Hace miles de años la medicina tenía un carácter religioso. Los primeros seres humanos entendían que las enfermedades ocurrían porque espíritus o dioses tomaban posesión de los cuerpos saludables, según establece el director del Instituto de Bioética del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Jorge José Ferrer, en su ensayo “Medicina y espiritualidad: Redescubriendo una antigua alianza”.
En su escrito publicado en el libro Bioética, un diálogo plural (2002), Ferrer también menciona que, según el teólogo italiano Antonio Autiero, existían tres modelos interpretativos de la enfermedad. El primero era el modelo mágico, el segundo estaba relacionado con la interpretación religiosa y el tercero descansaba en el modelo científico. Para los primeros dos la cura era una mezcla de religión y magia, mientras que en el modelo científico desaparece toda dimensión espiritual.
No obstante, Ferrer asegura que en las últimas décadas han florecido estudios sobre la influencia de la espiritualidad en el cuerpo humano, donde los investigadores sostienen que esa dimensión tiene un efecto positivo sobre la salud de las personas.
El director del Instituto de Bioética de la UPR cita al doctor Herbert Benson, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, quien insistió en que la espiritualidad es un factor positivo para la salud.
“El capítulo octavo del libro de Benson se titula Faith Heals [la fe sana]. A pesar de que la tradición occidental ha tendido a separar la fe y la razón y la materia y el espíritu, cientos de estudios epidemiológicos concluyen que la fe en Dios contribuye a la salud y hace que desciendan los índices de mortalidad”, comentó Ferrer.
“El factor de la fe está relacionado, según estos datos epidemiológicos, con mayor longevidad, menor uso de tabaco, alcohol y otras drogas, menor incidencia de alta presión arterial y mejor calidad de vida en pacientes con cáncer y enfermedades cardiovasculares”, detalla.
¿Y qué de quienes no creen en Dios? ¿Podrían experimentar lo mismo a través de otras vías?
Ferrer define espiritualidad como algo polisémico, con muchos significados. Según el también profesor de ética, puede haber espiritualidad cuando se tiene conciencia y sentido de reflexión o cuando se tiene “el empeño de desarrollar el espíritu humano a través del cultivo de la filosofía, la psicología, el arte y la solidaridad humana”, por lo que su definición incluye a aquellos que son ateos.
Una nueva medicina que capacite a los profesionales a ser sensibles
Ferrer comentó a Diálogo que actualmente la educación médica falla al no capacitar a los profesionales de la salud para ser sensibles cuando los pacientes plantean esa dimensión espiritual.
Por tal razón, a lo que varios investigadores apuestan es a una nueva medicina que tome en consideración las creencias, las ideas, las pasiones, los valores y los sentimientos de sus pacientes. Ferrer sostiene que este tipo de medicina debe incluir, sin perder la base científica, “todas las dimensiones del misterio humano, reconociendo las fuerzas curativas que son parte de nuestra propia naturaleza y que no están necesariamente asociadas ni al laboratorio ni a una trasnochada visión científica del ser humano y de su mundo”.
“La educación médica tendría que incluir esa dimensión humanística, que incluya la espiritualidad, pero no solamente la espiritualidad, sino también la literatura, la música, la pintura. Yo creo que el médico necesita ser una persona educada, una persona sensible, con sensibilidad humana”, observó.
Aclaró que no se pretende que los médicos crean en Dios, sino que sean sensibles y respeten las preocupaciones espirituales de sus pacientes en momentos de crisis.
Sobre este asunto, la doctora estadounidense Chistina Pushalski, pionera en la integración de aspectos espirituales en la educación de medicina y en los procesos clínicos y fundadora del George Washington Institute for Spirituality and Health en la Universidad de George Washington en Washintong D.C. argumenta que lo que se pretende es que se garantice que los doctores puedan responder a las necesidades de los pacientes en cada aspecto humano.
La oración no debe reemplazar los tratamientos
En torno a si se debe involucrar la medicina con lo espiritual, Hiram Crespo, uno de los editores de ateistaspr.org, dijo que con lo que no está de acuerdo es en remplazar tratamientos científicos con oración.
Por su parte, Ferrer opinó que los profesionales de la salud no deberían imponerles a los pacientes sus puntos de vista espirituales, sino permitirles a ellos mismos explorarlos. “Quizás el doctor puede sentarse y escucharlos y aunque no los pueda ayudar se puede incorporar el equipo interdisciplinario de salud”, explicó.
Comentó que el médico tiene la responsabilidad de dejar que el paciente plantee sus preguntas espirituales. “Eso es lo que tenemos que incorporar a la educación médica. Lo que ayudaría en la medicina es saber identificar esas fortalezas y apoyarlas”, afirmó.
“Tienen que acoger a la persona donde la persona está y acompañarla. Las acompañan desde el respeto y ayudándolos a encontrar esa dimensión espiritual que tienen aunque no la articulen por religión o iglesia. Se puede dar un acompañamiento espiritual con personas que no son religiosas cuando se está con ellos”, sostuvo.