La Facultad de Educación del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico abrió sus puertas el semestre que recién culminó, al fundador de Nuestra Escuela, Justo Méndez Arámburu, para que impartiera un curso basado en el exitoso modelo de enseñanza que instituyó en el municipio de Caguas hace 14 años.
Quince universitarios de distintas facultades se matricularon en el curso: “Educación alternativa, una alternativa para la escuela”, atraídos precisamente por el término “alternativa”. Muchos de ellos, conversaron con Diálogo sobre lo significativo que resultó esta experiencia para cada uno. También resaltaron sus frustraciones con el sistema educativo regular y la formación académica que estaban recibiendo hasta el momento y cómo ello les inspiró a buscar otras opciones.
“Para mí fue una terapia. Fue bien transformador. Me siento más determinada en qué es a lo que me quiero dedicar”, comentó Tania Hernández Caraballo, estudiante de cuarto año del programa de Biología Integrativa de la facultad de Ciencias Naturales. Agregó que lo que aprendió en la clase lo aplicará siempre a su vida. “Ha sido una inspiración”, puntualizó.
También Julio Andino, alumno en su último año en la facultad de Educación expresó su complacencia con el curso: “Ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en mi experiencia universitaria”.
“Fue una experiencia única. No había experimentado algo igual en la Universidad”, anotó por su parte Yara Larí Gorbea Colón, quien cursó su último año de estudios en la facultad de Humanidades.
¿Y qué fue lo que les impresionó tanto?
Paola del Mar Silva, estudiante de la Facultad de Educación, lo resumió de la siguiente manera: “Pensaba que íbamos a hablar sobre educación alternativa, pero fue más allá, la practicamos en el salón de clases”. De modo, que el salón en sí mismo se convirtió en un laboratorio vivo donde estos universitarios pusieron en práctica los principios de participación, flexibilidad, relevancia y formación holística y comunitaria que caracterizan al modelo de educación alternativa de Nuestra Escuela. Dicha entidad atiende a una población de 300 estudiantes desde pre-primaria hasta secundaria. Su modelo educativo resultó sumamente exitosa para los estudiantes con alto riesgo de deserción.
Una escuela para Sofía y algo más
Uno de los ejercicios preferidos por los estudiantes fue el de Decir. Andino explicó que al principio de la clase todo el mundo debía decir algo, desde simplemente expresar un saludo hasta comentar sobre sus experiencias de ese día. El joven anotó fascinado que esa es una forma de reconocer y darle valor a cada individuo.
“En toda mi carrera universitaria, nunca me habían preguntado cómo te sientes. Tú llegas al salón, te sientas en tu mesa a esperar que el profesor llegue y empezar la clase. A nadie le importaba cómo te sentías, cómo estabas, qué te había pasado en el día”, observó. “Para mí esa práctica de decir cómo te sientes es súper importante porque si yo digo que me pasa algo y es muy grave, la clase se detiene y se brega mi problema antes de continuar y eso es esencial para cualquier propósito educativo, porque si no se atiende mi problema, no voy a estar dispuesto a aprender ni hacer nada porque voy a estar distraído”, anotó el universitario, quien se gradúa este verano del programa de Enseñanza de Inglés a nivel secundario.
A los estudiantes les fascinó que se les permitiera expresar sus sentimientos e inquietudes en la clase. /Foto por Ricardo Alcaraz
A la alumna Gorbea Colón también le encantó este ejercicio. “Nunca antes había podido estar en un salón y que se escucharan las voces de todos los estudiantes. Desde que entré a la Universidad había estado sedienta de ese tipo de intercambio donde aprendiera de mis compañeros y compañeras”, comentó.
Igualmente opinó Laura Vélez. “Hablamos de nuestras experiencias personales, de nuestras metas y proyectos y esa es la primera y única vez que esas cosas se me preguntaban en la Universidad, y yo decía contra, esto tenía que haber pasado desde el primer día cuando llegué (a la institución)”, contó la estudiante de cuarto año de la facultad de Humanidades.
Esta fue tan solo una de las diversas dinámicas de la clase. El fundador de Nuestra Escuela relató que hicieron ejercicios de meditación. También tuvieron una tarea sobre planificación personal, donde debían desarrollar una bitácora o plan de estudio donde debían contestar preguntas como: quién soy, quién quiero ser, cómo hacer para alcanzar lo que propone ese plan y qué necesito aprender para implementarlo.
También elaboraron un proyecto que se llamó: “La escuela para Sofía”, en la que Sofía representaba a cada niña o niño del sistema educativo público con sus necesidades particulares. Cada cual se ocupó de describir cómo debería ser la escuela ideal para ese estudiante.
Otra de estas experiencias incluyó la presentación del documental argentino La educación prohibida. Tras la exhibición del filme los jóvenes tuvieron la oportunidad de intercambiar expresiones vía Skype con German Doin, creador de la producción fílmica que problematiza el tema de la educación alternativa.
Asimismo, contaron con la participación en la clase del staff y alumnos de Nuestra Escuela y Nuestra Escuelita, donde se ejerce la educación como un mecanismo transformador.
También a los estudiantes se les asignó lecturas sobre teóricos y educadores reconocidos como Juan Jacobo Rousseau, Pablo Feryre y María Montessori, entre otros. Luego opinaban sobre lo leído. “Los estudiantes construyeron el curso opinando, criticando y problematizando”, resaltó Méndez al destacar que todas las opiniones eran válidas.
De estas lecturas, así como de la filosofía de Nuestra Escuela se discutió la importancia de amar a los niños. Al respecto Vélez comentó: “En mis cinco años (en la Universidad), este es el único espacio donde se habló de amar al niño”, aseguró. “Esa palabra está desvinculada de la Facultad, pero hay que traerla y colocarla en los documentos oficiales. Vamos a hablar de amor, porque si no amas a tus estudiantes, se descontextualiza todo el proceso educativo”, agregó.
Otra de las cosas que les gustó a los alumnos de Méndez es que tuvieron la oportunidad de colaborar en la construcción del prontuario de la clase y de diseñar su propio sistema de evaluación diaria. Esta última se basó en parámetros como si leyó, si llegó preparado para participar y si participó de la discusión. A cada parámetro se le asignaban puntuaciones entre 1 y 5.
Algunos confesaron que fueron muy severos consigo mismos. “Conocemos lo que podemos dar y si fallamos o damos menos, nos estamos fallando a nosotros mismos”, comentó una de las entrevistadas.
Forjadores de un mejor futuro
Una de las últimas actividades del curso consistió en irse todos de retiro un fin de semana para reflexionar en torno a lo aprendido durante el semestre y desarrollar una resolución en la que expresaba su compromiso con la transformación de la educación del País. De ahí salieron algunas ideas para comenzar a impactar maestros y maestras del sistema de enseñanza pública que quieran hacer la diferencia en la formación de sus alumnos.
El proyecto final consistió en una reflexión sobre qué obtuvieron del curso y qué harían con lo aprendido.
Méndez destacó que la idea de la clase no era presentar una perspectiva crítica sobre el enfoque educativo tradicional sino ofrecer una opción tangible, real. “No queremos concentrarnos en la protesta (de la educación que existe), sino que queremos llegar a proponer, entendiendo que nos toca hacer. No es solo pasar de la protesta a la propuesta sino a la acción”, recalcó.
El fundador de Nuestra Escuela reconoció la valentía de la decana de la Facultad de Educación, Juanita Rodríguez, por haberle invitado a ofrecer un curso como ese que reta el método de enseñanza tradicional. Esta es la primera vez que un curso como éste se ofrece en el recinto riopedrense. El arribo no fue fortuito, coincidió con varios esfuerzos que realizaban algunos profesores y estudiantes como Daniela Buscaglia, colaboradores de Nuestra Escuela en Caguas y Vieques. También coincidió con la visita de la Decana a la entidad educativa cagüeña con un grupo de profesores visitantes para conocer de cerca esa iniciativa.
Los jóvenes que tomaron el curso recientemente esperan que pronto pueda crearse la certificación en Educación Alternativa en el recinto riopedrense. /Foto por Ricardo Alcaraz
La aspiración es repetir la experiencia el próximo semestre y eventualmente lograr que pueda ofrecerse una certificación en educación alternativa en la facultad de Educación.
“Los jóvenes del curso ya identificaron cuáles clases de la Facultad (de Educación) y del Recinto pudieran formar parte de esa certificación y qué cursos de nosotros (Nuestra Escuela) se debieran abrir para una certificación en Educación Alternativa para que se puedan graduar maestros y maestras preparadas (en esa disciplina).
En Puerto Rico existen docenas de instituciones que ofrecen educación alternativa a unos 1,900 estudiantes (de nivel primario a secundario), de acuerdo con la Ley Habilitadora para el Desarrollo de la Educación Alternativa en Puerto Rico, establecida en el 2012. Sin embargo en el País no existe un solo programa académico que prepare a los maestros en ese campo.
Mientras tanto los 15 universitarios que tomaron el curso este semestre llevan consigo la importante semilla de una experiencia enriquecedora y transformadora que contemplan continuar plantando y haciendo germinar.