Cada vez que el polvo de licopodio (partículas amarillentas extraídas de las esporas de un helecho)es sometido a las frecuencias sonoras, una danza geométrica se produce sobre la lámina de metal. A mayor frecuencia mayor nivel de complejidad alcanza el entramado de figuras que se dibuja y desdibuja con el cambio de intensidad en la onda. A esto se le conoce como cimática, una ciencia nacida en la década del 60’, la cual fue estudiada a profundidad por el físico suizo Hans Jenny.
Este experimento constató cómo el sonido se materializa a través de formas geométricas simétricas. Sin embargo, esta manifestación genera un cuestionamiento extrapolado: ¿ocurrirá lo mismo con otras ondas como las ondas electromagnéticas que operan en el cuerpo humano y en el planeta? Y si fuera así, ¿cómo afecta la vida?
A esto se ha dedicado, por más de 12 años, la Psicogeometría; a estudiar los patrones geométricos que aparentemente ordenan la vida y que están presentes en los diversos campos electromagnéticos del universo y del ser humano.
Este “sistema de conocimiento”, que es producto de un gran cúmulo de investigaciones científicas y observaciones, “permite vincular la geometría sagrada o sustentable (rama del esoterismo y gnosticismo que relaciona las matemáticas con el ordenamiento del universo) con el desarrollo de las capacidades humanas”, indicó el ingeniero en comunicación, arquitecto y cofundador de Psicogeometría, Arturo Ponce de León en entrevista con Diálogo vía Skype desde México D.F.
Cuando Ponce de León habla de las capacidades humanas se refiere al desarrollo del espíritu bajo la misma definición que dio George Gurdijeff, un místico del Cáucaso y fundador de la Escuela el Cuarto Camino, doctrina idealista que combina la metafísica, la cosmología y la filosofía. “El desarrollo del espíritu se da a partir del desarrollo de tres ejes básicos de la ciencia subjetiva: el eje motriz, el eje emocional y el eje intelectual”. Estos tres ejes son vistos como la base del campo electromagnético humano cuyo desarrollo influirá en los niveles de coherencia o armonía entre las ondas que conforman ese cuerpo sutil.
¿Pero cómo sabemos si las ondas electromagnéticas del cuerpo humano están en armonía?
Rol de la Tecnología
En la ciencia objetiva existe un artefacto que facilita el monitoreo y la medición de la coherencia electromagnética tanto del corazóncomodelcerebro.Elfísico estadounidense, Dan Winter, quien se ha dedicado a estudiar la geometría sagrada, creó hace más de 15 años los artefactos llamados Heart Tuner y el Bliss Tuner o Brain Tuner. Ambos dispositivos captan las pulsaciones y grafican a través de un software cuanta coherencia eléctrica hay entre las ondas del cerebro y las del corazón.
A medida que continuaron las repeticiones de este estudio, Winter se percató de que las ondas del corazón y del cerebro tienen ciertas proporciones cuando hay armonía.
A través del método ensayo y error, aplicado en cientos de personas que daban sus testimonios, “nosotros sabemos matemáticamente o geométricamente que ciertas proporciones les corresponden a ciertas emociones. Por ejemplo, cuando las ondas del corazón están en proporción áurea la emoción que siente la persona es una emoción de amor o de apertura”, dijo Ponce de León.
Toroide
Por otra parte, el mayor descubrimiento de la Psicogeometría es el haber descrito “una geometría que resume todo su conocimiento” y logra justificar sus planteamientos. Se llama toroide o tubo toro: una geometría con forma de dona, que en cuyo hueco central se dan los procesos de “explosión (producción de fuerza electromagnética) e implosión (producción de fuerza gravitacional); ambos elementos esenciales para que se genere la vida.
La forma del toroide es una constante en “diversas manifestaciones de la vida”, argumentó Ponce de León. Esta forma geométrica se encuentra en el campo electromagnético del planeta, en el de un imán y en el del proceso mitótico celular, por enumerar algunas. “Si tú observas el cerebro la forma que tiene es de un toroide. Está el hemisferio derecho, el hemisferio izquierdo y en el centro está el cuerpo calloso, que es un vacío”, ejemplificó Ponce de León. “El cerebro es un productor, es una antena que produce y emite campo electromagnético de forma literal y no metafísicamente”.
Los toroides, siendo el común denominador geométrico de la vida, sugieren que hay una estrecha conexión entre el espíritu y el cuerpo físico humano pero también presenta la unificación entre el microcosmos y el macrocosmos. “Esa unificación solo existe si se observan los patrones geométricos del macrocosmos y el microcosmos. (…) Cuando uno ve los patrones geométricos de las espirales de una galaxia y los patrones geométricos de las espirales del núcleo de los átomos son los mismos patrones. Cuando uno ve los patrones geométricos de cómo se ordena el interior de un átomo y cómo se ordena el interior de una galaxia, son los mismos patrones geométricos”.
Pero más allá de las geometrías y la ordenación que éstas puedan dar a la vida, de las figuras que el licopodio pueda trazar, es innegable los profundos enigmas que trae consigo el acercamiento científico como método para comprender el universo. Así concluyó Ponce de León al definir a la ciencia como “el método más puro de acercamiento al universo. Es decir, la ciencia es poderosísima como método de observación. Sin embargo, los grandes científicos han sido [también] grandes místicos porque llegan a un punto -luego de pasar las telarañas donde se lleva al límite el intelecto- donde no queda más que dar un voto de confianza. Es una entrega al decir: todo lo que sé es apenas un puntito; es apenas casi nada”.
Nota del editor: Este escrito es la cuarta y última parte de la serie especial titulada "Ciencia y Espiritualidad: un debate ancestral". Para leer nuestra más reciente edición accede aquí.