La Avenida José Aguiar Aramburu del Barrio Tejas de Humacao no contaba con la totalidad de sus inquilinos diurnos del kilómetro 1.2. A mi llegada al área poco después del mediodía del lunes 11 de abril se notaba un flujo vehicular diferente y una organización de autos estacionados que almacenaban algunos víveres para suplir a un grupo de jóvenes que reclamaba defender su universidad y luchar por un país más justo. La ausencia de la mayoría de los cuerpos que de lunes a viernes se movilizan entre su centro de estudio y las calles contiguas era evidente. La Universidad de Puerto Rico en Humacao estaba en paro estudiantil y el aula tradicional era sustituida por plenos, talleres, pintatas, coloquios y otras estrategias de educación participativa.
Al toparme con los portones cerrados en la entrada principal de la universidad, observo a mi alrededor y noto un sinnúmero de imágenes con mensajes alusivos al derecho a una educación pública y de calidad. Algunas pancartas de oposición a la propuesta Junta de Control Fiscal todopoderosa también adornaban el paisaje de esa pequeña área dentro la denominada Ciudad Gris de Puerto Rico. Había transcurrido cerca de una hora desde que salí de mi domicilio en Bayamón. Llegaba al Oriente boricua con la encomienda de aportar facilitando un diálogo sobre geografía y perspectiva de género. Los y las estudiantes en paro aguardaban por mi llegada. Los días de receso doméstico me abrumaron con tanto texto y debate cibernético que se bombardeaba desde la red social creada por un joven de apellido Zuckerberg. Había que salir a la calle. Deseaba ver a mis queridos búhos y búhas, aunque eso implicara montar una clase sentado en la brea y bajo un sol candente que amenazaba con quemar mi cabeza y derrotar mi creciente calva.
No habían transcurrido diez minutos desde la una de la tarde y ya un estudiante de Comercio Internacional utilizaba un megáfono para anunciar que daría comienzo un conversatorio con uno de los recursos del día. Los y las estudiantes se aglomeraron frente al portón cerrado que exhibía una cartulina con la frase de “Cerrar para abrir”. Como geógrafo llamó mi atención lo que aparentaba ser una paradoja en medio de un proceso en el cual el acceso universitario se paralizó, exceptuando la entrada de investigadores y atletas. ¿Cómo se puede ‘cerrar para abrir’ mientras los portones cerrados interrumpen un semestre académico? Mi visión como activista y creyente en la educación accesible y de calidad me sugería que no necesariamente había una contradicción entre las palabras expresadas y los portones trancados. Se aspira a que la educación pública sea prioridad y se detenga el desmantelamiento hacia uno de los proyectos más importantes del país. Algunas reuniones con representantes del gobierno central y el Departamento de Hacienda no rindieron frutos, así que hubo que recurrir a otros mecanismos de presión. Comprendo el argumento. Sin embargo, como geógrafo me quedaban algunas interrogantes. Necesitaba reflexionar y teorizar un poco más sobre lo que implica ese inusual ordenamiento espacial de cerrar para abrir.
Comencé mi charla sentado bajo una carpa improvisaba. Los cuerpos que me rodeaban tenían casetas como telón de fondo. Algunos coches tocaban bocina en apoyo al paro. Otros vehículos pasaban con melodías de reggaetón y estribillos políticos que no llegan a los salones durante un día regular de clases. Parece que muchos búhos y búhas finalmente se exponían a algunos sonidos del barrio humacaeño de Tejas. Tras presentarme y agradecer la oportunidad para exponer uno de mis temas académicos, pregunté a los estudiantes si podían articular algunas de las diferencias entre los conceptos de espacio y lugar. Esa discusión nos llevó a tender puentes entre los vínculos de ambos conceptos con las construcciones sociales de género.
“La sociedad nos impone unos roles de género y eso incluye cómo debemos movernos y qué lugares son los que están aceptados culturalmente para nosotras”, comentó una estudiante de Trabajo Social como parte del coloquio.
El argumento de la joven activó mi propia imaginación geográfica y me llevó a preguntarles sobre las posibles diferencias de percepción frente a la entrada universitaria entre un día regular de clases y una tarde de paro estudiantil. Les dije que “hace una semana no había la gente para que se propiciara la invitación a estar aquí”. La presencia de los cuerpos en paro durante horas nocturnas de inseguridad rompía con el estigma de visualizar los predios y entrada de la UPR en Humacao como un conjunto de espacios de miedo carentes de sociabilidad citadina. La incertidumbre y el temor eran sustituida por la invitación. Sí, la invitación a imaginar y aspirar a una ciudad universitaria en un contexto en el cual se nos ha negado el derecho a la ciudad y a los espacios públicos. A pesar de los obstáculos producto de una planificación regional deficiente y un ordenamiento espacial que desincentiva la participación ciudadana, los y las estudiantes proponían a son de bomba y tertulia nuevas representaciones universitarias que trascendieran el aislamiento cotidiano que se forja cada vez que se abren los portones, pero nos olvidamos de los sonidos, olores y colores de Tejas, Humacao y el resto del Este.
“Sin querer queriendo, ustedes han desarrollado una geografía alternativa. Lo que se está viviendo y la forma en que este espacio está ordenado ahora mismo representa una geografía alternativa”, le expresé a los estudiantes en torno a cómo habían transformado un espacio de mero flujo vehicular diurno en uno de socialización y mayores posibilidades de participación ciudadana.
Mi exposición iba culminando y los estudiantes ya compartían contactos telefónicos con algunos residentes y comerciantes de Humacao. En mis tres años de instructor en la institución no había visto ese tipo de acercamientos comunitarios espontáneos dentro o cerca de los predios de la universidad. Los portones estaban cerrados, pero en la mente de esos jóvenes, su alma máter comenzaba a abrirse en términos espaciales, sociales y académicos. Este lunes 18 los portones oficiales serán abiertos por personal de seguridad de la institución. Nos corresponde abrir la universidad a todas las personas que formamos parte de ese valioso centro educativo. ¡Qué el cierre actual sea el inicio de la apertura!