A eso de las 5:45 de la tarde, comenzó a sonar la melodía con la cual se acostumbra a realizar los desfiles de graduación. Los 485 toritos y toritas ejecutaron una gran marcha que recorrió parte del campus -que muchos aseguran- es el más hermoso del sistema público del País. Los profesores se acomodaron a ambos lados formando un pasillo, justo antes de la Plaza del Centenario, allí, entre besos y abrazos comenzaba la celebración del éxito alcanzado.
Entre los graduandos, en primera fila, se encontraba Alice Mary Hernández. De la mano de su profesor Stacey López, esta aguasbonence no vidente celebraba más que nadie su logró alcanzado: graduarse de la Universidad de Puerto Rico en Cayey (UPRC).
“Los impedimentos son completamente mentales, todos tenemos nuestras fortalezas y debilidades, es reconocerlas y estar dispuestos a buscar y recibir las herramientas para complementarnos y seguir adelante”, expresó Hernández con una sonrisa en su rostro y muy segura de sí misma.
Para esta torita de 23 años, y a punto de graduarse de Ciencias Sociales, es una bendición haber llegado hasta este punto de su vida. “He tenido desde el principio el apoyo de mis padres, de mi familia y la universidad siempre me recibió con los brazos abiertos dispuestos a darme los acomodos razonables para hacerme el camino más fácil”, dijo quien continuará estudios graduados en Consejería Psicológica en la Universidad Interamericana.
Hernández estará siempre agradecida de la UPR Cayey, de la relación directa que mantuvo con sus profesores y de sus compañeros, quienes siempre estuvieron a su disposición para cualquier detalle que necesitara para que se sintiera siempre cómoda. “Fue una experiencia bien chévere”, expresó con emoción.
De esta forma, la cuadragésima quinta (45) colación de grados de la UPR Cayey comenzaba su histórica celebración. Este año estrenaban la toga con los colores representativos de los toritos y toritas: rojo, verde y blanco.
Aquellos que se graduaban con honores, Cum Laude y Magna Cum Laude, cargaban por primera vez su medalla con la imagen del reloj solar, emblema distintivo del institución.
“¿Qué distingue a un alumno de la UPR Cayey?, cuestionó Rochellie Martínez Vivas, decana de estudiantes y prosiguió, “se distinguen por ser personas íntegras, autónomas y sensibles, creen en la excelencia como norma de vida y están preparados para integrarse de forma creativa a la sociedad y al mundo del trabajo”.
Asimismo, Tania Padró Rivera, presidenta interina del Consejo General de Estudiantes, añadió a esta definición, “si hay algo que distingue a nuestros estudiantes es el amor que brindan al ayudar a sus semejantes dadas las lamentables situaciones que están sucediendo a nivel mundial en donde el ser humano está perdiendo la capacidad de amar”.
Prosiguió el mensaje de la presidenta de la clase 2016, Hazel Cruz Pérez, quien subió al escenario con fuertes aplausos y gritos de sus compañeros. “Nos graduamos del mejor y más hermoso recinto de la UPR: Cayey”, resaltó desde el atril. Lo dijo entre las vistas a las hermosas montañas y flamboyanes florecidos que caracterizan al campus.
En su mensaje, Cruz le aseguró a sus colegas, que ante la intolerancia, la violencia y la crisis que atraviesa la sociedad “el mundo nos necesita urgentemente”, finalizó la presidenta a la vez que se tomó un ‘selfie’ desde el escenario con sus compañeros graduandos.
Para seguir con los protocolos, el turno le perteneció al rector de la unidad cayeyana, Mario Medina Cabán, quien aseguró que aunque ha ido a todas las graduaciones del sistema UPR, “no hay graduación como esta”, lo que provocó un eufórico aplauso por parte de todos los presentes.
Continuó con el acto más emotivo y solidario de la noche, pidió a todo el público ponerse en pie y otorgar un minuto de silencio por las víctimas de la masacre de Orlando, Florida. Las caras de frustración, tristeza y solidaridad si inclinaban para recordar a los caídos. “Son unos actos que no tienen palabras para describirse”, pronunció y seguido recordó que una de las víctimas fue su alumnos años atrás.
En otros temas, el rector pidió unión en estos tiempos difíciles por los que estamos pasando como puertorriqueños y “que la causa sea Puerto Rico y no las ideologías”, le incitó al 44 por ciento de los estudiantes, del total de los admitidos, que esa noche lograban obtener su grado de bachillerato.
“Tienen que creer que lo que hacen, por más pequeño que sea, tiene valor”, puntualizó Medina Cabán y aseguró que Cayey posee la tercera tasa de graduación más alta del sistema UPR.
Seguido, Uroyoán Walker Ramos, presidente de la UPR, los animó a creer que un nuevo País es posible. “Que sepan que las soluciones están aquí y no con unos pocos que no conocen ni a Puerto Rico”, sentenció con fuerza.
Ahora, el turno es para Rossana López León, oradora invitada y egresada de la institución, quien empujó a los toritos y toritas a defender al País antes que a los grandes intereses. “No podemos tener miedo, tenemos que hacer patria aunque nos duela”, dijo.
“Es nuestro deber responder al llamado de la patria porque ella es nuestra responsabilidad como canta nuestro himno: ‘No importa el tirano te trate con negra maldad’”, citó López León y añadió, “echa a un lado a todo aquel que te diga que tú no puedes hacerlo”.
Ya eran las 7:15 y la noche estaba encima, los faroles encendidos y el aire fresco, típico de Cayey, ya se sentía. Era el momento ideal para animar la ceremonia. El coro de la UPRC comenzó a interpretar La guagua de Juan Luis Guerra y el público de un salto comenzó a mover las caderas.
“Bailando, tú cuerpo y el mío llenando el vacío subiendo y bajando”, tocaba la banda de la UPR Cayey y los dotes de baile se manifestaban en los pies de aquellos graduandos que disfrutaban al son de la música. Aquellos que no lo poseen o no estaban de ánimos para tirarse la bailadita, aplaudían y jugaban con una bola de playa que lanzaron por los aires.
Luego del baile, vino el reconocimiento especial del rector que fue otorgado al empleado José Enrique Rosario, a quien Medina Cabán describió como una persona reconocida por su buen humor y ánimo.
Fue el turno, según los protocolos establecidos, de reconocer la labor académica de aquellos que se graduaron con Cum Laude (3.50 a 3.69 de promedio) quienes llevaban la borla verde y a los Magna Cum Laude (3.70 a 3.94) quienes llevaban la borla blanca.
Seguido, pasaron por el escenario aquellos que lograron obtener su bachillerato con un promedio de 3.95 o más, los Suma Cum Laude. Este año fueron ocho los que alcanzaron este reconocimiento, sin embargo, solo dos de ellos con un promedio perfecto.
De esta manera, por su excelencia académica (4.0 de promedio), llamaron al escenario a Crystal K. Colón Ortiz y a Shuleika López Ortiz, esta última subió con su hija en brazos a recoger el reconocimiento y recibió una fuerte ovación de sus compañeros quienes en pie gritaron frases como: “Sí se puede” y “No hay imposibles”.
Entonces, llegó el momento. A las 7:55 de la noche y como dictan los ritos de graduación se escuchó de la boca de Walker Ramos las tan esperadas palabras: “los declaro graduados”.
En ese momento, algunos birretes volaron hacia el cielo, los estudiantes se fundieron en abrazos, besos y lágrimas que demostraban la felicidad de haberlo logrado. Bombas rojas, verdes y blancas fueron lanzadas como símbolo de una meta más alcanzada en sus vidas.
“Mi colegio de Cayey es el más precioso edén / ¡Adelante hasta triunfa!”, cantaron con lágrimas en los ojos y cara de satisfacción mientras realizaban el desfile final en aquel espacio al que llamarán alma máter.