Pudo haber sido desertora escolar. Sus notas no eran las mejores y el apoyo de sus maestros tampoco fue suficiente. Cuando se enteró que estaba embarazada, Orlineris de 17 años sintió el dedo acusatorio de sus pares y pensó quitarse. Vestida con el uniforme de la institución, parecería una adolescente como cualquier otra, pero cargaba con un peso adicional que sus otras compañeras no podían entender.
“En la escuela todos me juzgaban. Ay, mira ésta que está preña. No me gustaba. Aquí el ambiente es mejor porque todas estamos en la misma situación”, recordó la joven quien decidió albergarse en Proyecto Nacer, una organización cristiana sin fines de lucro dedicada a atender las familias de padres adolescentes,desde febrero del año pasado.
Actualmente, un 18 por ciento de los bebés nacidos en Puerto Rico son de padres adolescentes, según la directora ejecutiva de esa entidad comunitaria, Anayra Túa López. Aunque aseguró que Estados Unidos ha visto una merma en este tipo de embarazos, en esas estadísticas la Isla aún no se ha hecho visible.
¿Es un problema social?
“Nosotros hablamos de una causalidad, como una causa y efecto, de qué es lo que hace que una joven adolescente se convierta en madre o padre adolescente. Pero no hay una sola razón. Es multifactorial. Es una situación que no se puede ver desde el punto de vista meramente informático”, comentó Túa López.
La Directora Ejecutiva del Proyecto Nacer mencionó además que uno de los factores que predominan en las familias adolescentes es la carencia económica. Túa López recalcó que la pobreza es un factor de riesgo al igual que no tener comunicación asertiva con los padres. Por esta razón, Proyecto Nacer intenta romper con el “ciclo” e insertar una relación afectiva entre padres e hijos para eliminar la desventaja social que podrían enfrentar estos jóvenes, a través de cursos y programas educativos y proveyendo cuido a los niños para que los padres puedan culminar sus estudios.
Por su parte, la doctora Gloria Mock, psicóloga especialista en la sexualidad humana, expresó que el embarazo en adolescentes puede ser provocado por una gran multisciplidad de razones no sexuales que conllevan a una actividad sexual irresponsable.
“Muchas veces en la búsqueda de afecto y de amor entran a la actividad sexual para llenar ese vacío emocional que están experimentando, a veces por la presión de grupo, del novio o para ser aceptado por los panas, indicó Mock. Comentó, además, que algunos quieren revelarse contra la autoridad y hacer lo que les da la gana. Señaló que ese sector percibe las relaciones sexuales como un acto de rebeldía y de probar que son independientes frente a la figura de autoridad.
Curiosamente en Puerto Rico, el embarazo en adolescentes formaba parte de la vida cotidiana de las mujeres hasta mediados del siglo pasado. Según la profesora de Trabajo Social, Luisa Seijo, era común que las mujeres entre 14 y 17 años de edad se casaran o comenzaran a convivir con un hombre y criar hijos.
Seijo explicó que con la llegada de la industrialización a la Isla, esa visión de vida comenzó a cambiar, especialmente por el nuevo rol que adquirieron las mujeres con la llegada de las industrias.
“Ahora se ve como un problema social porque las mujeres participamos activamente de los procesos de producción económica y social”, añadió Seijo, quien labora en el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico.
De acuerdo con Seijo, hoy día se espera que una mujer culmine sus estudios superiores y universitarios para luego unirse al mundo laboral. Comentó, que un embarazo a temprana edad dificulta la vida activa y participativa de la joven. Aclaró que el embarazo no es el problema, sino las implicaciones.
Clave la educación sexual
Tanto para Seijo como para Mock, la raíz del problema de embarazos a temprana edad en el País es la falta de orientación y educación sexual en los jóvenes, así como la falta de madurez emocional y social para poder tener una relación sexual saludable y eventualmente, una maternidad y paternidad saludable y responsable.
Un proyecto de educación sexual integral, según Seijo, debe formar parte del currículo del DE, pero más allá de convertirse en un curso o en parte de la clase de salud en algunos grados, debe fusionarse con todas las materias y enseñarse desde el grado pre escolar. Para poder realizar esos cambios curriculares es necesario el compromiso del Estado con la educación sexual integral.
“(El modelo ideal) tiene un política publica de compromiso con la educación sexual y la educación sobre lo que es vivir en familia y organizar una familia”, puntualizó Seijo, añadiendo que departamentos como el de la Familia y Vivienda pueden desarrollar programas de educación sexual sana, así como otras instituciones como la iglesia.
Por otro lado, Mock, instó al Departamento de Educación (DE) a crear un modelo formativo de educación sexual integral en los niños y jóvenes, que vaya más allá de simplemente brindar una información. Dicho modelo también debería desarrollar destrezas de inteligencia emocional y ayudar a reforzar valores.
“Para mí lo más importante es que adquieran una visión de más respeto hacia la sexualidad, porque los medios de comunicación, la Internet y la publicidad, han distorsionado el sexo; lo ha hecho como algo casual. Yo creo que ellos necesitan reconocer que hay una dimensión de valores, de principios éticos para yo respetar a la otra persona y protegerme”, sostuvo.
Según ambas expertas, una educación sexual integral debe brindarle las herramientas necesarias a cada adolescente para que sea capaz de prevenir un embarazo no deseado y enfermedades de transmisión sexual, utilizando los métodos preventivos o practicando la abstinencia, si esa fuera la decisión de la persona.
Seijo favoreció, además, la terminación de un embarazo por medio del aborto, en especial cuando se trata de embarazos producto de un abuso o agresión sexual. Según la profesora de Trabajo Social del RUM es el Estado quien debe propiciar que esta opción esté disponible para cada mujer y que cada aborto se lleve a cabo bajo supervisión médica y condiciones adecuadas de salud.
Maternidad y paternidad responsable
Seijo puntualizó que la falta de educación implica que muchas veces una joven madre y un joven padre tengan que asumir responsabilidades sin las destrezas adecuadas para poder llevar a cabo una maternidad y paternidad responsable.
Es precisamente en esa dirección que el Proyecto Nacer fundamenta su operación: en el apoyo educativo a los jóvenes padres. La fundadora de esa iniciativa, Mayra López, explicó que no existen menores maltratantes, sino que existen “menores faltos de educación”. El propósito de la entidad es concientizar a los padres y madres adolescentes, así como brindarles las herramientas suficientes para tener mejor relación con sus hijos.
Según López, muchos de los participantes del programa terminan sus estudios de la universidad y sus hijos terminan con buenas calificaciones en sus escuelas.
“Aquí el papá estudia con sus hijos. El padre o la madre puede reconocer cuáles son las debilidades o fortalezas de su hijo y así crean una relación saludable y estable. Nuestros papás son los mejores”, afirmó López.
Asimismo, el Proyecto Nacer tiene diversos programas y cursos para adiestrar al joven utilizando un currículo creativo y aplicando el sistema “Partners for Learning” que integra al adolescente al aprendizaje del niño.
“Nuestra meta es enseñarle al padre o a la madre a apoyar a su hijo toda la vida. Nuestro propósito no es darles el pez, es enseñarles a pescar. Queremos crear jóvenes que sean autosuficientes, que no dependan del gobierno y trabajen para adquirir lo que necesitan”, aseguró.
Este es el segundo de una serie de cuatro reportajes. Pendientes a Diálogo Digital para más detalles.