El profesor Raúl Cotto-Serrano envió una carta al Senado Académico del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en la que cuestiona que se realice una huelga indefinida en estos momentos. A continuación reproducimos el documento remitido al organismo universitario el pasado viernes 25 de marzo.
Comparto con ustedes estas reflexiones sobre la situación que confronta el Recinto con motivo de la huelga indefinida propuesta por el liderato estudiantil.
Se trata de una situación particular y en algunos sentidos única.
Se inicia con la denuncia en los medios noticiosos de una presunta irregularidad y favoritismo en el proceso de adjudicación de las llamadas ‘Becas Presidenciales’. Esa denuncia se realizó, por parte de algunos, en un tono muy estridente. Miembros de la comunidad universitaria y otros elementos de la sociedad hicieron, por una parte, cuestionamientos razonables y, por otra, generalizaciones en las que se sugirió, muy injustamente, que la Universidad es un antro de corrupción. El liderato estudiantil exigió la renuncia de todos los implicados y la Junta de Gobierno ordenó una investigación del asunto que todavía está en curso.
A raíz de esta situación se cita a una asamblea estudiantil en el Recinto de Río Piedras que se llevó a cabo el pasado 15 de marzo, en la cual se hacen demandas y reclamos que van más allá de la controversia de las becas presidenciales. Las exigencias de los estudiantes, aprobadas por abrumadora mayoría en una asamblea muy concurrida, son las siguientes (He cambiado la enumeración original para lograr una clara distinción ente los distintos reclamos.):
- Que se consulte al pueblo mediante referéndum para enmendar la Constitución de Puerto Rico en la cláusula que coloca el pago de la deuda pública por encima de todo otro gasto gubernamental (Artículo VI, Sección 8) de modo que la provisión de servicios básicos adquiera prelación sobre el pago de la deuda.
- El impago de la deuda nacional.
- El impago de la deuda de la Universidad de Puerto Rico.
- La eliminación de la ley 66 del 2014(que redujo el por ciento de presupuesto nacional que se dedica la Universidad), y que se restituya la fórmula original del 9.6%.
- Que el Departamento de Hacienda pague de inmediato los dineros adeudados a la Universidad.
- Que se rechace de inmediato el informe solicitado y recibido por la Junta de Gobierno a la AGB Consulting sobre alternativas de reestructuración de la Universidad ante la crisis fiscal.
- Que se abra un proceso democrático y horizontal en que todos los sectores de la comunidad universitaria participemos para decidir el rumbo de la UPR.
- La eliminación de la Junta de Control Fiscal independientemente de su composición, criolla o estadounidense
- Que se atiendan las propuestas de los diferentes sectores del país.
Se anunció el inicio de una huelga indefinida si no se cumple con las exigencias 3, 4, 5 y 6, con antelación a una asamblea estudiantil a realizarse a inicios de abril del 2016.
He mencionado que se trata de una situación particular porque es la primera vez que la Universidad confronta una amenaza de huelga estudiantil indefinida por exigencias que responden a una situación fuera de ella. Con la excepción de las numeradas aquí como 3, 6 y 7, todas las exigencias están fuera del control directo de las autoridades administrativas de la institución. Algunas demandas, requieren un cambio de ley y una, requiere un cambio en la constitución, que a su vez, requiere legislación.
Del hecho de que se presenten exigencias que no se pueden satisfacer por las autoridades universitarias, se podría concluir que la meta es realmente hacer una huelga por la huelga misma. Además, como la exigencia crucial, de la que depende el cumplimiento de muchas otras es la 2 (el impago de la deuda nacional), se podría concluir que ésta responde a los intereses partidistas de los grupos que defienden esa opción en el debate político puertorriqueño.
Pero estas son conclusiones fáciles que yo no voy a adoptar aquí para cerrar un debate. Son conclusiones que atienden solo parte de la complejidad de la situación que confrontamos y el importante planteamiento que los estudiantes hacen. Además tienden a nublar alternativas importantes de acción. Hay que comenzar por comprender la difícil situación en que la crisis actual del País coloca a la juventud universitaria puertorriqueña.
Con la economía crónicamente estancada y con el gobierno prácticamente en quiebra, los jóvenes están siendo forzados a prepararse académica y profesionalmente para una oferta de empleos que no crece. Es decir, están preparándose para el exilio, para el abandono forzado de su país y del contexto en que crecieron y hacia cual, según les hemos dicho, deben responder sus lealtades. En caso de que permanezcan en el país, se enfrentan a una precarización creciente de las condiciones laborales y de salarios. Mientras nosotros contemplamos la erosión de antiguos logros, ellos contemplan la desaparición de su futuro en su país.
Los estudiantes se levantan para protestar por el descalabro nacional porque ese descalabro pone patentemente en entredicho su futuro. Convocan a la acción porque lo que contemplan a su alrededor es la pasividad, la negación basada en esa esperanza ilusa de quienes confían en que la respuesta vendrá, sin requerir esfuerzo, la esperanza del que suplica porque no se atreve a exigir.
Es precisamente al mirar la situación nacional y cómo ésta afecta al estudiantado universitario, que tengo que cuestionar la huelga indefinida como táctica de lucha.
Como he mencionado, la declaración de una huelga indefinida se ha vinculado al cumplimiento de una serie de demandas que he enumerado. Tanto las demandas como su vínculo con la declaración de huelga se han reiterado hace pocos días en una reunión entre el liderato estudiantil y el presidente de la Universidad.
Yo puedo, como puertorriqueño y como universitario, respaldar varias de estas demandas y creo que el Senado Académico debe considerarlas todas con mucha atención. Lo que no puedo respaldar como puertorriqueño ni como universitario es la huelga indefinida como táctica para obtener estas metas.
Cuando se declara una huelga hay que especificar las condiciones bajo las cuales ésta terminaría. Si no se hace esa especificación o si los requisitos que se establecen son inalcanzables, lo que se va a obtener es un cierre permanente de la institución de la que se trate. No solamente porque la institución no tendría maneras de responder efectivamente a las demandas, sino porque los huelguistas mismos no tendrían manera de proclamar que sus demandas han sido satisfechas y por tanto, no podrían terminar la huelga sin perder credibilidad.
En el caso que nos ocupa, las exigencias se dirigen a personas y grupos diferentes, la mayor parte de los cuales no forman parte de la Universidad. Algunas demandas se dirigen a la dirección de la rama ejecutiva del gobierno: la 2, la 5 y parcialmente la 8. Otras demandas se refieren a los partícipes en el proceso legislativo: la 1, la 4 y la 8, porque requieren legislación. La 8 se dirige también, parcialmente, al gobierno federal de los Estados Unidos. La 9 parece dirigirse al gobierno en su totalidad.
No es razonable esperar que para que termine una huelga todas las entidades aludidas por las exigencias cumplan con las demandas porque la Universidad podría estar cerrada por un tiempo muy prolongado. Eso podría implicar la pérdida de acreditación para la Institución, entre otros muchos males fácilmente predecibles.
Es cierto que algunas de las demandas se podrían resolver de manera más acelerada si se satisficiese la número 2: el impago de la deuda nacional. También es cierto que ese es un tema medular y que desde el punto de vista del país es, además, urgente. Pero sujetar la apertura de Universidad a su solución podría ser un asunto muy prolongado e institucionalmente dañino, dadas las peculiaridades de nuestro sistema político.
Yo no puedo aceptar la idea de que tenemos que destruir la Universidad para salvar al país. Puerto Rico se tiene que salvar con la Universidad. ¡Hemos luchado por décadas para que la Universidad deje de ser un balón político de los partidos y ahora se pretende que estemos de acuerdo en cerrarla en lo que los políticos se ponen de acuerdo! Esa no puede ser la solución ni parte de la solución.
Aún sin considerar el asunto de la huelga, hay exigencias entre las que se han presentado que pasan por alto problemas importantes.
Las presentes circunstancias incluyen, como he dicho, no solo la insolvencia del gobierno sino el estancamiento de la economía. Si se decidiese no pagar en absoluto la deuda nacional y suponiendo que esto no tuviese repercusiones económicas negativas, el país no se va a recuperar hasta que la economía se restablezca sobre nuevas bases. Mientras tanto, las estrecheces continuarán y estaremos distribuyendo recursos escasos.
Muchos nos hemos quejado de la falta de justicia en la distribución de la carga de los sacrificios durante esta crisis. Se ha protestado, con razón, porque son unos sectores sociales específicos: los trabajadores y los pobres, quienes cargan con el mayor peso de los recortes y las limitaciones en los servicios. Entonces vienen los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico, que son los que pagan las matrículas más bajas en la educación superior puertorriqueña, a reclamar, no como deseo o aspiración sino como demanda digna de huelga, que se les exceptúe de los sacrificios. Mientras no hay dinero para pagar la transportación de los niños a las escuelas, las pensiones de los jubilados han sido vulneradas, los convenios con las uniones han sido congelados y se han hecho esfuerzos para reducir la nómina gubernamental, estamos los universitarios reclamando como cuestión de principios que no se nos toque, que se retorne a la fórmula del 9.6% del presupuesto nacional. ¿Cómo se puede justificar que sean los que protestan contra la distribución injusta de la carga de sacrificios los mismos que exigen que se haga con ellos una excepción?
A esta demanda que, en las circunstancias, es muy irrazonable, se suma la huelga indefinida. Una vez iniciada esa huelga se le estaría exigiendo al Gobierno de Puerto Rico que sostenga con más de cien millones de dólares mensuales a una institución detenida, que no hace nada, que no produce nada ni educa a nadie, mientras faltan los fondos para atender las necesidades urgentes de los sectores más necesitados. ¡Y se exige que eso se haga por tiempo indefinido! ¿Qué razón hay para que el pueblo puertorriqueño acepte semejante abuso de parte de los universitarios?
Una vez consideramos esto podemos entender la contradicción fundamental en el pensamiento del huelguista: por una parte se pretende sacrificar la Universidad a la situación del país y por otra se pretende sacrificar el país a las demandas de la Universidad. Cada una de estas pretensiones es irrazonable en sí y además, en conjunto, son contradictorias.
A pesar de las confusiones y errores, el estudiantado nos envía un mensaje que no podemos desatender. Un mensaje a la comunidad universitaria en general y al profesorado en particular. No debemos permitir que el tema de la huelga indefinida distraiga nuestra atención de problemas muy serios que tanto a estudiantes como a profesores nos consternan.
El estudiantado nos convoca, correctamente, a no mirar desde nuestra distancia de intelectuales la situación del país como quien contempla un experimento social. Nos han recordado la lista de las situaciones más urgentes y nos exigen envolvimiento y acción. Ya no basta con expresiones de preocupación elegantemente escritas, hay que actuar. Dentro de una universidad abierta, estudiando la situación en su complejidad y presentando soluciones realistas, y desde la sociedad, como universitarios y como ciudadanos, con acciones de protesta que los políticos no puedan evadir ni descartar.
Hemos discutido en varios foros pero de manera muy insuficiente y no concertada el problema de la aplicación a la Universidad de políticas neoliberales en un contexto colonial de crisis severa. En varias ocasiones hemos discutido en el Caucus de Senadores Claustrales los problemas que acarrea esto para la Institución en términos de la distribución de recursos, la proliferación de profesores adjuntos, con las condiciones injustas a que se les somete, así como las maneras en que todo esto se traduce en una reducción de la cantidad y la calidad de la oferta disponible a los estudiantes.
Estamos en un año electoral en que muchos compiten por recibir atención y porque esa atención no toque nada fundamental. Independientemente de nuestras preferencias partidistas, como universitarios y como puertorriqueños, tenemos que reconocer como los estudiantes, la importancia y la urgencia de lo que ocurre y de lo que no ocurre, y tenemos que tomar una parte activa, efectiva y transformadora de la situación.
El autor es catedrático asociado en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Puerto Rico-Recinto de Río Piedras.