Quien se sentara a ver el debate de los candidatos a la gobernación el pasado jueves podía haber pensado de momento que disfrutaba de una ‘guerrilla’ en la cancha de su urbanización.
En un lado de la cancha, veía a los candidatos por el Partido Nuevo Progresista y el Partido Popular Democrático enfrascándose en un jueguito uno contra uno, olvidándose de los demás aspirantes como buenos jugadores ‘comebola’ en el baloncesto.
Al otro, veía a los candidatos independientes y de partidos minoritarios un poco más inclinados a presentar algún tipo de propuesta concreta al país, pero sin olvidar lanzar constantes ‘puyitas’ a los ‘grandes’, como si estuvieran molestos por no recibir el balón.
Más de lo mismo. Nada nuevo.
El debate entre los seis aspirantes a la gobernación de Puerto Rico siguió la línea que ha caracterizado este tipo de evento por buen tiempo.
Pero, a fin de cuentas, el debate no deja de ser lo que es: un entretenido espectáculo mediático cuyas implicaciones reales para lo que ocurrirá el 8 de noviembre son, francamente, mínimas.
“Nuestro electorado no tiene mucho criterio de juicio, se deja llevar por los fanatismos, vínculos familiares y porque es una cultura clientelista en donde no hay tanta consistencia ideológica. En donde simple y sencillamente, la militancia, lealtad absoluta y fanatismo se recompensa con algún tipo de contrato o promesa de empleo”, dijo José Rivera González, retirado profesor de ciencia política en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, para intentar explicar la virtual irrelevancia que tiene un debate organizado en el panorama eleccionario.
Aun así, el debate permite apreciar ciertas cualidades de los candidatos, particularmente en lo que se refiere a su capacidad de manejar situaciones incómodas sabiendo que un país está a la expectativa que son, al menos, interesantes objetos de análisis.
Por ejemplo, para cuatro de los seis candidatos, este proceso representa la primera vez que son evaluados por sus conciudadanos para un cargo electo en el gobierno. Asimismo, solo uno de ellos, el candidato por el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), Rafael Bernabe, ha aspirado en el pasado a la gobernación, por lo que para el resto, esta era la primera ocasión en sus carreras en que se encontraban participando de un debate televisado.
Y se notó.
“En el caso bien particular de Ricardo Rosselló (candidato por el PNP) siempre me consta su falta de experiencia y su poco manejo de situaciones ligeramente adversas como es el ambiente controlado de un debate. No obstante, él trató de hacer lo que pudo dentro de sus limitaciones, que son muchas”, observó Rivera González.
Desde el salto inicial, Rosselló fue víctima de un preseo a cancha completa por parte de su principal rival, el aspirante del PPD, David Bernier. El exsecretario de Estado le sacó en cara al hijo del exgobernador Pedro Rosselló las acusaciones de plagio que se han realizado en su contra en el pasado, así como su falta de experiencia laboral, no solo en el ámbito gubernamental.
En varias ocasiones el candidato popular desenvainó alguna versión del argumento de que “Ricardo quiere que su primer trabajo sea gobernador de Puerto Rico”.
Si bien Rivera González le reconoció cierta “elocuencia” en el discurso a Bernier, no estuvo de acuerdo con su táctica de asediar tan fuertemente a su oponente penepé.
“Me pareció extremadamente agresivo y sobre todo, innecesario. Bernier no tiene mucha experiencia gubernamental, pero tampoco la falta de experiencia de Rosselló y me parece que su ademán, su estilo comedido, afable es mucho más genuino que el Bernier agresivo que vimos. Me parece que el que lo asesoró está asustado con el ímpetu y moméntum que tiene Rosselló y su campaña”, especuló el analista, quien describió la maquinaria penepé como una “bien aceitada”.
Para el doctor en ciencia política, la estrategia del PPD debería ser asegurarse que aquellos electores novoprogresistas que votaron en las primarias por el comisionado residente Pedro Pierluisi, y que no sienten la urgencia de votar por Rosselló, se queden en sus casas el día de las elecciones.
“Si eso es así el tono agresivo puede tener el efecto contrario. Si (Bernier) empieza a atacar de forma agresiva a un hombre que ni siquiera lo ha provocado directamente podría crear cierta antipatía hacia él, y convencer a esos electores fieles al PNP a votar por Rosselló”, apuntó Rivera González.
El retirado profesor fue más benévolo con los otros candidatos novatos, los independientes Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre, si bien agregó que fue igualmente evidente que eran unos primerizos en estas lides.
En el caso de Lúgaro, resaltó el arraigo que tiene entre los jóvenes profesionales de clase media y media alta “que se sienten frustrados con la dinámica del bipartidismo cerrado, con la impotencia que sienten ante un gobierno y una dinámica política disfuncional y en términos generacionales eso les apela. Lo que no sé es si eso va a ser suficiente para que haya un apoyo contundente a su favor”, cuestionó Rivera González, al señalar que a esta candidata muchas veces se le hace difícil comunicar ideas que trasciendan las críticas a ese bipartidismo.
Por otro lado, a Cidre le favorece “su reputación de comerciante exitoso en la panadería y el hecho de que tiene una cara afable y es parte de una clase empresarial que ha cambiado mucho a través de los años. Los que no se han retirado han fracasado en términos económicos o se han vuelto adictos a contratos gubernamentales. Manuel Cidre es esa excepción”, sostuvo Rivera González.
El experto además destacó que la amplia experiencia de Cidre en el mundo de los negocios le permitió compensar en algo su inexperiencia en tarima y verse “cómodo”.
Bueno, menos cuando consternó al país al declarar en el momento más confuso de la velada que “los miembros de la junta de control fiscal saben de desarrollo económico lo que yo sé de hacer pan soba’o: nada”, aunque luego del debate aclaró que sí sabe hacer pan soba’o.
Y eso nos lleva a los que, a juicio de Rivera González, más parecían estar en algo similar a su hábitat natural: la candidata por el Partido Independentista Puertorriqueño, María de Lourdes Santiago y Bernabe, del PPT, en su segundo intento por la gobernación.
“Estas personas siempre lucen bien a nivel retórico y en la presentación de ideas lucen espectacular. La frase de Santiago de que en el caso de los populares y los penepés que terminan en la cárcel lo hacen por pillos y en el caso de los pipiolos es por patriotas en términos de proyección y golpe mediático es extraordinaria. Pero es un golpe temporero. Yo no tengo mucha confianza en el juicio y discernimiento del electorado para que esa frase o cualquier otra presentación de ideas haga cambiar de parecer a una parte sustancial del electorado y presentarse como una opción ganadora”, comentó Rivera González.
Interesantemente, hubo un balón que los candidatos rara vez quisieron agarrar: el de la deuda pública de sobre $70,000 millones y la junta de control fiscal que en teoría viene a resolverla, algo que según Rivera González era de esperarse.
“La deuda, independientemente de si es constitucional, ilegal o pagable, va a determinar el curso a seguir en términos de política pública y fiscal, y la legislación. Hemos perdido el único reducto de espacio de maniobra de Puerto Rico, que era la autonomía fiscal”, comentó.
Evitar el tema, en el caso de los candidatos, sirve para “evadir un poco la realidad dominante. Que no importa la persona a quien escojamos no va a haber espacio de maniobra para que esta persona y sus partidos puedan implementar sus compromisos programáticos más allá de hacer medidas de austeridad”, puntualizó Rivera González.
A pesar de los pesares, el pueblo puertorriqueño tendrá el balón en sus manos el martes, 8 de noviembre, y sería conveniente que recordemos bien lo que se siente. Porque ese ‘dream team’ que representa la junta de control fiscal, tiene cara de que le gusta comerse la bola.