No botes ese plástico o ese canto de madera, que no es basura. Eso que no quieres puede incluso transformarse milagrosamente en algo impresionante. Hay gente que se dedica a resucitar la basura, como la eminencia artística de esta historia que vamos a contar ahora.
Con un reggae dub bien pesado que ruge desde las bocinas de un radio portátil al lado de su escultura, Thomas Dambo, un artista de corazón, nacido y criado en Dinamarca, camina hacia la barra de la esquina, El Watusi. Andamos por la zona que muchos dirían que hoy es la capital del arte urbano de Santurce, el área alrededor de la Calle Cerra, donde anualmente se celebra Santurce es Ley, un festival que produce mucho arte y despierta pasiones a granel, ya sea para favorecerlo o criticarlo.
Y por ahí, cerca de la Calle Cerra anda Dambo, to’ sucio y sudao’, sin hipsterismo alguno. Aparte de la cerveza fría que quiere beberse, solo hay una cosa en su mente.
“Esperamos acabar esta escultura el sábado. Esperamos que sea como de 20 pies de alto”, dice en inglés durante la noche del miércoles, con un acento del lado frío de Europa igual de estruendoso que la pieza que construye junto a su corillo de amigos daneses y boricuas.
“Hicimos la escultura alrededor del carro que nos donó Wilson, un amigo de aquí. El gigante, el espíritu de la naturaleza, llega con furia a llevárselo por el medio. ¡Grrrr! Lo está aplastando. No importa cuán grande creamos que somos, la naturaleza siempre es más grande”, expresa afuera de El Watusi, Medalla en mano, su cara de canito contento iluminando la esquina.
Son como las siete de la noche en este miércoles de enero. Dambo, uno de los artistas urbanos internacionales más prominentes de la actualidad, lleva exactamente siete días en Borinquen. Trabaja una pieza para el festival Santurce es Ley, que sube a escena durante la tercera semana de febrero. Aunque suene raro, esta es su segunda vez en el archipiélago puertorriqueño, pero la primera en la isla grande.
“Estuve en Culebra, trabajando una pieza para el Culebra es Ley, temprano en 2015”, dijo, aludiendo al festejo de arte urbano que se llevó a cabo en la Isla Nena, en marzo del año pasado. Dambo lleva años en el circuito internacional de arte callejera, viajando el mundo con su talento. En 2014 conoció al productor de Santurce es Ley, Alexis Bousquets, a través de la también boricua Charlotte Butoit, curadora del festival ‘Art Is Beautiful’ de Las Vegas. “Me invitó a Culebra es Ley y el resto es historia. En el arte uno hace amigos de por vida. Y aquí estamos”, recordó, antes de explicar realmente en qué consiste el tipo de arte que realiza.
¿Qué hizo Dambo en Culebra? Mejor que él mismo te lo cuente… rapeando.
“Pues yo tengo un taller grande de arte en Dinamarca y llevo toda una vida hacienda arte con materiales reciclados que encuentro por ahí. Ahora tengo dos empleados y dos estudiantes de internado y básicamente nos pasamos viajando el mundo, encontrando basura, separándola y viendo qué podemos crear con lo que encontramos. Básicamente, eso es lo que hago. Trato de crear buenos proyectos para tipos de basura en específico de la que sé que puedo encontrar mucha”, relata. Toma un buche de cerveza y prosigue.
“Sé que madera puedo encontrar por todos lados. Cuando fuimos a Culebra, estuvimos como seis horas, más o menos mediodía, buscando y encontramos suficiente madera en los botes de basura para crear una gran escultura. Es una isla pequeña y yo vengo del otro lado del mundo. A donde quiera que vaya yo quiero abrirle los ojos a la gente, para que ellos vean por sí mismos cuánto valor hay en nuestra basura”, agregó.
Dambo recuerda cuando empezó en esto, hace casi dos décadas y media en Dinamarca.
“Siempre quise hacer cosas bien, bien grandes. Cuando jugaba en el jardín de mis padres, quería construir una casa gigante, con mil cosas que encontraba por ahí. Era un nene jugando pero con sueños grandes. Y siempre usando materiales que encontraba en la basura. El desperdicio puede ser arte. Yo ahora hago proyectos bien, bien grandes con lo que muchos creen que es basura”, explicó.
La latita ya está en las últimas y vamos por otra. Dambo prosigue su relato, con un aire de feliz nostalgia que opaca cualquier efecto alcohólico de la medallita.
“Entonces, me empiezo a juntar con gente de la escena hip hop. Yo también rapeo, y le meto al ‘beatbox’. Allá en Dinamarca, tenemos una bandita de rap, hemos sacado varios mixtapes. De hecho, algunos de mis panas del rap trabajan el arte conmigo, ¡me los traje a Puerto Rico! Vengo de la cultura del hip hop, por eso siempre he estado conectado con el graffiti, lo practiqué. Hubo un tiempo en que a algunos amigos los arrestaron, especialmente por pintar en trenes. Esa escena me influenció bastante. También, ahí me dio la inquietud de querer realizar otro tipo de arte urbana interactiva que de repente ayudara de algún modo, que la gente en vez de llamar a la Policía, me llamaran a mí para darme las gracias por el bien que hacía”, narró, recordando a la vez como toda su vida ha sido parte de un proceso autodidacta, a pesar de haberse graduado de la Escuela de Diseño de Kolding, en Dinamarca.
Dambo pulió sus destrezas trabajando con todo material que encontraba en la calle a favor de hacer “un arte útil, que se pueda integrar a lo que ya hay, ya sea naturaleza propia o alguna estructura. Por ejemplo, una puerta en una casa puede convertirse en arte”.
Y de repente, cuenta mientras gesticula con la mano que no sujeta la lata dorada, se vio haciendo arte que, en cierta forma, fue progresista, con respecto a la política pública que tiene que ver con el medio ambiente y todos sus habitantes. En uno de los proyectos que más orgullo le da es el masivo conceptual denominado “Happy City Birds”, comenzado en 2006, logró mejorar la convivencia entre pájaros y humanos.
“Hicimos 4,000 casitas para pájaros, directamente de la basura. Las pusimos por toda la ciudad, no solo en árboles, si no por todos lados. Tenían que ser idénticas a dónde estaban colocados. Eran casas de pájaros con camuflaje, del color de la pared, del color de los ladrillos. O encima de otras esculturas, o en semáforos, o como parte de la arquitectura de un edificio”, dijo sobre el proyecto que comenzó en Dinamarca, pero que ya se ha extendido a distintas ciudades del mundo como Berlín y Beirut.
Su vista se alza al cielo, como buscando a las aves que ha ayudado. Parece que recordó otra cosa de su vida artística temprana. Ahí va otro sorbo de cerveza lite, antes de disparar otro dato.
“En cierto momento también fui diseñador gráfico. Pero lo único que siempre he querido es encontrar mi lugar en el arte callejero. Creo que el arte de reciclaje me ha dado ese espacio”, expresó.
En Culebra, sin duda, encontró buen espacio. Su pieza, titulada Héctor el Protector, refleja a un gigante de casi 15 pies de alto, sentado en una roca de la bahía culebrense, con una piedra en la mano y pose de tirársela a quien pretenda fastidiar al ecosistema isleño. Fue un mensaje de protección al medioambiente el que Dambo quiso llevar en Culebra. En Santurce, sin embargo, la cosa va por otra ruta, con igual fuerza en pro de la naturaleza, pero por otra ruta.
“Yo odio los automóviles”, carcajeó Dambo.
Otro buche más de medalla y la termina. Pedimos una tercera, la que afirma que “es la última, porque tengo que seguir trabajando”. Hace arte y cobra por ella, pues “uno tiene que vivir de algo y si es de lo que uno sabe hacer y le apasiona, pues mejor”. Pero en verdad, las vibras del tipo son de alguien que, sobre todas las cosas, le importa hacer el bien, por más que esa aseveración que acabamos de hacer suene a golosa propuesta tercermundista de UNICEF.
“Por ejemplo, si en Dinamarca tú vas a este mismo tipo de ambiente donde estamos ahora, si vas a donde hubiesen tantos artistas, gente creativa eso, vas a ver que la gente no tiene carros. De los cuatro muchachos de Dinamarca que estamos aquí, yo soy el mayor con 36 años de edad, los otros tienen 33 cada uno, algo así. Ninguno tiene licencia de conducir. De mis 50 amigos más cercanos en Dinamarca, solamente uno tiene auto, y apenas cuatro tienen licencias de conducir”, aseguró.
“Entonces, le pregunto a alguien acá en Puerto Rico: ¿por qué no andan todos en bici? Me dicen: es que es peligroso. Y les digo que no, que lo que son peligrosos son los carros. Correr bicicleta aquí no es más peligroso que correr bicicleta en Dinamarca. Es lo mismo. Imagínate, de aquí al Viejo San Juan uno se puede echar como 35 minutos en carro y si hay tapón, pasas de una hora, especialmente en estos días, que ya me dijeron sobre las Fiestas de la Calle San Sebastián”, expresó, mencionando el nombre de las festividades en español casi perfecto.
Aquí ya vamos cerrando la conversación. Dambo enfatiza en que su amistad con Bousquets y el interés del productor de Santurce es Ley lo tiene en Puerto Rico en enero, pues no puede venir en febrero ya que tiene compromisos en Australia. “En estos días que me queda hay mucho trabajo”, dice, mirando a los ojos.
Aquí una entrevista con Dambo, desde su taller en Dinamarca
Bueno, pues nos fuimos. Hay que seguir convirtiendo basura en arte. Caminamos hacia el gigante de madera que aquella noche construía Dambo, el que ya fue develado, el que con su puño aplasta el carro de Wilson. Oye Dambo, ¿y no se te prende el bombillo para alguna pieza masiva de arte con basura inspirado en el desbarajuste puertorriqueño?
“¡Ja, ja, ja, quizás con un montón de latas doradas me sale algo!”, bromeó. “Nah, pero en serio. El otro día, estando acá en Puerto Rico, estuve pensando en algo con plástico que cubra alguna estructura de madera, porque creo que se vería muy impresionante alumbrado desde adentro. Eso debe verse increíble, ¿no crees?”, finalizó sonriendo.
No, lo que la gente dice hace siglos no es cliché. Es verdad. La basura de otros es el tesoro de algunos.
Vea más del arte de Thomas Dambo en la página oficial del artista, pulsando aquí.
(La periodista independiente Karla Figueroa colaboró con esta historia)