Las víctimas de la guerra contra las drogas tienen muchos rostros: son jóvenes desaparecidos o asesinados por los carteles delictivos, comunidades criminalizadas y encarceladas por el consumo, son quienes mueren por sobredosis o por probar drogas contaminadas debido a la no regulación y fabricación clandestina de los enervantes.
Cada año, alrededor de 187,000 personas en el mundo mueren por el consumo de drogas. En cambio, solo uno de cada seis personas dependientes de las drogas tiene acceso a tratamientos por adicción.
Mientras los países encabezan guerras contra el tráfico de drogas, las víctimas se acumulan en el mundo.
Estos son los testimonios de madres, hermanos y padres de Afganistán, Bélgica, Canadá, México, Estados Unidos, Gran Bretaña o México, que reclaman un cese a la criminalización del consumo y una nueva política de atención a las drogas.
Las familias se encontraron en una protesta ante la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, en la víspera de la reunión de la Asamblea General, que por primera vez en 20 años vuelve a tener como tema central la política de drogas.
Maricela Orozco / México
Estoy aquí por el secuestro de mi hijo Gerson y el asesinato de mi hijo Alan y el asesinato de mi yerno Miguel. A Gerson lo secuestraron el 15 de marzo del 2014 en Medellín, en el estado Veracruz. Se pagó rescate y nunca lo regresaron. Su hermano Alan, de 15 años, y Miguel, de 25, fueron a buscarlo y los asesinaron.
Yo después de eso tuve que salir de Veracruz, desplazada, porque las autoridades decían que mi vida, la de mi hija y mi esposo corrían peligro.
La guerra contra las drogas trae la militarización y en vez de acabar con los carteles, está acabando con nuestros jóvenes. Aquí hemos conocido a muchas madres que han perdido a sus hijos por la guerra contra las drogas. Me uno a ese dolor, sé lo que es perder a un hijo, queremos más educación sobre el consumo de drogas, en vez de que los estén encarcelando o matando.
Jennifer y Steve Woodside / Canadá
Mi hijo es Dylan Bassler. Tenía 21 años cuando murió por consumo de drogas, el 4 de abril de 2014. El consumió una droga mezclada, street oxy, que venía combinada con fentany. Ese día se fue a dormir y no despertó.
El fentanyl es un opiáceo sintético, similar, pero mucho más potente que la morfina. Usualmente se usa para tratar a pacientes con fuertes dolores crónicos, pero el relacionado con las recientes muertes por sobredosis es producido en laboratorios clandestinos y mezclado con heroína o cocaína en forma de polvo. Así se incrementa su potencia, el nivel de adicción y se abarata su costo.
La política contra las drogas no está funcionando. El combate no es atacar, sino educar a la gente en el consumo. Hay un estigma muy fuerte hacia los jóvenes y la gente que consume es criminalizada, así se inhibe la búsqueda de apoyo y atención médica. Nuestro hijo no sabía que estaba consumiendo esto. Él era pintor, un artista y su existencia quedó trunca.
Anne-Marie Cockburn / Gran Bretaña
Mi hija murió hace dos años. Salió de mi casa un sábado por la mañana, tomó un polvo y murió dos horas después. Era mi única hija. Supimos que tomó éxtasis con 91 por ciento de pureza, lo suficiente para drogar cinco o 10 personas. Desde entonces abogo para que las sustancias ilícitas sean reguladas, creo que si Martha hubiera tomado algo con la calidad y la pureza regulada, aún estaría viva.
Ella quería tomar drogas, pero no quería morir. Ningún padre quiere ninguna de las dos cosas, pero no puedes recuperarte de la muerte. Estoy aquí porque quiero que los representantes de la ONU escuchen nuestros gritos de nuestras pérdidas. No quiero que el mundo pierda a otra Martha.
Escribí el libro “5.742 días” que son los días que mi hija vivió. Lo empecé seis horas después de que murió y lo terminé 102 días después, cuando ella habría cumplido 16 años. Es la historia de mi pérdida.
Amé ser la madre de Martha y ahora estoy poniendo esta energía en asegurar que otras familias no tengan esta pérdida. Ella era estudiante, era la cuarta vez que consumía éxtasis, la suya no fue una muerte por adición, fue una muerte por curiosidad.
Peter Muyshondt / Bélgica
Mi hermano Tom murió por una sobredosis de drogas, alcohol y medicinas. Yo era policía, construía una carrera en un camino, él era consumidor de drogas y hacia su propio camino, completamente contrario. En Bélgica ser consumidor de drogas es un delito, entonces para esas leyes mi hermano era un criminal y fue detenido muchas veces, yo mismo tuve que detenerlo.
Fue muy difícil tener una relación con él y él tuvo muchos altibajos. Mi hermano murió en 2006 por una sobredosis de heroína, cocaína, alcohol y medicina, no sé si fue un suicidio, él no tenía atención médica y estaba muy cansado de tratar de salir adelante y no poder hacerlo. La guerra contra las drogas hace más daño que las drogas mismas.
Esta, mi historia, puede ser la historia de tu hermano o de tu hermana.
Murtaza Majeed / Afganistán
He perdido a un primo de 16 años y a cuatro amigos de 18 años. Todos murieron por sobredosis en Afganistán. Todo mundo habla de que Afganistán es el principal productor de opio en el mundo, pero a nadie le importa hablar de quienes ahí lo consumen, solo se habla de erradicar la siembra, pero no de cómo erradicar el consumo.
A nadie le importa el daño que la guerra contra las drogas ha tenido en mi país, no hay atención médica para los que consumen, hay una persecución de los consumidores y las drogas no reguladas cada vez son más adictivas. Es un círculo de persecución, de muertes y de esclavitud.
Elizabeth Ollins / Estados Unidos
He tenido muchas pérdidas por la guerra contra las drogas. En mi comunidad, aquí cerca, en Brooklyn, en Nueva York, la política antidrogas se enfoca en los pobres, en quienes ni tienen casa, esas son las comunidades atacadas por esa guerra y la consecuencia es más gente criminalizada.
Se encarcela en mayoría a latinos y afroamericanos, para beneficiar a una industria privada en las prisiones. Es injusto que se haga esta criminalización, este racismo en nuestras comunidades, un círculo vicioso. En las vidas diarias ha crecido la presencia de las policías y eso hace más grande la división, la gente no cree en la policía y la policía no cree en la gente.
Quiero que la ONU sepa que la encarcelación no es la respuesta correcta al tema de drogas, sino que debe bajarse en la compasión al ser humano, en la ciencia, en la salud pública.
Este artículo fue originalmente publicado en Pie de Página, un proyecto de Periodistas de a Pie financiado por Open Society Fundations. IPS-Inter Press Service tiene un acuerdo especial con Periodistas de a Pie para la difusión de sus materiales.