Son muchas las personas que se preguntan a menudo qué sentido tiene la reeducación cuando conocen que un individuo ha vuelto a reincidir en sus actos delictivos, o cuando una persona comete actos penalizados por la Ley como el blanqueo de capitales, la falsedad documental, la corrupción en el sector público, el homicidio, etc.
En primer lugar, hay que dejar bien claro, que el delito de homicidio o asesinato, en cualquiera de sus modalidades, debe tratarse con métodos muy concretos y para eso se establecen protocolos que tratan de llegar a comprender las motivaciones que ha llevado a que un sujeto le arrebatara la vida a otro ser. En este caso, entran en juego muchos factores que ni siquiera el propio criminal puede llegar a determinar debido al estado de enajenación que pueda padecer en ese momento. En muchos países se aboga por la privación de libertad [esté el sujeto arrepentido o no] y en la aplicación de tratamientos reeducativos para ciertos fines, ya sea para vivir permanentemente entre la población de reclusos o para su integración social con la ciudadanía cuando cumpla su condena penitenciaria.
De otra manera, para el caso del que matare a otro sin arrepentimiento de sus actos, se le denomina clínicamente psicópata. Aquí estaríamos entrando en un campo de la reeducación o rehabilitación mucho más complejo. Mientras que en el caso del arrepentido, lo que se intenta además de reeducarlo, es que el mismo tenga un “castigo” al ser privado de su libertad. Pero para ambos casos, y debido al acto punible, habría que hacer un estudio clínico mucho más exhaustivo de cada elemento en la investigación y contrastar los hallazgos con las manifestaciones del reo para conocer el estado de desviación psíquico, en caso de que sea así, y aplicarle un determinado tratamiento. No podemos hablar de un método terapéutico, si no que cada reo o criminal, hay que someterlo a sus propias exigencias o necesidades.
Otro de los casos en materia de reeducación, sería el delito conocido como “guante blanco”. Este tipo de crimen lo realiza usualmente un sujeto con una vida familiar y social aparentemente normal y con acceso legítimo a gran flujo de dinero. Esta persona pudiera ocupar un cargo público o político, cuya posición social le facultaría tratar o negociar con entes empresariales dispuestos a aumentar su poder económico ya sea especulando o beneficiándose a costa de otros. Esta clase de individuo responde entre otros perfiles psicológicos, a la ambición, egoísmo, engaño, fraude, etc., por encima de cualquier otra faceta ética o moral. Es decir, actúa a sabiendas de lo que se hace, con meditación y con plenas facultades psicológicas en sus funciones.
Este tipo de delito, requiere además de reeducación, la pena privativa de libertad. Los profesionales encargados de la reeducación, saben que es difícil cambiar a un individuo cuando es plenamente consciente de lo que ha hecho. No existen talleres de manualidades para que aprendan destrezas y puedan desarrollar habilidades sociales. Estamos hablando de sujetos que han estado en la élite de la política o del mundo empresarial, y que durante un determinado tiempo, han sido capaces de dar discursos para distintos tipos de destinatarios; pueden ser ciudadanos, periodistas, empresarios y políticos. Digamos que hubo un antes y un después en sus vidas, donde empezaron a aprender hacer una representación teatral y esconder su verdadera historia de vida. Por lo tanto, este tipo de perfiles conoce perfectamente lo que es vivir con un sueldo y sus letras bancarias, y lo que es hacerse de dinero a costa de los demás. Y cuando esto sucede, pocos delincuentes de “guante blanco” [cuello blanco, en otros países] quieren volver atrás.
Aunque muchos de estos perfiles no suelen creerlo, sí piensan que podrían acabar entre rejas, y que el paso por un centro penitenciario, en delitos como el blanqueo de capitales o corrupción, no es el mismo que el que asesina, aunque igualmente sus huellas psicológicas son irreversibles. Incluso estos sujetos saben estar y comportarse debidamente ante educadores/as, psicólogos/as, funcionarios/as penitenciarios/as u otros profesionales de los centros penitenciarios. Digamos que incluso dentro de una cárcel, este tipo de individuos aparenta el mismo rol social que ocupaban cuando ejercían cualquiera de su estatus fuera de las paredes que lo separan de la libertad. Son perfiles difíciles de trabajar con métodos terapéuticos, pero que resultan en muchos casos eficaces, debido a que el individuo es capaz de concienciarse por sí mismo, de adquirir valores que aparentemente resultan ser tan simples, como poder salir a pasear por los espacios públicos, cuándo, dónde y como quiera. Y es ahí donde una metodología individual puede llegar a inundar los valores sentimentales de una persona y hacerlo reflexionar.
Pero lo que está claro, es que al final en un centro penitenciario suceden tantas cosas por la mente de un individuo, que rompe la estratificación social entre quienes eran y quiénes son, quienes tenían menos y quienes tenían más, o entre quienes presumían de tener un lugar privilegiado en la esfera social, y ahora siguen teniéndola pero en otras condiciones privados de su libertad. Quizás este sea parte del método para que la reeducación social haga su trabajo en el caso de algunos individuos.
El autor es un antropólogo y educador social español que colabora en diversas publicaciones digitales. Fue estudiante de la Universidad de Puerto Rico en Cayey.