Como profesión e institución social, el periodismo contemporáneo libra una dura batalla en aras de reivindicarse y trascender la falta de sustancia hacia temas de importancia y la ausencia de acercamientos investigativos en la fiscalización. Esta problemática vinculada al contenido sucede en un contexto de precariedad económica y aumento en los programas de reestructuración de empresas relacionadas a los medios de comunicación. Aunque no es un fenómeno exclusivo de Puerto Rico, en la Isla estas reestructuraciones han incluido olas de despidos a obreros y obreras en las áreas de información periodística. Dichas decisiones administrativas no solo provocan el cesanteo de valiosos trabajadores y trabajadoras, sino también la pérdida de ingreso para quienes mantienen familias. Pero hay más.
La reducción de personal profesional en las diferentes áreas relacionadas al periodismo igualmente amenaza la calidad de la información e investigaciones que pudieran ser transmitidas al público. Con menos mentes productivas trabajando en mesas de redacción y en la calle, nos corremos el riesgo de continuar perpetuando el predominio del “trending topic” (tema de moda) en las redes cibernéticas como el criterio principal para determinar qué temas y ángulos son los verdaderamente valiosos en el ámbito noticioso. En el régimen del “trending topic”, el periodismo de contexto e investigativo tienen poco o ningún valor fuera de consideraciones económicas y de mercado. Prevalecen criterios de carácter comercial en el marco de fórmulas que incluyen cifras de entradas a sitios en línea, publicidad de marcas e integración de redes sociales cibernéticas.
Si bien estas decisiones laceran la calidad del periodismo en sus diferentes estilos, acercamientos y posibilidades temáticas, cabe destacar que las noticias e historias vinculadas a la información deportiva figuran entre las más que se han impactado adversamente en términos de profundidad de contenido, contexto y pertinencia social a la hora de reseñar eventos, analizar rendimiento de atletas y fiscalizar la gestión de jefes federativos. El señalamiento histórico que despacha el contenido deportivo como mera información de carácter liviano (“soft news”), ha facilitado su transición hacia un mayor grado de trivialización dentro del régimen actual del “trending topic” y el consecuente aumento en la elaboración de “noticias como espectáculo”. Muy poco se expone en los medios en torno al valor del deporte como motor de avance comunitario. Tampoco se profundiza en sus dimensiones sociales, políticas y económicas. Además, el importante ejercicio periodístico de fiscalización está mayormente ausente en los segmentos y secciones deportivas. Por el contrario, la audiencia se tiene que conformar con crónicas estériles de meros resúmenes de partidos o reportajes faranduleros sobre la vida privada de atletas.
No debe sorprender que en este estado de situación del periodismo deportivo, sean las mujeres quienes queden más expuestas y vulnerables ante la publicación de notas de poco valor deportivo. En el caso de Puerto Rico, es muy común dentro de las secciones y páginas deportivas de prensa vender la imagen de la mujer atleta, según estándares relacionados a su supuesta “delicadeza”, “dulzura”, “feminidad” y apariencia corporal. Este tipo de información de poca monta deportiva se suma a la publicación de numerosas historias vinculadas a la vida privada y sentimental de las atletas. El advenimiento de las páginas sociales cibernéticas como instrumentos indispensables en la producción de información periodística ha propagado la publicación de estas noticias de farándula deportiva, las cuales pueden recorrer varias redes y “conversaciones” en diversas plataformas mediáticas. Esta realidad tecnológica y económica, sumada a los precarios proyectos sociales en favor de la equidad y el rechazo popular a miradas inclusivas con perspectiva de género, colocan a la mujer atleta en una posición de vulnerabilidad tanto en términos de participación, como en representación y cobertura.
El pasado jueves 10 de diciembre, el periódico Metro publicó una columna de la periodista de espectáculo Yolanda Rosaly. En el texto titulado “¡Mónica Puig se pegó en la Loto!”, la comunicadora felicitaba a esta famosa tenista puertorriqueña por haberse involucrado sentimentalmente con un hombre a quien describe como un joven “valioso” y con “una alta escala de valores”. La columna culmina con una invitación a la pareja a valorarse mutuamente. Al citar un pasaje bíblico de Corintios, Rosaly les insta a vivir un amor paciente y desprendido. Aunque la autora también elogia las cualidades humanas de Puig, el texto se centra en cómo la atleta alcanzó un importante logro al unirse con un buen hombre a quien Rosaly conoce desde que es un niño.
De repente, pasa a un segundo plano los planes de Puig de aspirar a clasificar a las Olimpiadas de Verano 2016 en Río de Janeiro o su preparación para la temporada profesional de ese mismo año en la rama femenina del deporte de tenis. Igualmente pierde vigencia cualquier gesta social de esta mujer como modelo de inspiración para niñas, niños y jóvenes que deseen desarrollarse en el mismo deporte en el cual ella compite. El texto de Yolanda Rosaly constituye un retraso para las atletas y quienes luchan por continuar promoviendo una cobertura digna de las y los deportistas. Tratar de sugerir que la sociedad debe medir las virtudes humanas y relevancia de una atleta, según la calidad y escala de valores de la pareja que eligen es una falta de respeto hacia las mujeres y hacia quienes continúan esforzándose y luchando por el desarrollo de proyectos más equitativos a nivel de federaciones, ligas y coberturas mediáticas deportivas. Planteamientos de esa naturaleza degradan a la mujer atleta al sugerirles que sus esfuerzos deportivos estarán sujetos a juicios sociales selectivos en virtud de lo que se espera de ellas por razón de su género.
Aunque podría argumentarse que Rosaly no es periodista de deportes, sino de espectáculo, y por tal razón no se debe medir con la misma vara que se hace con los profesionales en información deportiva, lo cierto es que no existe justificación para continuar utilizando posiciones de poder desde los medios para perpetuar coberturas sexistas en las historias que tratan sobre atletas y en el periodismo en general. El hecho de que el texto anteriormente citado haya sido redactado con propósitos de farándula no significa que su contenido no tenga implicaciones en términos de atrasar cualquier proyecto a favor de la equidad tanto en el deporte, como en la representación de sus atletas. Desafortunadamente, en el régimen del “trending topic” y la “noticia como espectáculo” existe una frontera frágil y fluida entre las coberturas relacionadas al deporte y aquellas vinculadas al entretenimiento y espectáculo. Por ejemplo, fue precisamente la sección de Deportes del diario El Nuevo Día la que publicó en junio de 2013 una nota de farándula en torno a la celebración de un “prom” y la utilización de un traje de gala por Mónica Puig previo a su participación en el prestigioso torneo de Wimbledon. En ese sentido, el hecho de que la nota sea publicada por uno u otro tipo de periodista o periodismo no quita la responsabilidad social que siempre debe mantenerse a la hora de transmitir información sobre diversos temas, incluyendo el deporte.
Aunque los retos y dificultades son enormes en el periodismo de hoy, no se deben utilizar los argumentos de la precariedad y las alegadas reestructuraciones económicas para justificar una merma en la publicación de historias con profundidad, contexto y empatía. Dentro de esta difícil realidad resulta indispensable felicitar y alentar a aquellos/as periodistas que libran importantes batallas internas dentro de sus medios y constantemente abogan por un periodismo de altura. En el caso de los y las periodistas de deportes, ojalá y estas líneas sirvan de invitación para continuar diversificando las perspectivas y acercamientos en torno a la cobertura de eventos y atletas. Sigue vigente el llamado que aspira a continuar integrando metodologías y miradas con perspectiva de género en el periodismo y en Puerto Rico.
El autor es profesor de Geografía en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico en Humacao. Además, posee un grado de maestría de la Universidad de Penn State con especialidad en Comunicaciones y énfasis en el área de Deportes, Medios y Sociedad.