Este escrito conmemora los 100 años de la existencia del sostén o brassiere, patentado por Mary Phelps Jacob.
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Mary Phelps Jacob, ¿por qué convenciste a tantas mujeres para que se las aplastaran en tu honor?
Sé que fueron miles las vikingas y romanas que te convencieron de lo útil que resultaría guardarse las tetas en la tela satinada.
Yo mejor me uno a los hippies de los sesenta para quemar en el fuego lento del abandono los pocos sostenes que aún guardo en la gaveta.
Hoy, mis senos están adoloridos y cansados.
Han perdido el placer de estar encaramados, casi en el tórax, por unas varillas malignas y metálicas. ¡Que ya han pasado 100 años para seguir aguantando los devoradores de pechos!
Y es que también culpo a las tantas mentes y manos neoliberalistas que se antojaron de añadirle relleno algodonado y lencería a los dos parchos de tela e hilo que le dio por patentar a la Phelps Jacob en el 1914.
Hoy, mis senos se visten de piel a modo de protesta. Están en paro por las tantas veces que se le han degradado y malutilizado para fomentar el erotismo sinsentido y el culto al cuerpo en beneficio de la economía capitalista.
No quiero un sostén que me extrangule con sus alambres, ni llamar atención a mis pezones con lencería fatula de esa que reviste a los sostenes contemporáneos. Quiero tener mis pechos como son y como están, sin terceros estorbando. Solo mis tetas y yo, como templo de femeneidad y de libertad sexual.
Primer sostén patentado por Jacob