Hace mucho tiempo hemos estado escuchando la necesidad de hacer cambios en la Universidad de Puerto Rico (UPR) a nivel gerencial, de reducción de gastos o de aumentos en los costos al estudiantado. Independientemente de ello, la Universidad necesita adoptar como “nuevo” enfoque el asumir un rol participativo y presencial en la sociedad puertorriqueña.
Ahora, el debate se divide entre si reformar sobre lo que está o la necesidad de crear nuevos objetivos y nuevas metas, como transformar la misión de la educación universitaria basándonos en los principios de la solidaridad, el altruismo o la tolerancia. Incluso, pudiésemos decir que es un proceso conjunto donde a través de la reformación podemos transformar el fin principal de la educación en la UPR.
La doctora Silvia Arias Carega, directora de la Oficina de Acción Solidaria y Cooperación de la Universidad Autónoma de Madrid, dice que “la Universidad es la institución investigadora y creadora de conocimiento, formadora de profesionales y especialistas en la que descansa la posibilidad de impulsar y mejorar la sociedad. Pero la función de la Universidad no debe limitarse sólo a la formación de individuos técnicamente competentes en las distintas áreas de conocimiento, sino que debe también formar personas”.
Aunque este es uno de los enfoques que establece la UPR en su filosofía (“Proveemos todas las herramientas para que [los estudiantes] logren un máximo aprovechamiento, desarrollo integral como persona, e interés por el aprendizaje y mejoramiento continuo […]”), solo parecen ser palabras bonitas sobre un papel y que, al momento de ponerlas en práctica, se pierde el propósito inicial.
La Universidad de Puerto Rico debe ser el motor transformador de la sociedad puertorriqueña y, atemperada a la realidad que enfrentemos como País, debe establecer lazos de acción comunitaria a través de los y las estudiantes, siendo nosotros y nosotras un vínculo real y efectivo con los sectores desventajados.
Los y las estudiantes de la UPR somos privilegiados y privilegiadas al tener la oportunidad de recibir la mejor educación en Puerto Rico, la que al final del camino es financiada por los que quizás no tienen acceso a ella. Por eso, necesitamos de una vez y por todas devolverle a la Isla la inversión que hace en nosotros y nosotras.
Apuesto por una universidad comprometida con el progreso del País que salga de la utopía en la que suele manejarse, para que los y las puertorriqueñas dejen de vernos como un gasto y nos empiecen a ver como la inversión que realmente somos.
La autora es estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras y representante del Consejo General de Estudiantes.