El riesgo que sufren los periodistas locales es mayor al que corren los extranjeros, a pesar de que los primeros no concentran la misma atención en los medios de comunicación, como lo refleja el asesinato de tres profesionales en junio, la reportera de televisión somalí Sagal Salad Osman, el afgano Zabihullah Tamanna y el fotoperiodista estadounidense David Gilkey.
Gilkey y Tamanna, quien oficiaba de intérprete y “fixer”, fueron asesinados juntos en Afganistán. El “fixer” (guía) es un término utilizado para referirse a un periodista local que ayuda a corresponsales extranjeros a encontrar fuentes e historias para cubrir. Su papel queda invisibilizado cuando se informa de la muerte de periodistas internacionales porque no se les reconoce como tal.
“Conductores, guías, traductores son, por definición, probablemente también periodistas locales”, dijo a IPS la directora del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), Courtney Radsch.
“Hubo casos en Afganistán e Iraq donde los traductores eran el objetivo principal. Por eso buscaban trabajar con estadounidenses. Eso revela que los guías y los reporteros locales suelen correr un riesgo mayor”, remarcó.
“Los periodistas locales son a quienes más acosan, asesinan o detienen porque informan sobre asuntos locales como corrupción y política, que en ciertos casos son aun más peligrosos que la guerra. Es mucho más común que ellos sean el blanco” de un ataque, explicó.
Asimismo, “no es tan común que un periodista extranjero sea detenido”, acotó.
Por su parte, Sagal Salad Osman, asesinada en la región occidental de la capital de Somalia, trabajaba para la estatal Radio y Televisión Nacional Somalí en Mogadiscio. Al igual que ella, Hinda Hagi Mohamed fue asesinada en esa misma ciudad en diciembre de 2015, al parecer por combatientes del grupo extremista Al Shabaab.
El premiado Gilkey y su intérprete y periodista Tamanna trabajaban para una cadena de radio y televisión estadounidense, la National Public Radio, cuando fueron atacados en lo que al parecer fue una emboscada a la unidad del ejército afgano con la que viajaban, en el distrito de Marjah, en la suroccidental provincia de Helmand, en Afganistán.
El CPJ informó que 65 periodistas fueron asesinados en Somalia desde 1992, 59 de los cuales perdieron la vida a causa de su trabajo. Todavía no se pudo confirmar la causa de la muerte de cuatro de ellos, dos trabajan como guías, intérpretes y conductores. Además, 80% de los profesionales eran trabajadores locales y el restante 20%, extranjeros.
En Afganistán, los datos del CPJ revelan que 29 periodistas, un trabajador de los medios y 6 reporteros no confirmados fueron asesinados desde 1992, de los cuales 34% eran profesionales locales y 66%, extranjeros.
Independientemente de si la persona atacada era personal local o extranjero, es importante garantizar que se difunda la información en torno a su muerte, puntualizó Radsch, pues la atención internacional que concentra el fallecimiento de profesionales de la prensa puede contribuir a su seguridad en el terreno.
“Garantizar la seguridad de los periodistas no es solo convertirse en activista, sino cubrir el tema y asegurarse de que se lleven a cabo las investigaciones correspondientes”, subrayó.
Los tres periodistas asesinados en junio se suman a una larga lista de reporteros que perdieron la vida cumpliendo con su trabajo en países con conflictos.
La directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Irina Bokova, también condenó los ataques: “Debe reconocerse el derecho de los trabajadores de los medios a ejercer sus deberes profesionales en condiciones seguras por el bien de la sociedad en su conjunto”.
Desde la adopción de la resolución 29, en 1997, la Unesco está al frente de las iniciativas para proteger la libertad de expresión y el derecho de las personas a recibir información.
La jefa de la sección de libertad de expresión de la Unesco, Sylvie Coudray, dijo a IPS en 2012 que la organización asumió la responsabilidad del Plan de Acción de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la seguridad de los periodistas y la cuestión de la impunidad, que procura crear un ambiente libre y seguro para los periodistas y los trabajadores de los medios, subrayar la necesidad de hacer frente a la seguridad de los profesionales y a la impunidad de los delitos en su contra.
“Es el primer plan sistemático de la ONU que reúne a cada uno de los actores relevantes en un esfuerzo universal concertado, que incluye a otras agencias del foro mundial, a gobiernos, a la academia, a la sociedad civil, a medios de prensa y a instituciones”, explicó Coudray.
A pesar de los significativos avances, como la adopción de la resolución 2222 por el Consejo de Seguridad, que condena todas las formas de violencia contra los periodistas, observó, hay un aumento de casos de asesinatos desde 2013, en parte debido a los varios conflictos calientes que existen en la actualidad.
“Siguen siendo numerosas las amenazas contra periodistas y trabajadores de los medios. Desde ataques, detenciones arbitrarias, acoso, secuestro hasta asesinato, la última forma de censura”, detalló Coudray.
“Lo que empeora más la situación es el clima de impunidad predominante, pues nueve de cada 10 asesinatos de periodistas quedan sin resolver, lo que también aviva el círculo de violencia contra los medios”, remarcó.
En 2016, 13 periodistas, más otros 10 que no se pudieron confirmar, fueron asesinados en los ocho países con mayor número de muertes de reporteros, según el CPJ, entre los cuales Afganistán ocupó el cuarto lugar. Los otros fueron Yemen, en el uno, India, en el dos, Iraq, en el tres, México, en el cinco, Guinea, en el seis, Siria, en el siete, y Turquía, en el ocho.
El año anterior, 73 reporteros, más dos trabajadores de los medios y 25 profesionales sin confirmar, fueron asesinados en los países con mayor número de muertes, entre ellos Somalia ocupó el lugar nueve.
En esos dos años, 80 por ciento de los periodistas asesinados eran trabajadores locales.