En un espectáculo ecléctico y cargado de energía, Norberto Collazo, bailarín y coreógrafo, presentó Físico Relativo: 100 x 35 el pasado fin de semana en el teatro Victoria Espinosa, en Santurce.
La producción estuvo marcada por una búsqueda artística a través de la interacción entre distintos géneros del baile como la danza urbana, bomba y danza experimental, integrando en ocasiones el uso de la voz como elemento sonoro que también tienen una fisicalidad. Collazo se nos presenta en el proceso de madurar un lenguaje propio con esta su cuarta producción, una reiteración agrandada de Físico Relativo presentado el año pasado en la Sala-Teatro Beckett, en Río Piedras.
Como es frecuente en trabajos de danza experimental, un arte que tiende a evadir lo lineal, no había una línea particular atando definitivamente la producción, mas sí hubo un tema que relució constantemente: el asunto del género y las expectativas asociadas a ello. Collazo jugó con esto de distintas formas y la palabra operativa aquí es jugar. Hay algo de juego en mucho del trabajo presentado en Físico Relativo:100 x 35, un cierto “te provoco y te cuestiono tus expectativas pero te hago reír; te cuco, pero como te gusta”.
Un ejemplo clave de esto pudiera ser “Perros Falderos”, una de las piezas más memorables de la noche. En un desborde de macharranería sandunguera que los bailarines interpretaron con entrega, “Perros Falderos” trae a escena a doce hombres con faldas coloridas y más actitud que un guapo de barrio de telenovela. Si bien el uso del espacio pudo haber sido trabajado de otra forma para minimizar el riesgo de los que estaban sentados en primera fila a coger un “faldazo” por la cercanía de los bailarines, la pieza acierta en el balance entre la jocosidad y la capacidad del arte de tocar la sensibilidad de quien lo observa/experimenta y quizás, plantear una realidad alterna de forma entretenida. Corriendo por la pieza hay una estética de hiphoperos noventosos con una música que bien pudiera salir de un boombox cargado al hombro, mientras los bailarines visten tenis de colores y camisas de jugar baloncesto. De hecho, mucho de los movimientos parecen venir más del fronte’o en un juego de baloncesto que instancias formales de la danza.
Pero entonces están las faldas coloridas y despampanantes, como si pertenecieran a divas de bombas. Excepto que aquí son divos que meten puños así que tampoco se trata de un Guille cualquiera entrando por la cocina. Esto no es cuestión del estereotipo fácil de tipo amanerado. Por el contrario, la pieza es toda contraste. Hay una masculinidad excesiva: agresividad, fuerza, movimientos cortantes, y los inescapables calzoncillos que nos enseñan sin mucho pudor los bailarines cada vez que levantan sus faldas. Y también hay una cierta coquetería, seducción y goce más esperada de los cuerpos femeninos, tanto más habituados que los masculinos a ser objeto sexual en la mirilla pública. La pieza es un choque, acaso un roce, con otra posibilidad, y lo sabe; lo que es más, se lo goza, y el público también.
Y es de esta forma, perspicaz pero sin tomarse el asunto demasiado en serio, que Collazo parece abordar muchas de las instancias más provocadoras de su trabajo cuando aborda el tema del género. En casos como “Perros Falderos”, el juego funciona, en otros como “En La Cosa Libre… TAN!”, no tanto. Este dueto entre dos hombres vestidos como luchadores tenía mucho potencial presentando imágenes jocosas e interesantes al principio y al final que bien podían seguir trabajando el tema de la macharranería planteado antes en “Perros Falderos”, quizás explorando el homoerotismo o incluso el sadomasoquismo entre estos dos cuerpos masculinos enmascarados que se buscan, se pelean y se vuelven a buscar. Más la pieza no pasa de la insinuación, y su desarrollo se va quedando plano conformándose con sacar partido de gestualidades y chistes comunes relativo a lo masculino.
La pieza reflexiona distintas instancias de los géneros a través de diversos estilos de baile.
En otro tono, pero volviendo a tocar el tema del género, se presentó “Deshielo”, o lo que vendría siendo la pieza de las mujeres –en oposición a la pieza de los hombres que fue “Perros Falderos”. “Deshielo”, presentó a 7 mujeres que emergen e interactúan como piezas o pedazos cobrando vida de una masa deforme. Contrario a los hombres con sus extravagantes faldas coloridas coordinadas con sus tenis y camisas, las mujeres visten atuendos de carácter cotidiano con colores pálidos y desgastados. Hay una yuxtaposición implícita entre el calor y desborde colorido de los perros falderos con la mecanicidad y monotonalidad (potencialmente frialdad) de las mujeres en “Deshielo”. Acaso una sutil inversión de roles, donde en vez del hombre severo y serio, y la mujer coqueta y desbordada, tenemos lo inverso. En “Deshielo”, resulta cautivador ver estos cuerpos en escenas por un lado desvestidos de su feminidad en la mecanicidad del movimiento y a la vez, un revestir de lo femenino a través del uso insistente de los pelos largos de las bailarinas como elemento coreográfico (algo que Collazo había explorado ya en una producción previa). Una vez más, Collazo acierta a través de la creación de contrastes en sus piezas con muchos bailarines, proveyendo textura y matices al trabajo a la vez que hace una propuesta de movimiento definida.
Enmarcando estas piezas, al principio y al final del show se encontraron trabajos de carácter más íntimo y reflexivo (“Notas al calce” y “Nueve” respectivamente) que empujan el trabajo de Collazo a las fronteras de la danza con el performance. Es aquí donde se hace más evidente la búsqueda en el proceso de Collazo hacia la cristalización de un lenguaje coreográfico particular más allá del sincretismo de distintas ramas de la danza.
Tanto “Notas al Calce” como “Nueve” (cuya dirección artística estuvo a cargo de Awilda Rodríguez Lora) van sobre la idea de los procesos de creación, la primera en un tono más divertido y coqueto abordando la creación de una pieza artística, y la segunda en un tono más sobrio y solemne abordando la creación del ser en un carácter más existencialista. En esta última, se hace uso de escenografía y objetos que invitan imágenes de un estado fetal o primal.
De esta forma, la velada tuvo una estructura más o menos circular donde de un trabajo en y sobre el proceso de creación artística (“Notas al Calce”) se va cogiendo fuerza e intensidad a través de las piezas que abordan de alguna forma u otra el tema del género (incluyendo las previamente descritas más un solo con falda interpretado por Collazo), hasta culminar en un solo íntimo y reflexivo (“Nueve”) el cual parece regresar al tema de los procesos de creación, esta vez de forma más solemne y existencialista.
La autora es periodista y bailarina, y tiene una maestría en Análisis Cultural.