Los países latinoamericanos acudirán en masa a estampar su firma sobre el Acuerdo de París, en lo que será un sencillo acto protocolario con una enorme implicación política: es la chispa que moverá el engranaje para contener el recalentamiento del planeta.
Más de 160 países confirmaron su participación a la ceremonia convocada para este viernes 22 en Nueva York por el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, y ocho de ellos anunciaron que entregarán allí mismo la ratificación del acuerdo, tras haber completado el proceso interno para ello.
Los países latinoamericanos, menos Nicaragua y Ecuador, prometieron participar en esta firma colectiva del histórico y vinculante acuerdo alcanzado en la capital francesa el 12 de diciembre por 195 países.
Expertos consultados por IPS destacaron el simbolismo político de la ceremonia, que retomará el proceso de París y esperan que América Latina presione por una rápida implementación de lo establecido con el histórico acuerdo.
“En Nueva York, la región va a destacar la importancia de actuar con la mayor celeridad posible, en vista de los impactos que estamos sintiendo en cada uno de nuestros países”, apuntó el abogado chileno Andrés Pirazzoli, exdelegado climático de su país y especialista en negociaciones internacionales.
Los países latinoamericanos y caribeños urgen a la adopción de medidas globales para contener el calentamiento global, al ser altamente vulnerable a los efectos negativos del cambio climático.
Según un reporte del 2014 del Banco Mundial, “en América Latina y el Caribe, los cambios en la temperatura y las precipitaciones, las olas de calor y el derretimiento de los glaciares tendrán efectos adversos en la productividad agrícola, los regímenes hidrológicos y la biodiversidad”.
Pirazzoli considera que este reconocimiento del peligro que supone el cambio climático para la región será un “caballo de batalla” para los países que asistan.
En la cumbre climática de París, el especialista chileno lideró el equipo técnico de la Alianza Independiente de América Latina y el Caribe (Ailac), un bloque que agrupa a Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú.
Pirazoli considera que “si hay un tema que unió a América Latina, más allá de las ideologías internas, fue el tema de la vulnerabilidad”.
Por eso pronostica que “ese será un mantra para la región en las negociaciones que se vienen después de la firma” y que recomienza en mayo en Bonn.
Esto porque la ceremonia de mañana, viernes, es apenas la primera pieza del rompecabezas que se extiende por los 195 Estados parte de la Convención Marco de Naciones Unidas de Cambio Climático (CMNUCC), donde cada uno deberá activar sus mecanismos internos de ratificación de convenios internacionales.
Para que el tratado entre en vigencia, deben firmarlo al menos 55 Estados partes cuyas emisiones de gases de efecto invernadero sumen, como mínimo, 55 por ciento del total mundial y este proceso deberá estar listo antes del 2020, según lo establecido en la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la CMNUCC.
En este acuerdo, los países se comprometieron a limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados centígrados, para así evitar daños catastróficos al planeta y la vida humana.
El acuerdo establece los lineamientos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), para atender los impactos negativos del recalentamiento, y entre otros elementos clave sienta las reglas del juego en términos de financiamiento, que deben liderar los países del Norte industrial.
En la región el proceso variará de país a país, pero “por la tradición continental que hay en América Latina, normalmente estos acuerdos deben pasar las dos cámaras de un Congreso (parlamento), lo que hace el proceso más complejo”, señaló Pirazzoli.
Recordó que México y Panamá se comprometieron a ratificar el acuerdo este mismo año.
Según informó la ONU, los ocho países que llegan a la firma con el instrumento de la ratificación en las manos son Barbados, Belice y Santa Lucia, por la región latinoamericana y caribeña, junto con Fiji, Maldivas, Nauru, Samoa y Tuvalu.
“Se empieza a gestar una historia de poder de los países vulnerables, que más que victimizarse, van a usar esta ceremonia para mostrar que ellos quieren estar en el liderazgo”, explica la economista costarricense Mónica Araya, también exnegociadora de su país.
Araya lidera la no gubernamental Nivela y es asesora del Foro de Vulnerabilidad Climática, un autodenominado “grupo de liderazgo” dentro de las negociaciones de la CMNUCC, que asume posiciones fuertes y progresistas.
Para la economista, la masiva confirmación de los países latinoamericanos al acto de Nueva York representa una señal más del despertar regional.
Coincidió con Pirazzoli en que los líderes latinoamericanos van encontrando puntos en común que les permiten superar las barreras ideológicas, al menos en este campo.
“Se notan nuevos esfuerzos, por ejemplo la cumbre de ministros de Ambiente en Cartagena sienta un precedente, al crear una plataforma para toda la región en acción climática”, apuntó Araya, en referencia a la XX Reunión del Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe, realizada a fines de marzo en la ciudad colombiana.
Sin embargo, advirtió que para que los esfuerzos internacionales surtan efecto, el cambio debe sentirse en casa. La economista instó a “ayudarle a la opinión pública empresarial y ciudadana, a entender que los parlamentos de nuestros países jugarán un rol clave” en la ratificación del acuerdo.
Con ellos coincidió el argentino Enrique Maurtua Konstantinidis, director de cambio climático en Fundación Ambiente y Recursos Naturales y un veterano de las negociaciones climáticas.
“La firma del acuerdo es solo el segundo paso, tras lograr el acuerdo. Sin este, no se puede seguir al tercero, que es la ratificación, el más importante para que el acuerdo comience a funcionar”, apuntó.
Maurtua señaló que estos procesos globales tienen que afianzarse a nivel local, con el mejoramiento de las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC, en inglés), que prácticamente toda la región presentó el año pasado, con excepción de Panamá, que lo hizo el 14 de este mes, y Nicaragua, que formalizó que no lo hará.
A pesar de contribuir poco a la emisión de los GEI, casi todos los países latinoamericanos prometieron reducirlos en sus INDC, un grupo numeroso con metas muy ambiciosas, entre ellos las dos mayores economías: Brasil y México.
Además, también enlistaron las acciones de adaptación climática, en varios casos por encima de lo requerido, en un elemento clave para la región.
De cara a la implementación del Acuerdo de París antes de 2020 y al proceso de negociación de 2016, que comienza en Bonn en mayo y proseguirá hasta la realización de la COP22 en Marruecos, Maurtua se mostró optimista.
“América Latina podría bien ser el ejemplo de implementación de buenas prácticas para alcanzar el desarrollo sustentable”, sostuvo.
Las ausencias de Ecuador y Nicaragua coinciden con posiciones previas, donde mostraban una mayor renuencia a participar en los procesos multilaterales. El país centroamericano incluso aseguró, al concluir la COP21, que el Acuerdo de París no le convencía.