De los seis millones y medios de refugiados sirios que se ubican a lo largo del Medio Oriente, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calcula que más de la mitad son menores de edad. Gran parte de estos niños se ven obligados a mendigar en las calles y depender de la venta de cosas como tabaco, refrescos y baratijas para poder sobrevivir. Muchos otros niños son abandonados o explotados por sus familias y hay un sinnúmero de huérfanos de guerra que vagan solos por las calles.
La ONU también calcula que 1.2 millones de estos refugiados se han establecido en el Líbano, un pequeño país de poco más de cuatro millones de habitantes. Allí las autoridades no han abierto ni un solo campo para los refugiados sirios. Según la ONU, el 53% de esta población está compuesta por niños.
Ante la ausencia de campos de refugio, las familias sirias se ven obligadas a alquilar habitaciones, garajes o locales en condiciones de miseria a precios que resultan exorbitantes.
Germaine Ephrem, encargada del Centro de Prevención Especializada de Dar al Amal explica que “Encontramos casos de tres y cuatro familias sirias viviendo en una misma casa porque no hay sitio para vivir ni les resulta posible alquilar una vivienda a los precios actuales. Y cada familia tiene siete y ocho miembros.”
Debido a la escasez de trabajo para los padres y familiares adultos, la explotación laboral es una de las formas más comunes de abuso infantil que se dan entre los refugiados sirios, pues muchos niños trabajan de sol a sol por muy poco dinero para poder alimentarse o ayudar a sus familias.
El conflicto en Siria se ha extendido por más de 30 meses y ha acabado con los ahorros de muchas familias, provocando que todo tipo de abusos y redes criminales se den por la desesperación de poder satisfacer las necesidades económicas.
Como en otros países que han recibido a los refugiados, los menores de edad están expuestos a “peligros contra su seguridad física, violencia y explotación, incluida la sexual, y el hecho de que la mayoría de los niños trabajan y no van al colegio”, según Roberta Russo, portavoz de las Naciones Unidas para los Refugiados en Beirut.
De igual forma, en todos los países a los que acuden los refugiados sirios, el número de “novias-niñas” se ha disparado. Para muchas familias, los matrimonios por acuerdo representan una forma de hacer dinero y garantizar cierta estabilidad económica para sus hijas.
El trato que reciben muchos niños refugiados, en ocasiones por parte de su propia familia, es inhumano. Maher Tarabani, director del Hogar de la Esperanza, un refugio para niños sin hogar, indica que muchos de estos sufren abusos sexuales en las calles o en sus hogares y en otros casos, sus familias en ocasiones planifican vender sus órganos para poder subsistir. Incluso, que los niños sean prostituidos por sus propios padres y familiares no es de extrañarse.
Este es el caso de Abdallah, un niño sirio de 10 años que también reside en el Hogar. Tarabani narra que el padre de Abdallah “lo vendía” a pedófilos.
La transacción era hecha delante de todos los miembros de la familia, quienes luego se marchaba de la casa mientras los hombres que habían pagado tomaban turnos en violar a Abdallah dentro del baño. Su padre se quedaba en la casa, escuchando.
Eventualmente Abdallah huyó de su hogar y terminó siendo recogido por las autoridades, quienes lo enviaron al centro.
Germaine Ephrem narra que “No es sólo que confronten la violencia de la guerra: una vez que están en la calle, son vulnerables a todo tipo de explotación y, muy en concreto, a la prostitución porque envían el mensaje de que, con ellos, todo está permitido.”
Esta también enfatiza que hay “pedófilos” que se dedican a controlar las zonas en las cuales se ubican los refugiados sirios.
“Es común verlos mendigar cerca de agentes de Policía, pero éstos no están capacitados para detenerles. La ley no se aplica, las instituciones no funcionan y los niños pagan el precio.” concluye Ephrem.
Una buena parte de los refugiados están en el Líbano de manera ilegal dado que al huir de la guerra, han atravesado sin papeles la frontera o nunca renovaron su documentación o sus permisos de residencia. Según Tarabani, “Estos niños legalmente no existen, y eso es una fuente de problemas.”