La música es ese producto cultural que combina la melodía, la armonía y el ritmo para suscitar una experiencia placentera en el oyente. Es ese arte exquisito, que al expresar sentimientos, circunstancias y pensamientos, atrapa al receptor y lo encierra en un momento especial. Tuve la oportunidad de vivir uno de esos momentos la noche del pasado viernes 15 de marzo, cuando, sentada en una butaca de la salita Beckett, escuché por primera vez a Tapiz, agrupación musical que funde el blues, rock, bossa nova, el jazz, el ritmo criollo y el de las canciones andinas.
Río Piedras, ciudad universitaria viva, porque en ella revolotean las creaciones, esconde sus secretos. Uno de ellos es la salita Beckett. La intimidad de ese lugar provocó que la música estremeciera las paredes, y que mis pensamientos fluyeran, aliándose con cada nota musical que emanaba del bajo, la guitarra eléctrica, la flauta, y la voz de Ana Carola Ausbury. En ese ambiente, todo se volvió uno: los instrumentos, la voz, el público, los amigos, unidos todos bajo una atmósfera de aprecio por el arte y la música.
Los integrantes actuales de Tapiz conforman el grupo hace cinco años. Estos músicos concuerdan en que disfrutan crear música y en el compromiso que tienen con lo que hacen. Javier Cano toca el bajo; Carlos Benítez, la batería; Rafael Álvarez es el guitarrista y compositor de casi todas las letras y músicas, y Nannette Vélez hace vibrar la flauta.
Las canciones que interpretaron, entre ellas, Cielo abierto, En las calles de mi pueblo y Jinete, provocaron que las personas del público movieran las cabezas o los pies para seguir el ritmo, elemento innato en cada ser humano y se dice, que más en los caribeños y latinoamericanos. El vibrato de la flauta y la entrega de cada uno de los músicos llenaban el escenario y contagiaban a los allí presentes.
Irónicamente, detrás de esta atracción cultural, se esconde una situación que deja mucho que decir de la importancia real que en la Isla se le da a la promoción de la cultura. En Puerto Rico, son muchos los grupos de baile, de teatro, de música, que se forman al margen de la intención comercial y que subsisten debido al gran compromiso de los integrantes de enaltecer y perpetuar la cultura puertorriqueña.
Según Rafael Álvarez, quien también es profesor de la UPR, Recinto de Río Piedras, la estructura del país no permite que su proyecto musical sea comercial. Una fuerte creencia de poder subyace al momento de determinar a qué se le da exposición en los medios y en los establecimientos de ocio.
Las presentaciones de Tapiz, generalmente, solo son auspiciadas en espacios que, como la sala Beckett, se dedican y apoyan el arte. Al menos, en estos lugares reside la solidaridad artística y se fomenta la creación. Precisamente, la pasión de Álvarez es crear y por eso aseveró que “el escritor escribe, el compositor crea. Yo soy compositor y tengo que crear”.
El profesor Álvarez, haciendo referencia a la poca apreciación hacia el arte de componer, afirmó que en Puerto Rico nos falta mucho y cualquier persona que esté haciendo arte y cultura lo hace por el amor que siente hacia ello, no como una empresa para ganar dinero. Para él, “la música en un contexto más universal y sofisticado sería comercial, pero Puerto Rico no es un país culturalmente sofisticado. Esa es la realidad”.
Lo cierto es, que al salir de la actividad, el goce y el contagio musical continuaban en mí.