A continuación, les presentamos una compilación de fotos de las Fiestas de la Calle San Sebastián, celebradas el pasado fin de semana y atestadas por sobre 300 mil personas. En las imágenes se recogen la fiesta, la bomba, la plena y las caras lindas de la tradición.
En un rinconcito de la Plaza de San José están Los Opa Opa. Su repicar es el barrunto de lo que será el último día de las Fiestas y el primero de las próximas. Vienen de Manatí, de “Las Atenas de Puerto Rico” al Olimpo y cúspide de la plena. Con el requinto embelesan a la gente, que no hallan más que hacer que bailar.
-“Si eres plenero como yo,
agarra duro el pandero
y afínalo, y afínalo,
y dale duro a los cueros”.
Y el coro, que se repetía tras cada improvisación, sirvió como centro de gravedad al llegar otros pleneros.
-¡Abran el círculo!
Con eso queda claro que la plena no es de uno, pero de todos. Y que el repicar los cueros es el llamado a abrir un cerco que se llama unión. -Cristian Arroyo (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
A la luz del mediodía se alzan los panderos en la San Sebastián. Se despliegan desde el Callejón de la Tanca hasta la Plaza de San José, entre un mar de gente y cerveza. Un levante así, de cueros marcados por manos jubilosas, es un acto subversivo. Enternece las caras de la crisis. Anticipa un repique sanador. Es la señal de una plena estoica en una Isla que ya no se sabe si va subiendo o bajando. Son pleneros y luchadores, callejeros y desgañitados que, más que el puño, levantan los panderos hasta la victoria. -Cristian Arroyo (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
La aroma y presencia de las azucenas de don Saúl custodian un altar. Allí, en la Calle Luna, en un acogedor taller, se celebra a John Meléndez. El tallador de las costumbres entre los adoquines de su San Juan y Loíza Aldea, de las venerables y humildes tradiciones campesinas, esculpió y pintó –a puertas abiertas- desde allí, a un pueblo. También, con devoción, grabó a santos y mártires en la postrimería de sus años. Su mirada incisiva como su pincel, se destaca entre velas, Cristos y Marías. John hizo de la madera sufrida bellas estampas. De la imposibilidad hizo posible la belleza. Y hoy, sus tallas y pinturas –donde vive- son la metáfora de un País que, a fuerza de bomba y plena, tiene que pintar la lindura de su alma sobre trozos de álamo carcomido. -Cristian Arroyo (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
Pipo ha visto a muchos subir y bajar. En la Calle San Sebastián, esquina San Justo, reposa con la carga de 16 años. Descansa con la fiesta enfrente. Hubo días en los que le ladró a la plena, en los que percibía el humo de los cigarrillos y el bullicio. Sus ladridos, sin embargo, eran su repique y su coro. Pipo era rumbero. Ahora es rumboso. Con su nariz húmeda y el hocico blanqueado respira la misma fiesta, pero ya no corre por la casa, ni jadea. Pipo descansa en la plena. -Cristian Arroyo (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
John sale de su taller en la Calle Luna, y lo esperan Tufiño y Tite. Tres camaradas reencontrándose en las Fiestas, entre el calor de una comparsa. Y se van a caminar, de la Luna hasta la Norzagaray, por las calles adoquinadas que bien supieron trazar en la madera, en los retratos pueblerinos y en la salsa. Son perennes por la talla, por pintar La Plena y hacer valer más el guaguancó que un mal amor. -Cristian Arroyo (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
Están las caras lindas. Están las manos lindas. Y están las manos de don Jesús Cepeda sobre el barril de la bomba. Así don Jesús recuerda a su padre, Rafael Cepeda, Patriarca de la Bomba y la Plena en su centenario. La gente lo ve sentado en Ballajá con el sudor de la frente entonando un poco del Bambulé para llevar a todos a la Verdegué. Su acompañante, ante el insaciable público tiene que aclarar el bembé.
-Esto no es un concierto en Bellas Artes.
A lo que un hombre le replica:
-¡Es mejor!
Luego, cantándole a don Rafael, todos entienden:
-…Que el don tenía razón,
todavía siguen sonando
barriles en mi corazón.
-Cristian Arroyo (Ricardo Alcaraz/Diálogo)
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