidos cuando dice que haitianos y dominicanos viven en comunidades donde la tensión racial es prácticamente inexistente?
AP: Sí, totalmente. Un poco menos (¿con?) los pareceres de quien la emite, por su posición en defensa de la sentencia. Pero sí, cuando transitas por ejemplo en la
frontera dominico haitiana uno se da cuenta de que no existe ningún problema de esta índole y que allí la vida se desenvuelve de forma normal. Todo esto, hasta que reactives ese racismo.
KV: ¿Por qué decide volver a República Dominicana?
AP: Lo quería, necesitaba ese retorno, confrontarme otra vez con esa realidad y ya a partir de ahí ver qué hacer.
KV: ¿Cómo ha sido ese cambio?
AP: Ha sido bien interesante (dice evocando un suspiro), pues me ha permitido reapropiarme de una realidad de la cual yo estuve un poco alejado.
KV: ¿Qué fue lo que más extrañó de República Dominicana?
AP: La dimensión afectiva de nuestro país. También, de las cosas más difíciles fue el impase de sentirme en la distancia y no poder actuar directamente ante hechos que ocurrían en el país.
KV: ¿Cómo fue ese proceso de adaptación en Francia?
AP: La adaptación es paulatina. Una gran ventaja fue aprovechar la red de mis hermanos antes de que ellos regresaran a RD. Esto me ayudó bastante a insertarme mejor en una sociedad tan distinta a la conocida, pero aun así no fue fácil, tanto por ser una ciudad cara y uno sin beca. Recibí el apoyo familiar, luego logré desenvolverme por mí mismo y ahora en equipo junto a mi compañera.
KV: ¿Cree usted que en algún momento estas diferencias entre ambos países se puedan solucionar?
AP: Mi primer reflejo sería decir que sí, aun estando claro que las elites han constituido una historia tan trágicamente distante. Sin embargo, se puede tomar otro rumbo. Y es una necesidad hacerlo, por el mismo hecho de no seguir pisoteando nuestra propia historia, y por aquello de que una sociedad no aguanta tanta segregación. Por el momento vemos la manipulación de ambos estados, pero yo pienso que se puede. En la medida que se vea un cambio en ambos escenarios políticos, va a haber un cambio en el pensamiento.
La autora es estudiante de la Maestría en Periodismo de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico. Este texto se produjo para el Seminario en Periodismo I: “Retratos: la entrevista creativa y en profundidad” (COPU 6725), que dictó el doctor Mario E. Roche Morales este semestre.