Todo desaparecido merece que se conozca su historia, y la de su desaparición. Yo me hago cargo de la historia de mi desaparecido…” Eric Domergue
“Detrás de todo detenido o desaparecido, hay una historia y una familia”, me comenta Eric Domergue, autor del libro Huesos Desnudos. Con frases espaciadas y voz sentida, comparte mates y recuerdos en su departamento de San Telmo. La novela que comenzó a escribir allá por el 2000 narra la desaparición y posterior aparición sin vida de dos militantes extranjeros durante la última dictadura militar argentina. Yves Dormergue y Cristina Cialceta, francés él y mexicana ella, habían adoptado a Argentina como país propio y entregado su juventud a la lucha por una causa política que consideraban justa.
Eric, hermano menor de Yves, mezcla su vocación de periodista con la necesidad de contar la historia de su hermano desaparecido en la primavera de 1976. Su embarque es una investigación exhaustiva en la que recorre varios sucesos políticos de mediados del siglo XX en la Argentina y el mundo, tratando de dar cuenta del contexto en el que Yves y Cristina desaparecen. Sin embargo, él mismo se encarga de subrayar que “es una historia mucho más familiar, en realidad; era más la historia de mis padres”.
Es así como recorre los momentos de Jean y Odile, sus padres, que vivieron sucesos como una infancia dura en Egipto y, ya casados, la ocupación nazi en su París natal. El derrotero familiar los lleva a Buenos Aires en una época donde la figura de Perón enarbolaba reclamos populares y suscitaba enemigos públicos. Eric intenta demostrar la incidencia de todo esto en Yves.
“El contexto ése me parecía importante definirlo. Más aún porque se trataba de un extranjero: un francés que vino de muy pequeño a la Argentina y se impregnó de todo esto, y que empezó la facultad en el momento en que la política fluía por todos lados”, remarca.
Eric trabajó diez años en el libro sin saber el final. “Porque el final era otro”, dice hoy. “El final era mi mamá en el ferry, volviendo a Argentina después de diez años y mirando hacia el río, pensando que su hijo estaba en el fondo de ese río”. Ése era el final que había pensado, un final incompleto. Cuando en 2010 identifican el cuerpo de Yves y Cristina, comienza la construcción de la segunda historia que compone y cierra el libro: en Melincué, pueblo al sur de Santa Fe, encuentran dos cuerpos a orillas de un campo rural en plena dictadura militar.
El recelo y el cuidado con el que los pobladores guardan los cuerpos durante años es la dimensión que Eric denomina “mágica”. “De un día para el otro, un domingo, aparecen dos cuerpos baleados cerquita de ahí. Los llevan a su pueblo, los entierran en su cementerio. Los hacen propios”.
Los estudios, investigaciones y trabajos que se desarrollan en Melincué y en la provincia de Santa Fe desde la aparición de los cuerpos hasta el reconocimiento treinta y cuatro años después, representan la otra punta del ovillo que Eric se encarga de juntar en las páginas del libro. Mientras unos tenían un rostro y buscaban un cuerpo, otros tenían el cuerpo sin rostro.
Eric Domergue despliega una narración pura y fáctica complementada por testimonios de políticos, cancilleres, miembros de las fuerzas armadas y citas de la prensa internacional que seguía el caso. Le suma, casi inevitablemente, una subjetividad que le brota hasta estos días, compuesta por recuerdos familiares y escenas cotidianas de aquella época. En este camino, Eric es valiente y no está solo.
“Hago la denuncia de la desaparición [de Yves] a través de una señora francesa, amiga de la familia, en el Consulado de Francia. En Argentina no podía hacer nada. No podía aparecer ni yo”, dice. “Mi papá en Francia recorría los juzgados y ahí empezamos el trabajo primero por mi hermano, después por otros franceses y luego por todos”.
El paso a paso que constituye la investigación es una conjunción entre la sed de verdad y los recursos casi agotados hasta el final. Eric aparece como narrador, hermano, protagonista, querellante, cómplice, entre otros tantos roles que adopta hasta sin querer. Rescata el compromiso y la nobleza de Yves por sobre todas las cosas.
“Él, con 22 años, ya era un cuadro dirigente del PRT [N de A: PRT- Partido Revolucionario de los Trabajadores]. (…) Éramos relativamente jóvenes en el ‘76, cuando se lo llevan. Pero él me preparó. Me cuidaba. La mejor manera de cuidarme era que yo no supiera dónde él estaba”, y así también relata en el libro los encuentros clandestinos de los que ambos eran partícipes por la calle Sucre, en Barrancas de Belgrano.
Eric Domergue logra, finalmente, escribir la historia completa de la desaparición, búsqueda e identificación de los restos de Yves y Cristina. Lo hace por ellos, principalmente. Pero también por sus padres, cuando dice “los padres no están preparados para perder un hijo, y menos para que se esfume”.
Describe a los suyos como católicos y conservadores, opuestos a la ideología de los mayores de sus hijos. Y de todas maneras, comprometidos en la búsqueda de Yves, de Cristina y de los treinta mil desaparecidos en la dictadura más sangrienta del país.
“Ellos siempre lucharon por todos, nunca fue una lucha individual”, puntualiza Eric sobre el sentimiento de la familia Domergue, incluso el de Odile, que pudo transformar su rencor hacia “el país que le había quitado un hijo” en, cuanto menos, alivio.
A Eric lo mueve algo más también en este trabajo. Él escribe para “reivindicar la militancia, el compromiso de esta generación”. Huesos Desnudos nos exige comprender un período histórico del país en donde se opusieron ideales, pensamientos, formas de ver y querer el mundo. “Ellos lo hicieron por un país mejor, más justo. Obviamente se pudieron haber equivocado (…) pero eso no quita que no haya sido muy noble, muy pensado y muy comprometido lo que hacían”, defiende Eric.
Hoy en día aprovecha cada presentación del libro, cada charla a la que es convocado para contar la historia, cada homenaje en los que los retratos de Yves y Cristina fueron protagonistas para acercar la historia a chicos de nuevas generaciones. Recuerda especialmente el día que se los homenajeó en la Casa de Gobierno, con actores políticos de diferentes ideologías, y elige retener el sentimiento amplio y unitario que todos le debemos a esa generación: “Las Madres de Plaza de Mayo me lo dijeron así: Yves y Cristina representan a los treinta mil. Más allá de cualquier bandería política”.
Fuente Revista Alrededores