Para el músico Bayrex Jiménez ingresar a prisión significó enfrentar sus miedos. El exintegrante de Cultura Profética confesó que la penitenciaría era un lugar que le causaba terror, por la experiencia que tuvo en una institución penal una de sus abuelas. Relató que conoció la cárcel desde pequeño porque su abuela había estado 16 años detenida. El proceso de deterioro que vio en ella lo llevó a concluir que ese espacio lleno de rejas era un sitio donde se destruía a las personas. "En la cárcel abusaron de mi abuela. A ella le daban unas pelas brutales", comentó.
La fecha del 14 de marzo de 2013 marcó la vida del tecladista puertorriqueño. Este día ingresó a la cárcel luego de que le dictaran sentencia —18 meses de prisión— y le revocaran la probatoria por destrucción a la propiedad y agresión simple.
"Yo tenía la esperanza de que no me la iban a revocar [la probatoria]. Yo pensaba que me iban a dar un chance, pero cuando me revocan la probatoria ahí fue que [sentí que] me cayó el mundo encima", expresó el músico.
Luego de estar un año y medio preso, Jiménez confiesa que lo peor que vivió fue el abuso de los guardias “porque es constante, es todos los días, es con todo el mundo”, aseguró.
La tensión entre los guardias penales y los reclusos era la orden del día en la galera 1072 de la Cárcel Regional de Bayamón donde Jiménez estuvo recluido. Contó que un día en la cárcel comienza a las seis de la mañana. El despertador es un recluso gritando "pasillo". Esto significaba, según explicó, que los guardias se estaban acercando. Observó que las 24 horas del día había un recluso vigilando a los guardias. “Ese es el enemigo número uno”, anotó refiriéndose a los oficiales de seguridad de la prisión. Si venía un guardia no había problema, pero si venían veinte ya sabían que se tenían que preparar porque cualquier cosa podía suceder, reveló.
Recordó que en muchas ocasiones los guardias entraban dando palos, echando pepper spray y armados, sin ninguna razón. Comentó que habían ocasiones en las que los guardias discutían con un recluso o recibían presión de sus superiores y se desquitaban con los presos, pero la mayoría de las veces lo hacían por gusto. Dijo que en estos operativos los guardias les tiraban las cosas al piso. "Ellos se creía que era una película de acción", señaló.
Uno de los momentos más dolorosos que vivió fue cuando sus compañeros le contaron cómo en uno de estos operativos habían matado a un recluso.
"Ese operativo fue más allá de lo normal. Murió un señor mayor. Él no le hacía nada a nadie porque hay muchos presos que se portan bien. No molestan a nadie, al contrario ayudan a que la situación esté más controlada. A ese recluso lo mataron a golpes. Fue un abuso. Todo eso está grabado en las cámaras. Ahora mismo los guardias tienen una demanda. Supuestamente están suspendidos, pero ni siquiera los han botado", narró.
Jiménez indicó que cuando un recluso llega a la cárcel los guardias tratan de buscar problemas con él. "Yo tuve algunas situaciones con guardias porque cuando tú llegas ellos saben que eres nuevo y se quieren curar contigo abusando de ti. Por ejemplo, una vez estaba caminando y un guardia me gritó ‘qué estás mirando’, me tiró contra el piso. También me rebuscaban bien fuerte, me apretaban los genitales como para humillarme. Me retaban para pelear. A ellos les gusta eso, eso es lo de ellos", indicó.
Además de todo esto, el músico reveló que muchas veces no les daban las cartas que les envíaban, no les permitían tener libros, y le privaban del privilegio de tener visitas. Con respecto a esto último agregó que muchas veces sus familiares iban a visitarlo y no los dejaban pasar.
Otro asunto que incomoda a los reclusos es la comida de la prisión. Jiménez dijo que rebajó cerca de cien libras porque casi no se alimentaba. En el desayuno les servían una crema, de almuerzo un hamburger y de cena unas albóndigas. Anotó que muchas veces dejaban el arroz crudo, les daban el pan dañado y alimentos expirados.
Declaró que poco a poco han ido quitando las cosas buenas del menú y que, irónicamente, los reclusos tenían que recurrir a las huelgas de hambre para que les mejoraran los alimentos. "Lo mejoraban [el menú] un poco, pero luego volvía a lo mismo", puntualizó.
Después de la cárcel
Ahora que está en libertad Jiménez reconoce que aprendió mucho de este lugar. Asegura que en la cárcel se hizo hombre y que la mayor enseñanza que adquirió fue "el poder del perdón".
Cuando llegó a la prisión, según contó, no conocía a las personas que tenía a su alrededor pero luego esas personas fueron las que llenaron los espacios de todas las personas que le hacían falta y no tenía a su lado.
"Nos convertimos en hermanos y los hermanos pelean mucho, pero ahí me di cuenta del poder del perdón. Como estamos ahí todos los días si te molestas con alguien tienes que solucionarlo sí o sí", mencionó.
"Gracias a eso hice muchas amistades buenas. Ahí hay gente bien buena. Hay mucha gente inocente sentenciados a 200 años de cárcel. Muchos están ahí por casos fabricados. Llevan 24 años presos sin haber hecho nada", añadió.
Dice que extraña mucho a sus compañeros y constantemente piensa en ellos. Lamenta no haberse podido despedir de ellos cuando salió. Esto lo entristece mucho.
Sin embargo, tiene muchos planes que lo llenan de entusiasmo y alegría. Quiere grabar un disco de improvisación. Como estuvo tanto tiempo sin tocar dice que físicamente se siente trinco. En su mente sabe lo que quiere tocar pero sus muñecas no responden a lo que tiene en su mente.
"Quiero ver que sale en el disco. Musicalmente no me siento mal, pero tengo que practicar. También me gustaría cantar porque nunca lo he hecho. En algún momento lo voy hacer", concluyó.