La Calle Cerra se convirtió una vez más en la sede del arte urbano el pasado fin de semana. Cámaras, zapatos cómodos y alguna que otra sombrilla era todo lo que hacía falta para disfrutar de los murales que ya esperaban para ser admirados como parte de la sexta edición de Santurce es Ley (SEL).
Allí el arte urbano demostró su multiplicidad de formas. Bik-Ismo (el artsita Joshua Santos Rivea) dejó su huella metalizada con un conejo gigante en un edificio que estuvo desnudo hasta el sábado, pero que ahora es admirado por los transeúntes que pasan por allí.
El danés Thomas Thambo (@thomasdambo) nos dejó un gigante hecho de paletas y escombros. Así, imponente y con su cara de molestia, los niños jugaban alrededor de él, pero esta escultura no era un chiste sino una denuncia. Según explicó el propio artista, el gigante representa al espíritu de la naturaleza que se siente molesto por el modo en que la tratábamos.
Por su parte, Odalys Gómez (@silado) creó una instalación en el centro de otro edificio que estaba abandonado por más de 30 años. Un hueco en el centro de este esatructura mostraba un corazón verde con hojas rodeado de escombros. El mensaje de esta pieza es muy parecido al de Thambo.
Un poquito más lejos, el australiano Fintan Magee (@fintan_magee) nos regaló la imagen de un niño cargando a sus espaldas un iceberg mientras el agua lo rodeaba, en clara alusión a las predicciones en torno al cambio climático.
Este festival artístico que se celebra en la Isla desde el 2010, pretende, “crear ciudad y devolverle valor arquitectónico a espacios abandonados a través del arte y urbanismo”, según publica su portal.
Este año el teatro también hizo su aparición en el evento. De la mano de del colectivo artístico Poncili (@poncilicreacion), el performance hizo su primera aparición en el SEL. Encima de otro de los edificios santurcinos los artistas movían sus marionetas gigantes casi como dándole la bienvenida a todo aquel que llegaba a ese lugar.
Luego, Don Senario hizo su aparición. Esta escultura, que en realidad es un escenario y a la misma vez un viejo teatrero, se levantaba con calma y el público esperaba pacientemente por él para que empezara la función. En él, el Circo de los Hermanos Pimpollo, que fueron los primeros en presentarse esa tarde del sábado, rompieron el hielo. Y bien que lo rompieron, pues aún con dificultades técnicas debido a la lluvia –que aparecía y desaparecía- lograron embelesar a todos los que paseaban por allí durante el show. También utilizaron ese espacio para llevar un mensaje de crítica social hacia la situación del País.
En este mismo espacio, la Liga Puertorriqueña de Improvisación Teatral se dio a la tarea de crear historias llenas de humor y cotidianidad, dejando ver la espontaneidad y magia del teatro.
La lluvia no paró por nadie el sábado, pero la verdad es que allí tampoco nadie paraba por la lluvia. Cayó un diluvio y con él llegó la noche. Santurce fue cambiando de vestido, pero seguía llegando la gente. Gracias a los focos que se encendían, las obras se tornaron de otro color.
Había salsa en casi todas partes, casi como recordatorio de los días en los que La Fania, El Gran Combo o Willie Rosado solían pasearse por esa misma Calle. Sí, había salsa, pero ahora el escenario era diferente. Sonaron géneros que no llevan tanto tiempo en la esfera musical, pero que conviven armónicamente con los ritmos tradicionales.
En la tarima, sonó el indie electrónico de la banda Balún y aún con el aguacero el público bailaba fielmente al ritmo de su música. La lluvia decidió darle al público un pequeño descanso y en la calle frente a una de las galerías que se abrieron para esta actividad, un grupo de bomba comenzó a tocar. En un círculo que se acababa de formar bailaba una mujer de pelo largo y rizado, luego un niño, después le tocaba el turno a una pareja y así sucesivamente. Todos bajo el ritmo del mismo tambor.
Santurce es y será Ley para los que viven en la Cerra y para los que no, para los más viejos y para los más jóvenes, para los que disfrutan de la música y para los que les gusta más el arte.