Programas de televisión como Boy Meets World, The X-Files, Full House, Gilmore Girls y películas como Jurassic Park, Mad Max y Star Wars han experimentado recientemente un nuevo aire.
Las secuelas y los refritos siempre han existido, pero ¿a qué se debe el resurgimiento de este fenómeno?
En los últimos años se ha podido presenciar en muy corto tiempo, la aceleración de grandes avances tecnológicos en especial en el campo de las telecomunicaciones. Desde los inicios de los celulares y la propagación de la Internet hasta el gran desarrollo de las redes sociales. Los efectos de percibir tantas transformaciones tecnológicas durante un periodo tan corto de tiempo son difíciles de predecir.
Sin embargo, un efecto del cual los ejecutivos de Hollywood se han percatado es el gran sentimiento de nostalgia de toda una generación que ha aprendido que nada dura y el siguiente gran avance está solo a la vuelta de la esquina.
¿Refritos o secuelas?
Es importante aclarar que un refrito es un término que se refiere a las producciones audiovisuales que imitan en gran medida la trama, personajes, estética y otros aspectos que pretenden replicar el éxito de una obra anterior. En contraste, una secuela es un término que se utiliza para describir una producción que se encarga de continuar la historia de una obra de ficción anterior.
Normalmente, las secuelas suelen desarrollarse dentro del mismo universo de la historia original pero en un tiempo posterior, pueden también existir elementos de repetición en cuanto a personajes, estética o temas, pero lo importante es que continúa y avanza la trama de la historia que la antecede. Actualmente se están produciendo tantas secuelas de películas que ahora al conjunto de películas se les llama franquicias.
Como ejemplos recientes, la empresa de “streaming” multimedia Netflix anunció que lanzará nuevas adaptaciones de Full House, Gilmore Girls y otra versión del libro infantil A Series of Unfortunate Events. De la misma manera, este año los estudios de 20th Century Fox produjeron una serie basada en la película Minority Report y el año que viene emitirán una nueva temporada de su aclamada serie The X-Files. Asimismo, el canal juvenil Disney Channel produjo Girl Meets World, basada en la serie de la década de 1990 Boy Meets World.
En términos de la pantalla grande, 20th Century Fox recientemente produjo refritos de los clásicos de horror Poltergeist y Frankenstein y otras secuelas de las franquicia de The X-Men y un refrito de los Fantastic Four, el estudio de Warner Brothers ha producido nuevas versiones de la franquicia de Batman y de Mad Max además de un refrito del famoso monstruo japonés Godzilla.
Por su parte, el estudio Columbia Pictures ha realizado dos franquicias diferentes del superhéroe Spiderman con una tercera versión próxima a salir. Por supuesto, en este listado no puede faltar el poderoso estudio de Disney y su franquicia millonaria de superhéroes del estudio de cómics Marvel y la popular franquicia de ciencia ficción Star Wars, además de un reciente giro a realizar refritos en imágenes “reales” de sus propias películas animadas como Maleficent y Cinderella. Finalmente, se anunció la producción de nuevas versiones de las películas de Ghostbusters, Jumanji, Memento y Dirty Dancing, entre otras.
Como puede apreciarse, muchas de las producciones audiovisuales actuales, tanto en televisión como en el cine, son refritos o secuelas. Esto se puede deber a varios factores.
Por un lado, realizar un refrito o una secuela es una forma de abaratar los costos de producción. Se puede mantener el mismo equipo de trabajo, elenco y locación, por lo que usualmente se firman de una vez contratos que abarcan todas las películas que se van a generar.
Por otro lado, los refritos y las secuelas en general son una manera de invertir dinero en un contenido que ya ha pasado la prueba del tiempo, como por ejemplo con franquicias que siguen siendo relevantes como los superhéroes de Marvel, cuyas películas han recaudado un total de $9,065,240,520 solo en taquillas (Nash Information Services, 2015).
El aumento en la cantidad de refritos y secuelas y sobre todo el corto tiempo entre una versión y la otra es cada vez más desproporcionado. Los saltos tecnológicos en los últimos 20 años también parecieran influir en ello. Se ha pasado rápidamente de faxes y cartas a e-mails y mensajes de texto. Todos estos cambios en un período tan corto de tiempo deben de alguna manera afectar cómo se percibe la historia y el propio pasado.
Así lo explica el autor Nick Stevenson en Understanding Media Cultures (2002). Stevenson señala que los medios electrónicos y la velocidad con la que muestran las noticias y eventos alrededor del mundo, relegan nuestras experiencias más recientes a un pasado que se percibe como cada vez más distante.
Asimismo, argumenta que al convertirse la realidad en un régimen automático de nueva información y significación constante, se priva a las personas de un sentido normal del progreso histórico de las cosas. De manera que las nuevas tecnologías sirven como instrumento de enajenación con el propio pasado y al percibir lo efímero de las cosas se crea una nostalgia por ese tiempo idealizado de la infancia. Indudablemente los niños de los años noventa se formaron presenciando estos radicales avances tecnológicos y ahora como adultos jóvenes se encuentran con el poder adquisitivo para realizar sus propias decisiones de consumo.
90’s kid = Young Adult
Los sentimientos de nostalgia son exacerbados por la velocidad de nuestro mundo actual, se busca la inmediatez y las nuevas tecnologías ayudan cada vez más a vivir en el ahora y dejar el pasado en el olvido. Cierto es que en nuestra cultura altamente visual, ver es revivir la experiencia. Estas películas y programas de televisión que son resucitados una y otra vez remiten a una infancia cuando todo era más “simple”, sin las preocupaciones por las redes sociales o cómo conseguir el nuevo iPhone. Se está presentando lo que el filósofo Jean Baudrillard (1983) llama una “revitalización artificial”. Se busca a través de estos productos mediáticos una restauración de la niñez.
De modo que los refritos y las constantes secuelas están actuando como una manera de aferrarse al pasado. Se quieren sentir y vivir las mismas emociones y experiencias que se percibieron cuando se vio la película o programa por primera vez y las casas productoras de Hollywood están muy felices de cumplir con esto. Están empaquetando la propia niñez y vendiéndola de vuelta, la mercantilización del pasado se ha transformado en la norma del día.
La compañía de Netflix por ejemplo, ha podido ver los buenos “ratings” de los “reruns” de Full House en Nickelodeon. La comedia de los años noventa ha conseguido atraer hasta 1.2 millones de personas en horario “prime time”, es decir, en el horario en el que hay más televidentes y donde generalmente las cadenas de televisión recolectan las mayores ganancias por parte de sus anunciantes (A Tribune Broadcasting Website, 2015). Consecuentemente, Netflix se dio a la tarea de producir la exitosa secuela, que estrenó en febrero de este año, “Fuller House” (ya se anunció la segunda temporada).
Como se puede ver, las acciones de Netflix responden a esta data empírica o por lo menos a lo que pudo interpretar como una petición tácita por parte de la audiencia. Las casas productoras entonces pretenden atender las demandas de la audiencia que disfrutó de este show cuando se emitía originalmente y que ahora son jóvenes adultos con poder adquisitivo. Se les está brindando contenido que pueda capturar su atención y que remite específicamente a sus años formativos. En un océano de nuevos shows y películas cada año, es una estrategia muy buena el apostar por contenido que alguna vez tuvo éxito y ya tiene una base de “fans”.
Se está creando entonces un círculo vicioso, primero las nuevas tecnologías cambian cómo se percibe el transcurso del tiempo y la historicidad de nuestro propio pasado y esto tiene el efecto de fomentar sentimientos de nostalgia. Segundo, las productoras reviven estos shows y películas de nuestra juventud para alimentar esa demanda por un pasado que cada vez más percibimos que se esfuma y tercero este contenido mediado a su vez provoca de nuevo la nostalgia. Lave, enjuague y repita, lo que se está produciendo es un ciclo de consumo que atiende indudablemente a los intereses económicos de las grandes industrias de entretenimiento. Ahora ese anhelo por nuestro pasado no es solo una tendencia emocional sino que está siendo capitalizado. La nostalgia es ahora una estrategia de mercadeo, un factor más a la hora de producir entretenimiento.
Es importante hacer las paces con la realidad económica actual, porque la verdad es que las productoras de Hollywood van a seguir realizando secuelas y refritos. El ciclo consumista actual lo exige y a menos que se dé un cambio importante en la financiación, distribución y hasta en los mismos gustos de la audiencia, se va a seguir dando este fenómeno. No obstante, estas cosas cambian, las secuelas y los refritos muchas veces no funcionan, y hay un límite para cuántas secuelas más de superhéroes se pueden tolerar, pero por ahora y tal vez hasta por la próxima década más o menos, se estará viviendo en un mundo donde la imagen de las franquicias y los refritos lo gobiernan todo.