El pasado domingo, 2 de octubre, la calle Loíza más que calle, fue gente, fiesta, estampas de festival: los ojos de una niña cuando un pincel le trazó el rostro de color, el semblante del abuelo cuando bailó con la abuela, los ojos cerrados de quienes se miraron por dentro mientras habitaron el espacio a velocidad de baile, cuerpos hechos vocabulario y miradas hechas abecedarios. Las Fiestas de la calle Loíza transcurrieron imagen a imagen y sonido a sonido.
Hubo ritmos, calor, color, maracas, cuerdas, sudor, miradas, cuerpos, baile, bocas. Dientes. La dentadura al descubierto de los niños que exploraron desde su humanidad distintas formas del movimiento. La mordida despreocupada de quienes comieron. La de quien cargó con azucenas cual tesoro y legado. Hubo rostros curiosos, no curiosos, inciertos, ciertos.
Algo -¿todo?- pasa cuando llega música al cuerpo en el Caribe. Un algo-todo que poco tiene que ver con racionalizaciones y mucho con instintos. Instinto al baile, a la plática musicalizada, al cómo estuvo tu semana, al qué bueno verte, al cómo te va en la vida, al escucharnos, al vernos. Al aire libre, en pie o sentados. Vernos.
Por eso y más, el domingo pasado en Santurce, hubo calle, pero sobre todo, hubo gente. A continuación, un recorrido por viñetas de las Fiestas de la calle Loíza, por el lente del fotógrafo Ricardo Alcaraz.
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