Es bien fácil confundirse (y crear confusión a los demás) cuando se hace una reseña parcializada y minuciosamente selectiva sobre las incidencias de la pasada asamblea del Consejo General de Estudiantes. Lo que pasó allí fue bien CLARO para quienes no nos limitamos a ver solo lo que queremos ver y no nos limitamos a escuchar solo lo que queremos escuchar. Me explico.
En la asamblea anterior del 15 de marzo –que todo el mundo sabe que fue orquestada por CAEL durante los dos días anteriores–, se dejó inalterada la agenda sugerida relegándose al final el asunto de las propuestas de paro y huelga, que fue precisamente el único asunto que se utilizó para incentivar la participación de los/as estudiantes mediante las convocatorias que se hicieron. Y eso tuvo un propósito bien CLARO que se logró a perfección, lamentablemente y en detrimento de la democracia deliberativa. Los procedimientos se dilataron a tal punto, drenando el ánimo de los asistentes a fuerza de hambre y cansancio, que finalmente la asamblea terminó haciendo lo verdaderamente inconcebible para una asamblea de estudiantes universitarios: votar a favor de un paro y el consecuente cierre del Recinto, bajo la justificación de unos reclamos que se aprobaron en bloque y sin discusión alguna, cosa que es el medio de acción natural para quienes creen tener el monopolio de la verdad y pretenden que aceptemos las “virtudes” de los paros y huelgas a la manera de dogmas medievales y fórmulas mágicas de alquimia estudiantil. Ese hecho, bien CLARITO para los que vemos y escuchamos más allá de lo que queremos, no lo menciona Tahani Shayeb Barakat en su deliberadamente confusa Crónica de una confusa asamblea estudiantil, publicada en Diálogo.
Y para que no se conjuren ni evoquen más confusiones auto-infligidas, voy a ser bien CLARO en lo que sigue. Este servidor, y varios estudiantes más de distintas facultades, llegamos a la siguiente asamblea debidamente organizados y con una estrategia de acción bien CLARITA para el que tiene ojos para ver y oídos para escuchar: pelear hasta el último minuto para impedir (o al menos contener) las manipulaciones parlamentarias y las dilaciones viciosas de los procedimientos, de modo que esta vez hubiera tiempo y oportunidad para deliberar y debatir antes de tomar acciones drásticas que habrían de afectar a todos los miembros de la comunidad universitaria y no únicamente a los cerca de 2,700 estudiantes que participaron en la asamblea. Y eso no se iba a lograr con paños tibios y sometiéndonos al jueguito tradicional de pasadas asambleas, donde por miedo al vituperio y a la presión colectiva, a los gritos mediante altavoces y panderetas ensordecedoras, muchos no se atrevían a alzar su propia voz e impedir que sectores particulares tomaran control de los trabajos de la asamblea para adelantar sus propios intereses de grupo. ¡Pero eso terminó el 5 de abril de 2016! Bien CLARITO, límpido como la luz del día, ante los ojos del que quiere ver y los oídos del que quiere escuchar.
No sé a qué se debe la supuesta confusión, porque quedó bien CLARO desde que “sonó la campana” que nuestra intención fue adelantar la discusión y votación sobre el paro y la huelga tanto como fuera posible, preferiblemente como primer punto en agenda. Este servidor, orgulloso estudiante de la Escuela de Derecho, fue quien presentó una enmienda a la enmienda de la agenda, con el propósito de que el asunto del paro y la huelga se tratara en primer lugar, y no como segundo punto según propuesto por la enmienda original. Mi enmienda a la enmienda fue rechazada abrumadoramente, pero la enmienda original fue acogida con igual margen como la propuesta más razonable, y eso fue lo que posibilitó que tuviéramos al menos algo de debate al final de la maratónica asamblea de nueve horas.
Y aun habiendo adelantado el asunto, hubo que pelear con uñas y dientes para proteger el tiempo y mantener el control de la agenda, porque resultaba bien CLARO que CAEL y compañía iban a hacer lo que fuera necesario para postergar el debate y, de ser posible, suprimirlo del todo. ¡Y casi lo logran! Allí mismo, ante los ojos del que quiso ver y los oídos del que quiso escuchar. Su repertorio de artimañas dilatorias incluyó desde preguntas fútiles y evidentemente viciosas como “¿qué es el Consejo General de Estudiantes?” y “¿cuántos miembros tiene el organismo tal?”, hasta mociones para apoyar a candidatos en Estados Unidos y felicitaciones a diversas personalidades. Poco faltó para que se preguntara por el significado de la vida, por los misterios del amor, y se tratara de resolver de una vez y por todas el enmarañado enigma de qué vino primero, si el huevo o la gallina. Fue ante este CLARO abuso que decidimos actuar.
Un compañero estudiante de Derecho, a quien tengo el orgullo de llamar mi futuro colega de profesión, presentó muy oportuna y justificadamente la moción para que los informes restantes se dieran por leídos y se pasara al próximo punto en agenda. Inicialmente la asamblea acogió la moción por amplio margen, pues evidentemente se estaba usando los turnos de preguntas sobre los informes para dilatar los procedimientos mediante la serie de sandeces que reseñé en el párrafo anterior. Ya CAEL y compañía se olían –para añadir el sentido del olfato a lo que claramente podía percibirse–, que de allí no íbamos a salir con un voto de paro y huelga indefinida. Hubiera sido ideal poder escuchar la exposición de todos los informes, pero como se estaban utilizando –y aclaro que no por sus autores–, como medio para seguir dilatando los procedimientos hasta coartar por completo el derecho de los miembros de la asamblea a debatir finalmente por la huelga y sus pretendidas justificaciones, había que pasar al próximo punto o de lo contrario jamás hubiéramos llegado a considerarlo, al menos no con deliberación y debate. Aquí no hay ninguna ironía, sino una clara conciencia de los peligros que entraña el abuso de los procedimientos dentro de cualquier asamblea o cuerpo deliberativo.
Se decretó un breve receso para reestablecer comunicación con los anfiteatros. Reestablecidos los trabajos se pasó a debatir sobre la moción de reconsideración que estaba sobre la mesa. Yo utilicé uno de los turnos para oponerme a la reconsideración. Añadiendo a la justificación del compañero –a los efectos de que todos y todas ya conocemos hasta la saciedad los problemas y la difícil situación que estamos enfrentando–, argumenté que el informe sobre las gestiones fructíferas realizadas durante el paro (si algunas) podía darse en lo esencial como parte de las propias argumentaciones a favor del paro y la huelga, llegado el momento. Esa era la solución más eficiente ante el hecho de la exigua cantidad de tiempo que quedaba para tratar los últimos dos asuntos de la agenda. Si no queríamos terminar como en la asamblea pasada, votando en bloque y por descargue, más como respuesta al hambre y el cansancio que como un ejercicio de racionalidad e inteligencia, había que pasar lo antes posible al asunto para el cual todos y todas habíamos sido convocados/as. La respuesta de una de las compañeras de CAEL: gritos y amagues de insultos, argumentando lo que verdaderamente fue la gran ironía del día. Los mismos que propiciaron en la asamblea anterior un voto de paro desinformado, falto de toda deliberación y ponderación honesta, ahora abogaban por seguir dilatando la nueva votación sobre el paro y la huelga, bajo el pretexto de que necesitaban “informarse” para poder tomar una decisión no ignorante. Es decir, querían ocupar el poquito tiempo que restaba para inundar a los presentes con información ya conocida y con una segunda ronda de preguntas fútiles y viciosas, de modo que no quedara tiempo suficiente para hacer lo que supuestamente querían: usar la información recibida para debatir y votar de manera informada. En realidad, resultaba bien CLARO que pretendían asesinar el tiempo restante para que no se diera la votación en caso de que terminara por “cuajarse” la evidente derrota que se les venía encima, a paso lento pero imparable.
Perdimos en nuestra oposición a la reconsideración, pero los propios abusos de CAEL fueron un verdadero tiro salido por la culata. Al final, ¡la Universidad ganó la noche! Ante la segunda ronda de preguntas dilatorias, el malestar y la indignación llegó hasta los anfiteatros y, desde Educación, vino la segunda moción para pasar de una vez y por todas al próximo asunto en agenda. El resto es historia y está ante los ojos de quien quiera ver y ante los oídos de quien quiera escuchar. Compañera cronista: A todos/as nos importa la Universidad, y tenemos un tonel de propuestas factibles como alternativa al paro y la huelga indefinida. Si no hubo tiempo para presentarlas durante la asamblea, eso agradézcalo a quienes temen el debate y abusan de los procedimientos para callar la voz de la gran mayoría. Pero despreocúpese, estimada compañera, porque tendrá mucho en los próximos días para ver y escuchar.
El autor es estudiante de tercer año de la Escuela de Derecho de la UPR.