La fuerte caída de los precios mundiales del petróleo afectó gravemente las economías del Golfo. Se prevé que Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Qatar sufrirán enormes déficits presupuestarios debido a la reducción de sus ingresos por ese concepto.
A medida que estos países se aprietan el cinturón, la mayor parte del ajuste recaerá sobre la población inmigrante que compone el grueso de la mano de obra. Entre los ajustes se incluyen recortes a los combustibles, la energía, el agua y los subsidios de educación, además de un impuesto al valor añadido (IVA). Esto afectará a los inmigrantes y, según distintas versiones, ya hay familiares que están regresando a sus países.
Como es probable que los precios del petróleo sigan deprimidos – ya que los mercados internacionales “se ahogan en un exceso de oferta”, para usar una expresión de la Agencia Internacional de la Energía – las economías del Golfo están buscando un futuro más allá del petróleo.
Arabia Saudita, por ejemplo, pretende diversificar su economía con la minería y los subsidios. En una entrevista con la revista británica The Economist, Muhammad bin Salmán, el príncipe heredero sustituto y ministro de Defensa saudí, declaró que “existen activos no utilizados: la expansión del turismo religioso, como el incremento del número de turistas y peregrinos a la Meca y Medina le dará más valor a las tierras estatales en ambas ciudades”.
Otras economías del Golfo piensan de manera similar. Entre otras opciones, EAU invierte en grande en el crecimiento de India. El príncipe heredero de Abu Dabi y el comandante supremo adjunto de las fuerzas armadas emiratíes, Zayed Bin Sultan Al Nayan, realizó una visita de tres días al territorio indio este mes y firmó numerosos acuerdos que incluyen la inversión en infraestructura, la energía y la aviación del país asiático.
India tiene la intención de aprovechar las inversiones por casi 75,000 millones de dólares del fondo de riqueza soberana de esta economía del Golfo, además de reforzar la cooperación en el frente de la seguridad.
Pero la caída en el precio del petróleo no es el único problema del Golfo. En un encuentro del Foro de la Bahía de Bahréin – celebrado el 29 y 30 de noviembre y organizado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, con sede en Londres -, el ministro de Industria, Comercio y Turismo bahreiní, Zayed Al Zayani, afirmó que el desorden económico y la falta de oportunidades contribuyen con la inestabilidad en la región.
El ministro hizo hincapié en la necesidad de una reforma económica “sin precedentes” en todo el Golfo como consecuencia de la reducción en los ingresos procedentes del petróleo, en la que incluyó a la generación de millones de empleos para los jóvenes de estas economías, que siguen dependiendo en gran medida de la mano de obra extranjera oriunda de Bangladesh, Filipinas, India y Pakistán.
Todo esto no es una buena noticia para los trabajadores extranjeros. El fuerte aumento de los gastos de combustible y de los servicios públicos afectará su nivel de vida. Por ejemplo, Qatar duplicó esas tarifas en septiembre de 2015, mientras que Arabia Saudita y Omán recortaron los subsidios en diciembre del mismo año.
Arabia Saudita considera aplicar IVA a fines de 2016. En Bahréin, los trabajadores extranjeros también percibirán una pérdida gradual de los subsidios que los benefician. Entre otras reformas también se incluye la sustitución de la mano de obra inmigrante por empleados locales, lo cual en Arabia Saudita equivale a 10 millones de empleos.
Por estos motivos, la emigración hacia el Golfo se encuentra en un punto de inflexión. En un periodo anterior, cuando los precios del petróleo eran altos y estaban en aumento, estas economías tenían ingresos en auge para dedicar a la construcción de aeropuertos, carreteras y puertos.
Desde la década de 1970, quienes construyeron esas obras de infraestructura fueron los 16 millones de inmigrantes de países del sur de Asia, como Bangladesh, India, Nepal, Pakistán y Sri Lanka.
Pero ahora que se acabó el auge de la construcción financiada por el petróleo no existe tanto interés en la mano de obra extranjera poco calificada. Ahora las economías del Golfo tienen la necesidad de emplear a su propia fuerza laboral joven y cada vez más educada.
Existe, pues, una sombra inquietante sobre la sostenibilidad de las transferencias privadas o remesas que reciben las economías del sur de Asia. En Nepal, las remesas constituyen 30 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país. Por lo tanto, las consecuencias del retorno de los emigrantes seguramente sean graves para el perfil exterior de ese reino del Himalaya.
En Bangladesh y Sri Lanka las remesas son igualmente importantes, ya que ascienden a 9.4 y 8.6 por ciento del PIB, respectivamente, según el Banco Mundial. En India, la proporción desciende a 3.4 por ciento, pero el problema sería grave en estados como Kerala, el epicentro de la emigración hacia el Golfo.
Diversas investigaciones confirmaron que las remesas incrementan el ahorro y la inversión en los hogares receptores y ayudan a reducir la pobreza. Si esos ingresos se limitan en el corto plazo, los resultados distributivos se verían perjudicados. Si bien esas transferencias contribuyen con un mejor rendimiento económico, también son una fuente de perturbación cuando se vuelven volátiles.
En este contexto, la experiencia del estado indio de Kerala es relevante ya que depende vitalmente de las transferencias privadas, que ascienden a un tercio de su producto interno. El Centro de Estudios del Desarrollo, con sede en la ciudad de Thiruvananthapuram, realizó un trabajo pionero sobre la emigración y el impacto de las remesas en la economía del estado.
El Centro realizó seis estudios a gran escala sobre la migración – en 1998, 2003, 2007, 2008, 2011 y 2014. Las conclusiones apuntan a una tendencia decreciente en la emigración de Kerala, en su mayor parte hacia las economías del Golfo. La era de la emigración a gran escala ha terminado.
El retorno de más inmigrantes del sur de Asia a sus países seguramente tendrá un impacto negativo en el mercado de trabajo. La tasa de desempleo se dispararía. Un menor ingreso de remesas provocará mayores déficits en la cuenta corriente de las economías de la región, que es la mayor medida del desequilibrio comercial de bienes y servicios con el resto del mundo.
Asimismo, la disminución de las remesas también reducirá el ingreso por habitante, lo cual contribuirá con las tensiones sociales. El reto para la política es cómo se lidiará con la caída en la magnitud de esos ingresos a la región.
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