Este escrito es una muestra del trabajo realizado por los y las estudiantes del curso Acercamientos Irreverentes a la Literatura Puertorriqueña Reciente (ESIN 4992/ESPA 4992) en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. En el mismo echamos una mirada crítica a gran parte de la literatura publicada en Puerto Rico durante los últimos cinco años, cruzando los géneros de poesía, cuento, novela, ensayo y novela gráfica. El curso cumplió el propósito de armar, en conjunto, un marco teórico para mejor entender y comentar la literatura local más reciente, y también hizo las veces de taller de creación literaria. Puedo decir, sin riesgo alguno de rayar en hipérboles cursilonas, que como profesor y compañero, tuve la oportunidad de conversar y conspirar con un puñado de los más novísimos y prometedores escritores y escritoras del patio. Ahí vamos. – Guillermo Rebollo Gil
Por Aisha Pérez
Ayer fui a verla. Ya estaba media pálida, ida. No sé pero cuando me vio su rostro se iluminó, inmediatamente tomó un color medio rojizo. Aproveché el momento para ir a abrazarla, de la manera que uno abraza como si nunca lo volviese a ver, así mismo fue. Trató de responder el abrazo con el mismo ahínco pero sentí que no me reconocía pese a los anteriores diez segundos. Abrazó a ese extraño momentáneo que se encontraba frente a ella. Después de despegarme vi en sus ojos ese resplandor de amor y ternura pero a la misma vez vacío. En este momento no sabía si ella conocía quién yo era. Pero no le di mucha cabeza y luego me pregunté que si esa era la mirada que se le había quedado impregnada como característica de su ser luego de tantos años.
Poco después comencé a hablar con ella. Lo increíble es que su tiempo no ha pasado, su niñez se mantiene intacta y su juventud. No ahora, el ahora es un tipo de limbo donde personas “extrañas” en cierto punto vienen a visitarla, a saber cómo está, pero ella con su ternura siempre entabla conversaciones con esas personas que ya no conoce. Me contó que una vez se escapó con su hermana mayor a buscar chinas en la finca del vecino. A todas estas, sus padres pensaban que estaban en la escuela y que si de una forma u otra se enteraban que no estaban por allá la pela iba de seguro. Ella comenzó a reírse como si se acordara en ese momento de cuando su papá le leyó la cartilla. “La cartilla nos la leen a todos”, le respondí y me devolvió una mirada de madre, advirtiéndome que más me vale que la siguiese.
Luego comenzó a hablarme de cómo en sus tiempos todo era sin paredes y cómo tenían una planicie para correr, sembrar, mirar las estrellas, soñar, moverse en sus palabras se definía como disfrutar. Ella, aunque no entiende lo que está sucediendo en este mismo instante, no se deja amarrar por ello. No demuestra tristeza ni que está afligida, tampoco está perdida. Todo su ente y su ser está en su mayor esplendor como la época Helenística de los griegos. En el“no va más” de felicidad. Ella es feliz en su burbuja de cristal y nosotros lo más que podemos hacer es poner la mano en ese cristal para poder sentirla. Sintiéndose pero no pudiendo ir más allá. Habló de la cosecha, de la batata y de la yuca que tanto le gusta, incluso añadió que su Pá, como siempre le dice, salía por las noches al patio a buscar flores silvestres para sorprender a su Má por las mañanas luego de que peleasen. Esto siempre me da risa porque mi papá siempre hace lo mismo. Aunque nunca sabremos porqué, en dos familias tan diferentes, sucede esto. Después de las flores llega un momento en que las dos historias convergen y terminan de la misma manera. Mami y su Má terminan haciendo un súper desayuno y, nosotros que no tuvimos na’ que ver con la pelea, gozábamos del desayuno. Según ella me cuenta, su madre cocinaba riquísimo y cada vez que le llevamos algo de comer le dice a mi mamá, “gracias Má, te quedó buena como siempre” y luego pregunta “¿cuándo nos vamos para el río que el primo nos está esperando allá?”. Ningún primo la está esperando y ya no hay ríos cerca, con el tiempo se secó el que ella frecuentaba con sus hermanas.
Le hice varios chistes y con su dulzura innata se rió. Eran unas porquerías pero creo que por no hacerme sentir mal se rió, siempre lo he sospechado. Mami me dijo que ya mismo nos teníamos que ir por que nos íbamos para casa y vivimos a hora y media de donde ella está. Ella lo escuchó y me dijo “coman antes de irse que van pa’ lejos”. No pude evitarlo y me salió una carcajada. Ella con esa gracia me miró y me tiró una sonrisa coqueta.
Ayer fui a verla. La dejé con vida, con color y feliz. Aunque feliz ha sido siempre, nosotros somos los que sufrimos por ella . Le dije “bendición”, y ella me respondió “Dios te bendiga y te cuide siempre”. Aproveché el momento para ir a abrazarla, de la manera que uno abraza como si nunca lo volviese a ver, así mismo fue. Le di un beso en la frente y trató de responder el abrazo con el mismo ahínco pero sentí que no me reconocía pese a los anteriores diez segundos. Abrazó a ese extraño momentáneo que se encontraba frente a ella. Después de despegarme vi en sus ojos ese resplandor de amor y ternura pero a la misma vez vacío. En este momento no sabía si ella conocía quién yo era. Pero no le di mucha cabeza y luego me pregunté que si esa era la mirada que se le había quedado impregnada como característica de su ser luego de tantos años.